Los aportes de Argumedo a la ciencia y la tecnología, por Leandro Andrini
Por Leandro Andrini
Este domingo 2 de mayo falleció Alcira Argumedo. Alcira Argumedo: un faro, como bien sostiene Ana Natalucci.
Una reseña de su vida política y de su obra se encuentra en el artículo de Diego Moneta, en el que se indica que “Argumedo contribuyó con sus libros a la creación de una “matriz latinoamericana” de análisis, que son referencia en el ámbito universitario, entre los que se incluyen Los silencios y las voces en América Latina, Monopolios y Tercer Mundo, Los laberintos de la crisis, y Un horizonte sin certezas”.
Para quienes transitamos el campo de las actividades tecnocientíficas y, más aún, en particular nos interesamos por los aspectos epistemológicos y políticos de tales actividades no podemos desconocer esa gran obra que sigue iluminando, como el faro que describe Ana Natalucci. Me refiero a Un Horizonte sin Certezas. América Latina ante la Revolución Científico-Técnica.
Algunos puntos han quedado desactualizados, debido a la implosión de la URSS incluida en el análisis coyuntural, pero esos puntos también son relevantes como soporte histórico-fáctico de las tesis sostenidas. Y, por otro lado, lo que se sigue manteniendo es la serie de conceptos articuladores, en particular a partir de la idea de una “matriz latinoamericana” de análisis.
Argumedo sostiene que la ciencia y la tecnología “constituyen sustantivos instrumentos de poder en el escenario internacional que no dominamos. Ignorar esta característica esencial de las tecnologías de avanzada, caer en el facilismo de considerar a la ciencia como una nueva religión o una panacea que ha de extenderse por el mundo mitigando dolores, eliminando miserias, sonriendo al porvenir y abriendo cauces de un futuro venturoso, desconocer su capacidad de agrietar las formas de producción y organización social, los peligros latentes para la justicia y la soberanía en nuestras naciones, hacer ojos ciegos a los costos sociales y nacionales que están dispuestos a hacernos pagar –en nombre del progreso, la modernidad o la civilización- quienes hoy controlan esos instrumentos, conforman una posición política, una definición ideológica, una responsabilidad”.
En esta obra en particular, que data de 1987, Argumedo retomó un debate que la dictadura de la década del ’70 clausuró a fuerza de desapariciones y fuego. Ligaré al párrafo citado con las ideas de Oscar Varsavsky quien puso de manifiesto la relación entre ciencia e ideología y entre ciencia y política. Dicho de otra manera, autor que, junto a una constelación de autores latinoamericanos de esos años (y refiero en especial el hecho de la exclusión de mujeres en el debate), advirtió sobre la función primordial de las relaciones de poder en la organización del saber disciplinario.
Varsavsky y Argumedo “deslocalizan” a la ciencia y la tecnología (CyT) de las zonas del confort filosófico-epistemológico (las regiones académicamente hegemónicas), y las localizan en los territorios de las disputas políticas e ideológicas. Mientras que los autores anglosajones o franceses responden sobre “qué es esa cosa llamada ciencia” y se centran, aún los más vanguardistas, en la saga de cómo cada comunidad produce el objeto disciplinar sosteniendo la ilusión de objetividad, neutralidad y universalidad, Varsavsky desmontó con su “estilo” exhaustivo y preciso los fundamentos de una ciencia que se exponía como política e ideológicamente desinteresada. Por su parte, Argumedo demuestra –mediante análisis de casos- cómo la CyT va imbricándose en las relaciones de producción y en las relaciones socioeconómicas en general, de forma que los avances teóricos más abstractos pueden provenir de demandas de mercado inclusive. Visto de esa manera, aplicar una teoría es orientar cierta idea sobre las relaciones sociales de poder que llegan a garantizar o cristalizar situaciones de dependencia, según los paradigmas tradicionales tanto en el quehacer cotidiano tecnocientífico como en las concepciones filosóficas y epistemológicas dominantes.
Tenemos en Varsavsky y Argumedo la constitución de una escuela crítica latinoamericana, donde la ciencia y la tecnología son “instrumentos de poder en el escenario internacional”. La CyT está analizada dentro del esquema de efectos que producen en todos los sentidos, no desde un internalismo autocomplaciente. Por otro lado, cabe indicar que la CyT tendrá siempre una relación de integración directa a proyectos de desarrollo. Podemos dar continuidad a un proyecto de desarrollo subordinado (o de dependencia) o construir proyectos de desarrollo con relativa soberanía (proyectos nacionales para Varsavsky, proyectos latinoamericanos para Argumedo, ambos sobre un ideario socialista o pueblocéntrico).
Por último, en estas breves citas del libro Un Horizonte sin Certezas, Alcira Argumedo sostiene que la “transferencia de tecnología requiere un estricto control político del desarrollo de la ciencia y la tecnología y una conducción de la estrategia científica y tecnológica capaz de establecer prioridades nacionales frente a las necesidades inmediatas y futuras así como un plan definido de acciones específicas”. De esta manera, “el punto de partida básico requiere un diagnóstico, evaluación, proyección y diseño de políticas para la ciencia y la tecnología que no puede ser procesado al margen de su articulación con un proyecto global de desarrollo económico, social y cultural de la nación”.
Además, que sea punto de partida “para los esfuerzos conjuntos en el plano regional y subregional latinoamericanos”. En especial porque “el carácter invasor de las tecnologías de avanzada tiene capacidad para producir fuertes cambios estructurales y redefinir la composición económica, social, política y cultural de estas sociedades, las decisiones sobre su incorporación en las distintas áreas […] definen de hecho los lineamientos de nuevos modelos sociales, reformulan las relaciones entre diversos sectores nacionales, así como el papel de cada país en el contexto mundial”. Estas palabras rebrotan con inusitada actualidad, en los debates de esta coyuntura, y propiamente en lo que a las tecnologías médico-sanitarias podemos referir en especial.
“En castellano, y en nuestro medio, su circulación ha sido alarmantemente escasa” se quejaba un prologuista argentino en 2015 sobre las ideas que Quentin Meillassoux expuso en una obra de 2006, lo que me indujo a buscar traducciones al francés del libro Un Horizonte sin Certezas o de la totalidad de la obra de Varsavsky (hasta donde mi plan de búsqueda alcanzó no he dado con ello). Por lo que me permito una pequeña digresión con lo que Diego Moneta sostiene en cuanto a que los libros de Alcira Argumedo son “referencia en el ámbito universitario”, no porque no existan en francés, sino y muy en especial porque en el ámbito universitario siguen predominando las modas importadas antes que las obras de quienes han nacido en estas tierras, muy en particular cuando esas obras rompen los moldes de lo establecido como académicamente correcto.
Alcira Argumedo prefirió la incomodidad de las luchas, al sendero consagratorio de la repetición importada, no sin nutrirse críticamente de autores y autoras de otras tierras, pero teniendo en cuenta siempre y muy en especial el lugar de producción y la sociedad para la que se produce.