Raquel Chan: "Es un disparate decir que un alfajor va a tener glufosinato de amonio porque se hace con trigo transgénico"
Por Enrique de la Calle
Raquel Chan es bioquímica especializada en biotecnología vegetal. Es investigadora del CONICET y directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral, en Santa Fe, que creó cultivos de soja y trigo transgénicos que pueden crecer con menos agua que los cultivos convencionales. En diálogo con AGENCIA PACO URONDO se refirió a la tecnología desarrollada en el país, a las críticas de "pseudo-ambientalistas" y también a la polémica sobre la posibilidad de que Havanna sacara una línea de alfajores realizados con trigo modificado genéticamente. Además, su visión sobre los agroquímicos en la agricultura intensiva. "La agricultura familiar, que no usa agroquímicos, es fantástica pero solo puede desarrollarse en superficies muy chicas. Para la agricultura de gran escala hoy no existe otra alternativa a los herbicidas", describió.
APU: Junto a otros científicos usted es la creadora de una semilla de trigo transgénica (modificada geneticamente) resistente a la sequía. ¿Es así?
Raquel Chan: Me permito algunas correcciones. En primer lugar, no es un semilla, con una semilla no hacemos nada. Es la generación de un cultivo de trigo. En segundo lugar, no es “resistente” a la sequía porque la resistencia es una situación de todo o nada, se está embarazada o no, no se puede estar a medias. La resistencia a la sequía sería una planta que creciera en el desierto y no es el caso.
APU: ¿Puede crecer con muy poca agua?
RCH: Puede crecer con mucha menos agua que una planta normal, que no fue transformada o no recibió este gen.
APU: ¿Ese cultivo de semillas de trigo ya puede ser utilizado en Argentina?
RCH: La aprobación de un cultivo de semillas es una cosa muy complicada. Tiene tres etapas. Todo país que tiene cultivos o importación de organismos genéticamente modificados tiene algún mecanismo de regulación. El de Argentina es considerado de alto estándar. Son tres instancias distintas. Por un lado, está la Comisión Nacional de Biotecnología (CONABIA), a la que hay que demostrarle con ensayos, con experimentos, que el cultivo transformado no tiene efectos sobre el medio ambiente (sobre la flora y la fauna) peores a los que tiene el cultivo sin transformar. Siempre la comparación es con el trigo convencional, es decir, el cultivo sin transformar. Esa es la primera instancia que dura mucho tiempo porque hay que hacerlo en diferentes lugares del país y de forma sostenida en el tiempo.
APU: ¿Después?
RCH: La segunda instancia es el SENASA, que verifica que determinado producto no sea dañino para la salud humana o animal. Se hacen ensayos con animales, a los que alimentan con este trigo y con el convencional, para establecer que no tenga un efecto nocivo peor al trigo no modificado. Siempre se compara de ese modo.
Después, viene la tercera oficina que se llama “De Mercados”, que se ocupa del impacto económico del producto en cuestión. Lo que evalúa es el impacto (positivo o negativo) que pueda tener una nueva tecnología en el desarrollo de la economía nacional. Las tres instancias dependen del Ministerio de Agricultura.
APU: Ahí entran a jugar, supongo, los intereses económicos y políticos.
RCH: Lo que decís es correcto, por supuesto. Te doy un ejemplo muy sencillo. Por ejemplo, vos creás un auto que funciona a luz solar y que es mucho mejor, menos contaminante, etc., que un auto que funciona a nafta. Eso no iría por ministerio de Agricultura, pero vale para lo que quiero ejemplificar. La tecnología puede ser bárbara pero la Oficina de Mercados te la puede rechazar con el siguiente argumento: “Me fundís 200 mil estaciones de servicio y me sacás miles de puestos de trabajo”. ¿Se entiende el criterio?
APU: ¿En qué etapa está ahora el cultivo de trigo transgénico?
RCH: En 2015, la Oficina de Mercados aprobó la soja HB4 (también desarrollada por el CONICET) pero con la condición de que fuera aprobada por China, principal importador de soja argentina. Hasta que China no lo apruebe no se puede sembrar. Hace 6 años que esperamos. Los chinos hacen todas las pruebas ellos mismos, no aceptan ensayos realizados en otros países. Se está esperando a qué China defina.
Con el trigo pasó lo mismo. El octubre del año pasado, la Oficina lo aprobó pero quedó pendiente de la aprobación de Brasil. Hoy por hoy no se puede sembrar.
APU: ¿Cada país define sus propias reglas para establecer qué cultivo transgénico acepta?
RCH: Así es, cada país tiene sus propias regulaciones. Por supuesto, hay intereses económicos detrás de esas decisiones.
APU: En el caso de China, entiendo la decisión ya que ese país es el principal y casi único importador de nuestra soja. Ahora, en el caso del trigo, que una parte se vende en el mercado interno: ¿Por qué es tan determinante la opinión de Brasil? ¿No podría aprobarse para, al menos, el mercado local?
RCH: Gran parte de la producción de trigo se vende a Brasil. Hay consumo nacional. Pero qué te pueden decir luego los brasileños, si no lo aprueban: tu planta modificada contaminó a la otra. Y entonces no te compran nada de trigo. Te repito los argumentos que se dan.
APU: Hace poco salió una polémica en torno a que Havanna podría sacar un alfajor con este trigo. ¿Es un proyecto a mediano plazo, si aprueba su siembra, o no?
