Emiliano Scaricaciottoli: “Yo no quiero transgredir, quiero trascender con mi escritura”
El pasado viernes 23 de junio se presentó en la sala Lacks del Centro Cultural de la Cooperación, Gusanos, segunda novela de Emiliano Scaricaciottoli.
Defensor a ultranza de una literatura de combate, en este nuevo título, el autor se sumerge en las capas más profundas de una institución escolar de gestión privada.
Sin claudicar, sin edulcorar, sin “moderar” -según sus propias palabras- las páginas de este libro se hunden hasta donde la luz no llega, buscando en las raíces de la podredumbre, los intersticios donde también puede llegar a habitar la belleza.
Con motivo de este lanzamiento, APU mantuvo la siguiente charla con el escritor.
Agencia Paco Urondo: En tu primera novela, Fundidor, describiste una ciudad hostil donde el protagonista deambula y se desarrolla. En este libro son varios los personajes y el lugar es uno solo, más pequeño, la institución donde trabajan y se vinculan. Sin embargo, se percibe entre una y otra una especie de continuidad, como si fuera de alguna manera una segunda parte. ¿Cuáles son los links entre una y otra?
Emiliano Scaricaciottoli: Coincido y sí, está totalmente pensado como una constelación de personajes que transitan diferentes instituciones que responden -como siempre- a un Estado regulador y persecutorio de aquellas subjetividades o personajes que se permiten un giro malestarista en la cultura. Porque de fondo el problema es, así como en Fundidor, la cultura. Hoy, en el plano de Gusanos, muy institucionalizado como es la escuela, a mí lo que me interesa es revertir esa confianza necia, a lo “Cris Morena”, de una juventud despierta, con sueños, con transgresiones. Los más bravos de nuestra juventud aún están silenciados. Por eso me interesa pensar la juventud en clave de enemigo. Son el enemigo de la humanidad, me banco esa tesis, esa lectura y son la única barricada entera que queda, contradictoriamente. El efecto de continuidad está, entonces, ahí, en ese plano en el que hay un piberío que se desencuentra -gratamente- del mundo de los adultos, de nuestro mundo y que se encuentra en la guerra. La juventud debe tener sus enemigos y sus guerras. No me cabe este afán celebratorio de la generación “cristalizada”, o “granizada” como dice y juega mi amigo, poeta y editor de Gusanos, Alberto Cisnero.
APU: ¿Se puede pensar en una trilogía? ¿Por qué?
E.S.: Escribo casi todo en ese esquema ternario. No por síntesis, por buscar un cierre sintético, sino por el contrario: hay siempre tres caminos en la entrada al laberinto. El de la cultura; el de la contracultura (burguesa, obvia, infantil); y el de lo increado. Ese es el libro que se viene. El más duro, quizás, porque refiere a mi tendencia conservadora. Soy un escritor que apuesta a la novela -en este caso, porque he escrito y se me agencia con justicia del lado del ensayo- de un mundo que ya no existe. No una utopía, al contrario. Habilitar el caos. Creo que la tercera novela cierra ese círculo que abrió Fundidor, es decir, se consolida una literatura caoísta. Y además, un género o poética poco trabajada en la Argentina y en el mundo, que es la novela mágica. Hay pocas y son pocos quienes se inscriben en esa tradición.
APU: En la construcción de los siete capítulos hay un anclaje en un personaje específico que centra y nuclea el relato. No es difícil encontrar un claro guiño al Larvas de Castelnuovo, pero cruzado con cierta numerología. ¿Cómo juegan estas referencias en el relato?
E.S.: Sí, hay un juego con Arlt y con Dostoievski, y eso remite a que fueron escritores que no se pudieron anclar nunca. En un no-lugar grato, divertido. Vos pensás que ahí hay denuncialismo y en realidad hay un juego con el lenguaje. En estos años de adultez me reconcilié con Castelnuovo y con Arlt por vía de Osvaldo Lamborghini. Esa es la línea que milito. Nada de esa cosa llorona, como decía Osvaldo, de los albañiles que se caen de los andamios, lo psicobolche que le gusta a un sector progresista masivo y mainstream en nuestro país. Prefiero que el albañil sea un hijo de puta más. No veo bondad en esas subjetividades. La bondad no me conmueve. Me conmueve el mal.
“Necesito escribir para no olvidarme quién soy, de dónde vengo, qué intereses represento. En este mundo careta eso molesta”.
APU: Además de Castelnuovo ¿con qué otros autores del pasado y del presente dialoga la novela?
E.S.: Te decía, creo que está en la línea de Germán García, Lamborghini, Pablo Chacón, el Turco Asís. Y siempre hay una temporización interna de la narración que es un afano al gordo Soriano, que fue, para mí, el mejor de todos. El más bravo. En cuanto al presente, a mis correligionarios, me siento identificado con los que nos hemos formado bajos las filas de una militancia que tampoco ya existe. Por eso el Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino (GIIHMA ) y el Seminario Permanente de Estudios sobre Rock Argentino Contemporáneo (SPERAC )para mí fueron escuelas de escritura. Las escuelas de lectura llegaron mucho antes, de la mano de Laura Estrin, fundamentalmente, y de ese linaje que dejó Nicolás Rosa. Yo milito la línea de Nicolás Rosa, ya no la de Viñas, ni la de Ludmer. El psicoanálisis me sigue pareciendo, así como el heavy metal, las narrativas más hermosas del siglo XX y que resisten al ablande del siglo XXI.
APU: En tu registro de escritura se nota un deliberado corrimiento de las tendencias en boga, antes que conformar al lector o entretenerlo pareciera más como si quisieras increparlo o incomodarlo. ¿Es así?
E.S.: Claro, el lema es “contra la moderación”. No hago empatía con nada. La tendencia conservadora que predico es la apatía. Los griegos lo entendieron bien. Nosotros deformamos todo porque somos débiles y buscamos permanentemente aprobación. Yo no quiero transgredir, quiero trascender con mi escritura. Y ese acto es de individuación. Quiero decir que no busco guita o premios, ni un círculo de escritura, ni esa pedorrada de la comunidad de escritores. No. Necesito escribir para no olvidarme quién soy, de dónde vengo, qué intereses represento. En este mundo careta eso molesta. Bueno, bienvenidos a la molestia.