Bifo Berardi: “El caos no se combate con la guerra porque la guerra se alimenta de él”
Por Branco Troiano
Colapso psíquico. Digerir la pandemia, digerir la guerra y pensar una nueva forma. ¿De qué? De organización. ¿A partir de qué? De la contemplación de una variable que se le suma a la económica: la psíquica. Para eso, el foco se dirige a las y los jóvenes, a su desazón, a su depresión, ¿a su resignación? Apunta Bifo:
“Tenemos que elaborar una modalidad de nueva armonización. A mí me ha hecho mucha impresión la palabra resign, en el idioma inglés. La resignación. Es una palabra que en mi cerebro materialista no suena bien. Es aceptar lo intolerable, la explotación, la humillación. Pero, hay otra manera de entender esta palabra: cuatro millones y medio de obreros americanos decidieron en los últimos meses no volver a su trabajo, una huelga de proporciones enorme, definitiva (parece). Al mismo tiempo, las mujeres en casi todo el mundo, de China por ejemplo, no aceptan la idea que procrear sea su absoluto deber. La procreación es muy cuestionada en la concepción no solo femenina de nuestro tiempo…. La democracia, las reglas de la legalidad… no funcionan. Tenemos que intentar formas nuevas. El problema es que esta intención necesita una subjetividad feliz, colectiva. En este punto veo el problema principal de hoy: ¿Cómo podemos construir las condiciones de una vida feliz?”
A continuación, otras de las apreciaciones que el filósofo y escritor italiano fue deslizando en el diálogo organizado por Caja Negra Editora.
Extinción, fin de la expansión - Pandemia y guerra como umbrales
La extinción es el horizonte que todos conocemos en nuestras vidas individuales. Entonces me interesa partir de esta conciencia removida, removida en el sentido de un olvido que borra algo que no podemos conocer… la muerte. La remoción de la muerte es un problema que ahora se manifiesta en la historia del mundo. He leído la última novela de Houellebecq, no es su mejor libro, pero es la historia de una enfermedad terminal, que es la enfermedad terminal de Occidente, de la cultura dominadora, blanca cristiana e imperialista. Hay un agotamiento que es al mismo tiempo demográfico, económico y psíquico, y cultural de la raza dominadora. Digo raza, pero no significa nada, es una cultura. Es un modelo antropológico que ha removido la muerte en el nombre de un futuro en permanente expansión. Es el capitalismo, que se funda en esta obsesión de un futuro como crecimiento, crecimiento infinito. Ahora hemos llegado al fin de toda posibilidad de crecimiento infinito porque los recursos físicos, ambientales, psíquicos, nerviosos del planeta están agotándose. Saben que no soy un psicoanalista, entonces no he escrito el tercer inconsciente como un libro de psicoanálisis. No hay un tercer inconsciente, me diría el viejo Freud. El inconsciente no tiene una historia, ya lo sé. Pero la metáfora que me interesa es decir el problema principal de la crisis pandémica y post pandémica es la impotencia del pensamiento blanco, el pensamiento único, futurista, tecnocrático. Y la guerra me parece que nos habla de una crisis psicótica de un cerebro blanco, dos viejos psicóticos se enfrentan en la escena del mundo.
Híper estimulación, extractivismo de recursos nerviosos, ansiedad, depresión
Todos hemos leído la narración de trabajadores cognitivos que trabajan para las grandes compañías tecnocomunicacionales, todos conocemos la híper explotación, el trabajo cognitivo precario en condiciones de competencia constante. En las décadas del capitalismo digital lo que ha pasado es una aceleración del ritmo de explotación del tiempo nervioso de la humanidad. Yo creo que se puede relacionar este salto con la reducción de la tasa de provecho anterior de las condiciones industriales. El trabajo obrero era capaz de imponer condiciones cada vez más favorables a nivel salarial y al mismo tiempo había problemas tecnológicos de salto, de dimensión en la extracción del provecho, pero en este salto el nuevo recurso que se trataba de someter a la expectación era el tiempo de vida mental de una parte de la humanidad. Se trata de agotamiento nervioso en un sentido muy clásico, es que la manifestación evidente de este agotamiento. No soy psicoanalista, no hablo de psicoanálisis, hablo de categorías teóricas que vienen del campo psicoanalítico para explicar un fenómeno de carácter social, y económico también.
