Alcira Argumedo: un faro, por Ana Natalucci
Por Ana Natalucci*
El artículo contiene lenguaje inclusivo por decisión de la autora.
Ayer falleció Alcira Argumedo. Anoche mismo por redes sociales circulaban varias notas a modo de recordatorio de su obra, de su militancia, de su extraordinaria capacidad pedagógica. Seguramente se publicarán muchas más, incluidas las de sus contemporáneos con detalles sobre sus elecciones y decisiones políticas.
Pero me permito en este breve texto hacerle un homenaje en términos generacionales, de aquellos que empezamos a militar a fines de los noventa, que, socializados en esos años, no vislumbrábamos una salida al neoliberalismo. No recuerdo bien si fue en diciembre de 1998 o 1999, que la Arcilla, la agrupación universitaria en la que milité durante mucho tiempo, organizó el ciclo de charlas “La revolución es un sueño eterno”. Recuerdo a Alcira sentada en el escritorio de una de las aulas que recién se habían construido en el viejo edificio de la Escuelita de Ciencias de la Información. Allí en un aula atiborrada de estudiantes y militantes universitarios, Alcira repetía casi como mantra que ningún imperio era eterno, que el neoliberalismo no era eterno, que la historia no se había terminado y que el peronismo no era solo una versión neoliberal. Alcira, como Pino, fue un faro en la larga noche neoliberal, su entusiasmo invitaba a luchar, a no conformarse con el status quo. Y ese libro extraordinario “Los silencios y las voces en América Latina”, un manifiesto que muches leímos e incorporamos como parte de nuestra práctica política.
La última vez que la escuché fue en 2019 en un escenario bastante distinto, en unas jornadas que se organizaron en el Instituto de Investigaciones Gino Germani sobre el pensamiento y obra de Gino Germani. Allí Alcira a través de anécdotas contaba la discusión que su generación tenía con Germani respecto de cómo hacer sociología y como esa discusión fue clave para el impulso de las Cátedras Nacionales, que transformaron radicalmente el modo de hacer sociología. Y Alcira en esas palabras volvía a ser un faro, a restaurar la figura del intelectual orgánico. Esa figura gramciana que señala que el modo que intelectualizamos la sociedad no puede estar desapegada de los pies donde pisamos. Y así volvía a ser un faro en estos tiempos tan pasteles, de los obsesionados por las formas porque no tienen mucho para aportar, de los tecnócratas que creen que la sociología, que el pensamiento intelectual, es presentar sucesivos informes repitiendo lo mismo.
Que su legado sean sus convicciones, su persistencia, esa terquedad en hablar del peronismo revolucionario. Que ese legado nos interpele, nos interpele fuerte, tanto que no aceptemos que un 42% de nuestros compatriotas sean pobres para quedar bien con el FMI, que no aceptemos que el peronismo sólo puede gestionar una crisis que suma varias crisis, que lo justo no siempre tiene prensa. Ojalá que a través de su legado recuperamos el carácter profundamente humanitario del peronismo, ese que no acepta injusticias, que no calla ante los poderosos y que no es genuflexo por intereses particulares. Ojalá en la larga noche neoliberal hayamos estado a la altura. Ojalá que en los tiempos que corren aceptemos el desafío de construir una patria para todos.
Por una patria libre, justa y soberana.
¡Compañera Alcira Argumedo Presente!
¡¡¡Hasta la victoria siempre!!!
*Investigadora CONICET en CITRA/UMET. Profesora de la Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires