“Sociedad de descarte”: muestra colectiva de arte
Por Dani Mundo | Fotos: Jana Fanjul
Arte es lo que nadie colgaría en el living de su casa.
Andy Warhol
Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
Desde hace un par de años vengo teniendo dificultades para definir qué es el arte, no sólo cuando doy clases, sino incluso para definírmelo a mí mismo. ¿Qué es el arte? Me cansé de repetir el chistecito tonto que dice que “el arte” es cagarse de frío y esas bromas, en las que creo todavía, a pesar de todo. Entiendo lo que sostienen algunos teóricos cuando afirman que el artista se volvió una pyme y que el departamento más importante de esta empresa es el de prensa. Ok. Ahora, socialmente, ¿a qué llamamos “arte”? La definición que estoy aceptando en este momento es la que dio Andy Warhol allá en la remota década de 1960: “Arte es lo que nadie colgaría en el living de su casa”. Y no hay nada que uno desee colgar menos en su casa que los descartes que fabrica masivamente nuestra sociedad. En este sentido, la muestra que visité el otro día en la galería Gachi Prieto: “Sociedad de descarte”, hizo que me reconciliara con esa experiencia que había creído falseada hasta su extinción, me refiero obviamente a la experiencia del arte. Allí había cosas que nadie colgaría en su casa.
Es una muestra colectiva de una decena de artistas (Aguirrebengoa, Fanjul, Leavy, Piserchia, Puricelli, Rademaker, Reiter, Saffarano, Segré, Tommasi) y tres curadorxs (de Oromí, Rolón, Sandoval Velásquez) que está montada hasta el 8 de enero —alguna vez tendré que escribir algo sobre la función del curador en el campo artístico postmoderno. La galería, por cierto, no parecía un desecho o un descarte urbanístico o social, más bien era una de esas cápsulas blancas en las que se convirtieron las galerías de arte que crecen en Palermo y Chacarita. Es un paréntesis minimalista en una realidad nacional que se destiñe como un decorado coloreado con tempera. Al fondo hay un patio amplio rodeado de enredaderas. Hermoso.
Había obras tan disímiles que me resultaría engorroso agruparlas bajo un único concepto, salvo este: los temas a los que refieren, o los materiales con los que están producidas, provienen de los descartes que propala nuestra sociedad consumista. Nada mejor para comprender una sociedad que hurgar en sus desechos. Quién te dice, tal vez en esta Sociedad de Descartes pueda verse un perfil de nuestra sociedad dependiente.
Encontré otra constante en esta muestra colectiva: nadie, o en todo caso muy pocos artistas le pusieron nombre y ficha técnica a la obra, en un esfuerzo por que la obra signifique por sí misma, sin el complemento fatídico del discurso explicativo —otra hipótesis sostiene que frente al narcisismo desbocado de nuestra sociedad, los artistas empezaron a elegir el anonimato como forma de destacarse (¡qué lindo sería!).
Hasta acá, ok, entiendo todo. Pero advertí también otra cosa. Es una percepción, no una certeza, pero viene pareciéndome que una obra ya no es una cosa unitaria o terminada, sino que una obra incorpora en su definición los materiales con los que está hecha (en este caso, los desechos), y también el proceso productivo, la forma en que fue creada. Cuando recorrí Arteba acompañado por mi amigo Andrés Arzuaga, ya había advertido esta característica. Andrés conoce a todos o casi todos los artistas contemporáneos (por lo menos a todos los que exponían en Arteba), pero principalmente conoce su obra y conoce el método de producción que caracteriza a cada uno y los materiales con los que esas obras fueron creadas. Una cosa es ver un fragmento de una gigantografía recortada en un pasillo, y otra muy distinta saber que lo que estás viendo formaba parte de la pared callejera sobre la que está pegada todavía la imagen. Así, en muchísimas de las obras que me comentaba, la significación provenía básicamente de los materiales y las maneras en que había sido procesada. Provenía del medio material y no de la superestructura exhibida. Saber el material que se utilizó y la forma en la que se lo usó incide determinantemente en el sentido de la obra. En este colectivo jovial que recupera el descarte se percibe esta tensión que marca, según mi interpretación, la totalidad del campo del arte contemporáneo.