La 'demo-cracia' partida, por Jorge Rachid
Por Jorge Rachid
Desde los griegos sabemos que la democracia es el gobierno del pueblo. También entendemos que no es un sistema perfecto. Aparece como el más participativo del pueblo, de todos los sistemas. Sin dudas superador de las monarquías y dictaduras, en sus dos versiones democráticas, parlamentarismo o presidencialismo. Así fue desde hace poco tiempo, no más de 200 años, en una historia de más de 7 mil registrados por la humanidad, con alguna certeza.
Esa democracia resistió procesos dramáticos, que alteraron la dinámica de consolidación de los estados nación, como las guerras mundiales, las pestes, los conflictos civiles, la guerra fría, entre otros episodios conmovedores y dramáticos, con millones de muertos, desplazados, destrucción de ciudades incluidas. Se intentó darle una protección internacional al sistema, a través de las Naciones Unidas primero y no funcionó, luego con la conformación del gobierno global del grupo de los 7 y ampliado al G-20, tampoco funcionó, Palestina sigue sin ser país, Malvinas sigue de base militar OTAN, entre otras cuestiones que no puede resolver.
Pero el conjunto de la democracia se ha visto conmovida en su estructura íntima, de ser la representación de los intereses populares, por los nuevos dueños del poder internacional, los Fondos de Inversión supranacionales que arrasaron soberanías nacionales y su consecuente apropiación de los Medios Hegemónicos, para usarlos en función de crear sentido, en dirección a sus intereses financieros.
Eso es el “cañonazo de un millón de dólares” al decir del General Cárdenas en México cuando le preguntaron por sus generales, “¿valientes si, pero resistirán…?”. Esa realidad ha resentido en sus estructuras más profundas la democracia como tal en el mundo. Hoy está en discusión esa institucionalidad.
Es que se ha naturalizado ese concepto neoliberal, de la Mercado-dependencia, como cultura de la especulación financiera por encima del capitalismo productivo, que casi memorizamos con nostalgia en este tiempo, de desapego emocional e individualismo egoísta, que ha llevado a las comunidades a la diáspora social, asociado al dolor compartido del desempleo y la exclusión, con destino de miseria y abandono, que convierte en pétrea la pobreza. Sin dudas objetivo final del proceso de concentración de la riqueza.
Pero la Pandemia ha cambiado el mapa político internacional, un virus democrático que atacó sin dudar todos los sectores sociales, que debilitó las fortalezas de los poderosos Mercados y Bolsas del mundo. Dramático sin dudas por su secuela de muertos y consecuencias sanitarias, con repercusión social profunda. Una Pandemia que es una verdadera guerra contra un enemigo que ha invadido a todos los países del mundo. Los pueblos y gobiernos lo han enfrentado unidos en una acción destinada a vencer, junto a los científicos que en tiempo record lograron producir vacunas destinadas a frenar esa masacre.
Los países entendieron que debían recuperar los Estados Nacionales como ordenadores sociales desplazando al Mercado, planificando y financiando las políticas públicas. Se recuperó asimismo el compromiso social solidario compartido, para enfrentar el enemigo común. Ambas realidades hieren la teoría neoliberal en profundidad, aporte de la Pandemia.
En la Argentina sin embargo, único país en el mundo en donde la oposición institucional, con espacios parlamentarios y ejecutivos provinciales y municipales, ataca en forma sistemática las políticas sanitarias, desde el inicio mismo de la Pandemia. Desde la Cuarentena y su cuestionamiento económico, pasando por negar el virus y reclamar libertades individuales en plena guerra, imaginemos un oscurecimiento en un bombardeo nocturno que alguien deja la luz prendida: es traición a la Patria, colaboracionista del enemigo que ataca. En nuestro país, esa situación sucede desde hace un año y medio, en un ataque sistemático que incluye el desconocimiento de las vacunas, la denigración de alguna de ellas, el debilitamiento de la confianza pública, con quema de barbijos y movilizaciones rupturistas con los cuidados incluidas.
Esas acciones provocaron, por seguir algunos compatriotas esos pasos propuestos por la oposición, miles de muertos en el país. Llamaron a no vacunarse, pero fueron desoídos por los argentinos que acudieron en masa. Profundizaron la ofensiva a través de los medios hegemónicos que son socios, de los Fondos de Inversión y juegan sus propios intereses. Crean sentido en la comunidad, ocupan el espacio simbólico de la conciencia colectiva del pueblo, pero cuando son vencidos por ejemplo en su prédica anti vacuna, ejercitan otras maniobras, entre ellas la presencialidad escolar, como excusa de disputa política, colocando de rehenes a millones de argentinos.
Es cuando las medidas del Gobierno nacional son judicializadas, a sabiendas que la Justicia argentina es rehén de los antecedentes de sus propios miembros que en un número importante de casos, son presionados o socios cómplices de saqueos y persecuciones en el Lawfare, de la anterior gestión y de la embajada de EEUU. No olvidemos que el embajador de ese país al asumir dijo que venía a “ayudar” a la Justicia argentina.
Una justicia que ordenó a médicos a administrar dióxido a pacientes, que se compra en la ferretería, jueces que disolvieron centros de aislamientos de Formosa destinados a evitar la entrada del virus (un muerto en 2020, ahora 130 por esa medida), otro que levantó la barrera para que ingresen al país decenas de personas en paso de los Libres que no tenían certificado No Covid, lo mismo que denunciar los procesos por envenenamiento, cautelares sobre la Cuarentena, otros sobre nocturnidad y cientos de fallos que embistieron contra las políticas sanitarias de cuidado de la vida de los argentinos.
Entonces la Demo–Cracia está partida al medio, por un lado el poder institucionalizado de un estado colonial, manejado por las monarquías judiciales, los medios hegemónicos, los Mercados financieros y una oposición que ha comprado boletos al exterior, en sus definiciones políticas, abandonando la Patria y a su Pueblo; por otro el conjunto del pueblo y un gobierno atado que debe remover la estructura colonial, para tener un estado al servicio de los intereses populares.
Si el pueblo ni siquiera es testigo de la historia, porque está desinformado, si el Gobierno no puede avanzar porque el Poder Judicial se adjudica esa misión, un golpe de estado está en marcha en cualquiera de sus formatos: Parlamentario, Judicial, Policial, de Mercado, por Caos y si no funciona el ejemplo boliviano es bastante claro.
Ante eso el conjunto del pueblo se prepara ya para resistir y proteger al Gobierno nacional y popular, porque está claro que el enemigo no quiere llegar a elecciones, porque no puede vencer a las mayorías que vendrán de la voluntad popular, apostando entonces todas sus energías a promover la desestabilización del Gobierno, mediante el caos.
Es cuando el Movimiento Nacional y Popular deberá mostrar su energía movilizadora, su inteligencia creativa, su fortaleza ideológica, su conciencia compartida de liberación nacional, su persistencia irreverente en la historia, su determinación de Patria Matria Grande, al servicio de los pueblos y la soberanía de los mismos, en el camino de forjar sus destinos, sin tutelajes externos y construyendo en paz un modelo solidario biocéntrico, de cara al futuro del siglo XXl.