RCH: Lo que salió en los diarios medianamente serios es que Bioceres firmó un convenio con Havanna. Hasta ahí llego, porque yo no tengo nada que ver con Bioceres, que es la empresa que licenció la patente de esta tecnología.
APU: Según los estudios de SENASA, tanto la soja como el trigo que ustedes modificaron genéticamente no tiene ningún efecto sobre la salud. Al respecto, siempre aparece la polémica en torno a los transgénicos. ¿Dónde reside ese miedo? ¿Cuál es el efecto tan temido?
RCH: El gen que introdujimos en este trigo viene del girasol, que es una planta que consumimos hace siglos. Es un gen que convierte a la planta en más tolerante al estrés hídrico durante el período vegetativo (antes de que la plante dé semillas). ¿De dónde viene el temor a lo “tóxico”? Voy a explicar los argumentos que leí en redes sociales. Cuando uno introduce un gen en una planta se pone lo que se llama un marcador de selección. La transformación de cultivo es muy ineficiente. Hay que transformar 10 mil plantas para obtener una. Generalmente, la planta no acepta un ADN exógeno. Igual que nosotros. Al ser tan ineficiente, es muy difícil seleccionar las plantas que efectivamente fueron transformadas. Entonces se pone un marcador de selección que es un gen de resistencia a herbicidas, para distinguir qué planta se transformó, es decir, recibió el gen, y qué planta no lo recibió. Al ser un gen de resistencia a herbicidas se abre la puerta a que el día de mañana se puede usar ese herbicida, lo cual es cierto. Hoy en día el cultivo tradicional se hace con tres herbicidas combinados. Básicamente un herbicida es algo que mata malezas. Qué dicen entonces los pseudo-ambientalistas, que los alfajores van a tener glufosinato de amonio. Es un disparate.
APU: ¿Por qué es un disparate?
RCH: El herbicida se tira antes de sembrar, para matar la maleza que está en el suelo o cuando la planta es muy chiquita, para que pueda desarrollarse y no compita por el agua y los nutrientes con la maleza. El trigo tiene un ciclo de 5 meses, apróximadamente. Cuando llega a tener semillas y puede cosecharse, ya hace tres meses que el herbicida no existe más. Se tiró muchísimos antes. Nunca va a llegar a la semilla, por lo cual es una falacia decir que va a llegar al alfajor.
APU: Hablar de transgénicos es casi mala palabra para muchos sectores. ¿Ese tipo de tecnología es una novedad en el país?
RCH: Tiene más de 30 años en el país. Están los llamados transgénicos de primera generación, que son de resistencia al glifosato o a insectos. En Argentina, creo, hay 56 eventos transgénicos de plantas aprobados por todas las oficinas. De ese total, solo 3 son desarrollos argentinos, el resto son de multinacionales. Es importante pensar la cuestión de la soberanía en todos estos temas. Es una tecnología de más de 30 años en el mercado, aún en Argentina. Los transgénicos de segunda generación eran aquellos que iban a combatir el estrés producido por motivos no biológicos, como sequía, vientos, alta temperaturas, fríos, etc. Variables climáticas que afectan a los cultivos. Las pérdidas mundiales por sequías o inundaciones son gigantes. Se esperaba que esa segunda generación de transgénicos fueran tolerantes a esas cuestiones. Sin embargo, el mercado no desarrolló esas tecnologías. Todo lo que hay en el mercado tiene que ver con el desarrollo de primera generación.
APU: ¿Por qué pasa eso?
RCH: Hay varios motivos, pero tal vez el principal es que no son negocios universales, replicables para cualquier lugar o región del mundo. Los transgénicos de segunda generación sirven para situaciones específicas, puede servir en Buenos Aires o Córdoba pero no en otro lado. Deja de ser un negocio universal. Hay que pensar que son inversiones muy importantes, que incluyen regulaciones muy complicadas como describía antes. En el caso nuestro es una producción nacional, hecho con un presupuesto menor al de las multinacionales, y aún así fuimos muy castigados.
APU: ¿Quiénes trabajaron en el desarrollo del trigo transgénico?
RCH: Es un instituto (Agrobiotecnología del Litoral) que depende del CONICET y de la Universidad Nacional del Litoral. También participó la empresa Bioceres, que realizó una asociación.
APU: Ahora sí, va la última pregunta. Por lo que entiendo, los agroquímicos son los que permiten los rendimientos actuales en la agricultura de gran escala. ¿Es la única alternativa para eliminar las malezas?
RCH: Hoy, el estado del arte te muestra que no hay nada mejor. No digo que no se vaya a desarrollar, porque la ciencia avanza rápidamente. Ningún agricultor va a aceptar trabajar sin agroquímicos, porque el rinde le baja muchísimo. La maleza te consume todo, es la realidad. La única manera de sacársela de encima es matarla. Cualquier cosa que se invente es para matarla. Puede ser que se invente algo que sea menos nocivo para el ambiente, estoy seguro de que eso está en desarrollo. Lo que vi más cercano son robots, que sacan la maleza. Pero eso es inviable. Se puede hacer en terrenos muy chicos, pero no en grandes superficies, porque sería carísimo.
APU: Cuando se habla de lo “orgánico” o lo “agroecológico”, ¿se habla de una producción en la que la maleza se saca sin agroquímicos?
RCH: Sí, no conozco otra forma. Es volver a la prehistoria. No es compatible con la agricultura a gran escala. Eso existe en la agricultura familiar. No estoy en contra, nadie puede estarlo, me parece fantástico. Ahora, es viable en un terreno chiquito. Pero no puedo hacerlo para cultivar mil héctareas.