Norita Cortiñas, nuestra heroína
Norita es nuestra heroína. Sus poderes son la inquebrantable valentía, la incesante memoria y la capacidad para transformar el dolor en lucha. Recurre al intelecto sin olvidar el corazón. No vuela, camina incansablemente. No duerme jamás, sueña con un destino mejor. En sus mil y una batallas nunca mató a nadie; como Gandhi, su lema es la no violencia. Es pequeña, pero sólo si nos remitimos a su estatura con la que disimula su tremenda fortaleza, que no es sobrehumana, todo lo contrario. Su traje no es una armadura de acero, es un pañuelo blanco sobre su cabeza y la imagen de su hijo desaparecido sobre su pecho. Su refugio: la Plaza de Mayo.
Quién, mejor que ella, pueda explicarnos qué sucede cuando aparece la crueldad de los villanos, cuando la dignidad es bastardeada y pisoteada la belleza del buen vivir. Norita sabe de las eventualidades del paso del tiempo y de los efectos del curso de la vida inscripta en una historia. Norita transmuta las miserias humanas en esperanza activa y con su amor de Madre en marcha va diluyendo las piedras del odio y el olvido. Es nuestra heroína, pero no se la cree. Busca calmar a los que tienen hambre y sed de justicia. Es tan necesaria, que en la fecha de su nacimiento se celebra el día mundial del agua.
Norita transmuta las miserias humanas en esperanza activa y con su amor de Madre en marcha va diluyendo las piedras del odio y el olvido.
Norita, que antes de la desaparición de su hijo Gustavo, el 15 de abril de 1977, era Nora, una mujer como las de antes, dentro de su hogar, al servicio de su familia. Pero los emisarios del horror desarmaron la estructura de su hogar y la empujaron a la calle. Luchando contra la liga de los dictadores, se fue convirtiendo en nuestra heroína. Su compromiso no es sólo con la aparición de su hijo, sino con toda violación a los Derechos Humanos. Donde hace falta su presencia, Norita está, ahora y siempre. Hay testigos que aseguran haberla visto en dos lugares al mismo tiempo. En medio de la noche más oscura, Norita puede avanzar entre amenazas, balas y gases lacrimógenos, llegar hasta los confines de las verdades más ocultas, entrar en la habitación del mal, abrir y revolver los cajones cerrados del olvido, y salir para recordarnos qué pasó en este país tan desmemoriado. Entre pesadillas, achaques y golpes, siempre pudo renacer en la corriente de la vida. Pero aún así, hay un secreto que aún no pudo develar y que la desvela: dónde está Gustavo, su hijo desaparecido.
Sus 93 años son una fiesta porque Norita sigue viva, recorriendo la ciudad de la furia y la corrupción, denunciando a los malvados y perversos.
En El lado Norita de la vida se congregan quienes quieren vivir en un mundo con Memoria, Verdad y Justicia; gente que cree en el bien. Norita, Madre de Plaza de Mayo, pequeña gigante, nunca bajó los brazos ni su ser solidario. Es amiga del pueblo malherido y camina junto a los seres más excluidos. Sus 93 años son una fiesta porque Norita sigue viva, recorriendo la ciudad de la furia y la corrupción, denunciando a los malvados y perversos, dejando las huellas de la memoria, enseñando el camino que hay que andar para que un día al fin podamos vivir en paz.
Cada noche, me dijo hace unos días, agradece haber vivido y pide otro amanecer, que con eso le es suficiente. Pide un día más porque nuestra heroína sabe que este mundo inacabado y cruel, todavía necesita de su presencia. Por eso, cuando se activa la señal de algún mal o alguna injusticia, Norita deja lo que esté haciendo, se calza el pañuelo blanco sobre su cabeza, lo ata en su garganta poderosa, ubica sobre su pecho la imagen de su hijo desaparecido, y sale a la calle, a luchar por un mundo mejor.