Diarios de Gregor Samsa: la biografía no autorizada de Groncho Mars
Por Gregor Samsa | Ilustraciones: Leo Olivera
Como todo Samsa que se precie, llevo mi diario. Lejanos ya los días en que abandoné las tierras magiares, guiado por la intuición y la serenidad. En alguno de los informes, ya no recuerdo en cual, supe afirmar que me crucé con Groncho en un bar de mis pagos y que desde allí no nos separamos más. Eso no es del todo cierto: vine trabajando muchos años para que mi amigo llegara al lugar que ocupa hoy; primero, sin que lo notara. Después lo percibió, pero pasó mucho tiempo hasta que aprendió a reconocerme. Secretamente he registrado todos los momentos importantes de su vida, desde que era un nonato. Sé que les costará tomar como cierto lo que más abajo van a leer, acompañado de material visual inédito, pero no es más que la pura realidad. Déjenme compartirles, como muestra, los momentos que considero más importantes en la vida de Groncho y que forman parte de mi diario. Es mi regalo como parte de la celebración de estos 50 primeros informes.
Algún día de la primavera de 1946
Ahí está, en brazos de Eva, apenas un niño; pero su gestualidad, su rostro, ya mostraban algo que lo diferenciaba del resto. Fue la primera vez que lo vi y supe que era el indicado. Eva siempre se llevó bien con los chicos, pero tenía un especial olfato para reconocer a los distintos. Fueron los años en los que empecé a cultivar la paciencia (con el tiempo ese estoicismo fue puesto a pruebas, con creces) y la misma daría frutos cuando nuestros caminos se cruzaron en el bar. Igual, debería sospechado ya en ese primer momento de esta rara habilidad que lo iba a perseguir por muchos años. Con mi familia sacamos esta foto que, parece, nadie más tiene. Recuerdo que algo llamó su atención y quiso bajarse. Y por más que Eva lo llamaba para que volviera, su lugar fue tomado por otro gurrumín al que todos recuerdan e, inclusive, llegaron a confundir con Bergoglio. Hubo una ocasión en que un compañero entrado en años pareció reconocerlo y vimos cómo le brotaban las lágrimas, pero luego nos dimos cuenta de que se le había metido un bicho en el ojo y tuvimos que socorrerlo.
17 de noviembre de 1972
Largas horas bajo la lluvia esperando al General. Ahí estaban, ya en tierra y mezclados, José López Rega, Jorge Conti, José Ignacio Rucci, Lorenzo Miguel, Raúl Lastiri, Carlos Menem, Jorge Coria, Juan Carlos Gené, Chunchuna Villafañe, Ricardo Obregón Cano, Emilio Mignone, Oscar Bidegain, José María Rosa, Hugo del Carril, Leonardo Favio y Marilina Ross, entre otros. El que se avivó de esperarlo a Perón con el paraguas fue Groncho. Es más, alcancé a registrar ese histórico momento que nadie más parece recordar. Mi amigo nunca contó si fue una extrema necesidad lo que le obligó a abandonar la escena o si, como dicen las malas lenguas, Marilina le pidió algo que creyó preciso complacer al instante; lo cierto es que le pasó el paraguas a Rucci y este, ni lerdo ni perezoso, le pidió a los fotógrafos que dispararan sus cámaras y ahí fue donde Zenteno hizo la toma que inmortalizó a José Ignacio. Para cuando Groncho volvió le devolvió el paraguas, sin que este se percatara de que se había perdido un momento histórico. Le he preguntado, con el correr de los años, a algunos de los participantes de ese regreso de Perón donde vino a mostrar que le daba el cuero, si recordaban la presencia de mi amigo, pero casi todos creyeron ver en él “un simpático y extravagante empleado del aeropuerto”.
24 de marzo de 2004
Groncho estuvo ahí. Néstor se lo llevó puesto en la puerta, cruzaron unas palabras, mi amigo le cayó bien al entonces presidente y éste lo hizo pasar. Ahí se lo puede ver en la foto señalándole los cuadros que era necesario bajar. Todos recuerdan el “proceda” pronunciado por el mandatario, a Roberto Bendini bajando los cuadros, pero nadie recuerda al muchacho que estaba al lado. Excepto en ésta que guardo pegada en mis diarios, no aparece en ninguna otra. Le pregunté a Bendini si lo reconoce en la foto y me dice que no lo recuerda, que pensó era un trabajador del lugar. Yo la tomé antes de que Kirchner diera la orden que quebraría el día con ese crucial instante. Que no saliera en las otras tiene una explicación bastante lógica. La figura de Kirchner comenzó a agigantarse en ese mismo momento. Y tanto lo hizo que tapaba completamente a aquellos que estaban muy cerca de él. ¡Cómo te extrañamos, Lupín!
16 de octubre de 2017
La cancha de Racing explotaba, no cabía un alfiler y no porque jugara la Academia, sino porque ella cerraba el acto de campaña para la elección a senadores. “¡Qué placer verte otra vez! Nos decimos sin hablar, hoy todo vuelve a empezar, y será lo que ya fue”, era la premonición que sonaba en la voz de Ciro y el estadio se venía abajo. Fue el día en que aseguró “si Evita viviera votaría a Cristina y Perón a Taiana, y los dos juntos a Unidad Ciudadana”. ¡Hasta rima de lindo! Todos la recuerdan bailando sola al compás de Antonio Ríos, pero casi nadie retuvo el momento que grafica esta foto. Fueron apenas unos segundos en los que Groncho consiguió subirse a danzar con ella. ¡Por fin la Jefa lo iba a registrar! Cristina ni se enteró. En un momento sintió un ruido extraño. Giró, no vio nada raro y siguió con su baile. Algunos aseguran que a mi amigo lo engancharon justo de las piernas los guardias de seguridad y lo bajaron más rápido de lo que tardó en subir. No sería eso lo que comentan las malas lenguas, ya que adjudican el poco tiempo de Groncho arriba del escenario a su poca habilidad en estas artes. Paso en limpio: en plena cabriola, su izquierda tropezó con la derecha y todo su cuerpo cayó al vacío desde la plataforma. Nunca supe si los compas que lo vieron venir lo atajaron o simplemente se corrieron. Magullado no estaba.
Algún día de la primavera pandémica de 2020
No hay foto. No porque fuera imposible obtenerla, sino porque era necesario evitarla. Por fin Groncho está en un lugar que le viene como al dedillo. Nada de tener que andar mostrándose. Acompañado de mi familia, los carpincubanos y la cuadrilla de mulitas rompesilobolsas nos apoderamos del Ministerio de la Venganza, el cual no existe, por eso la falta de registros visuales. No tanto porque sea ultrasecreto y nadie sepa de él, sino porque nos divierte mucho que Jorge Fernández Díaz se pase semana tras semana nombrándolo, buscándolo y siga sin poderlo encontrar. Desde allí salen los informes que interpretan los eventos que los medios opositores muestran como la única verdad. Porque a la realidad no alcanza con reflejarla, se vuelve necesario transformarla cada vez más.