Trastornos de ansiedad y medicalización, un escenario agudizado por la pandemia
Lo que más me ha interesado en los últimos dos años y me sigue interesando es la reacción de los jóvenes. He intentado con una investigación, haciendo preguntas a jóvenes amigos sobre cuestiones que tienen que ver con la imaginación de un futuro, con la afectividad, el erotismo, ese es el objeto que me parece más importante, no solo desde un punto de vista psicológico, sobre todo por un proceso de subjetivación, de resistencia, o de autonomía, o de reinvención en el futuro que puede partir de este trauma y de la manera en que podremos elaborar este trauma. Los trastornos psíquicos no son un fenómeno nuevo. Las últimas décadas han visto un incremento enorme del sufrimiento mental y de la psicofarmacología. Pero la pandemia ha creado no solo una rápida expansión del suicidio juvenil, depresión y ansiedad, no solo eso, ha producido también una nueva orientación, una nueva expectation, una nueva manera de esperar el futuro, no en el sentido de la esperanza: en el sentido de la imaginación. La pandemia nos ha obligado a reconocer que el caos no se puede combatir con la guerra, no se lo puede dominar con la racionalidad científica. La ciencia es muy importante, pero es impotente frente a la imprevisibilidad; no totalmente impotente, pero la potencia del caos se va difundiendo con el virus. El pánico producido por el virus se está multiplicando con los efectos del colapso, sobre todo colapso psíquico de la civilización occidental.
Capitalismo como abstracción de toda riqueza, y al mismo tiempo como caos. ¿Cómo son pensables, frente al caos, formas de acción, de organización?
Antes que nada, el caos… ¿Qué es? En el último capítulo del libro de Guattari… Cito siempre a su definición del caos. El caos no es ni un amigo ni un enemigo. Puede ser un enemigo muy destrozador o un amigo, eso depende del cosmos, de la capacidad de transformar al caos en un nuevo cosmos compartido, compartido por todos, o por algunos. El punto es que el caos no se combate con la guerra porque la guerra se alimenta del caos, entonces qué es el caos. No hay caos en el mundo, en la realidad: el caos es una relación entre el ritmo de la mente humana y el ritmo de los acontecimientos significativos, relevantes, es cuando el mundo va demasiado veloz, demasiado rápido, por una elaboración emocional y racional de los acontecimientos. La política, que ha sido un arte, una técnica muy eficaz durante la época moderna, es la capacidad de reducir una parte del caos universal, relevante, a la voluntad. La potencia del gobierno racional ha sido eficaz durante la época moderna cuando la relación entre mundo conocido, mundo relevante, información y capacidad de elaboración de la mente humana tenía un nivel de equilibrio que denomino “crítico”, la capacidad crítica, la capacidad de gobernar, de prever. Esta relación no existe, ha terminado de existir, desde cuando la proliferación infinita de los signos que producen efectos semióticos y nerviosos ha explotado. El efecto de la híper aceleración es un efecto de caos en este sentido. Al mismo tiempo, se construyen máquinas automáticas de control, organización de la existencia social. La captura de masas, la inserción de inteligencia artificial al interior del proceso, la creación de infraestructura globales como la sanitaria, la militar, la financiera, construye un automa que intenta gobernar el caos. Hay como una dinámica de integración y de conflicto entre el caos y el automa global. Ahora me parece que el caos está prendiendo una fuerza superior. Tenemos que cartografiar día por día esta dinámica, para intentar buscar líneas de fuga que nos permitan salir del dominio tecno totalitario, creando islas que convivan con el caos.
La Era de la asfixia
Asfixiante… Sí, la asfixia es una de las metáforas que prefiero. Pero al fin todos estamos respirando. ¿Y por qué respiramos? Porque intentamos pensar juntos, que me parece la sola vacuna contra el pánico y contra la depresión. Pensar, que significa al mismo tiempo imaginar y buscar líneas de salida de nuestra misma imaginación de un futuro asfixiante. Ya lo hemos logrado. Tal vez lo volvamos a lograr.