Libros: "La vejez oculta", eso que hacemos para prescribir el dolor
Este es un libro sobre la vejez, pero también sobre el duelo, el de la enfermedad y el de la muerte. Ese duelo que empieza cuando aún hay cuerpo y el que permanece alojado mucho después. También es una intención, la de registrar mecánicamente una experiencia personal para volverla colectiva, la de Alicia, la mamá de Esteban Rodríguez Alzueta, y su vejez confinada. Pensarnos viejos antes de tiempo como provocación al disciplinamiento al que nos subsume el deterioro y la pérdida.
"La vejez oculta: cuadernos de asilo" publicado por la Universidad Nacional de Quilmes es un recorrido por la enfermedad de Alicia, la madre del autor. Una enfermedad signada por el deterioro y por el duelo. Un duelo anestesiado en el tiempo. Esa madre que ya no es y una mujer que apenas recuerda. Un duelo ruidoso repleto de diálogos ausentes. Un libro lleno de pistas, paráfrasis y evocaciones al cine, a la literatura y a la academia. Una reflexión sobre lo que nos rodea, al desgano hecho política, a la falta de empatía y voluntad de quienes gestionan o de quienes hacen del abandono una forma de gestión.
Esteban es magíster y doctor en Ciencias Sociales, docente e investigador. Escribe con impronta académica pero también por hábito, con necesidad urgente por hacer visible lo que las sociedades esconden y encorsetan. Este libro que forma parte de la serie Punto de encuentros de la colección Textos y lecturas en ciencias sociales no tiene género, pero si una métrica. A través de su voz, evoca testimonios ajenos para definir aquello que nos aleja, la vejez de otros y la nuestra.
De alguna forma me niego a apartar este libro de la literatura, aunque sus márgenes rebalsen en evidencia empírica y citas históricas. Para quienes vivimos la demencia senil y el Alzheimer de cerca, se vuelve imposible separar el método de la necesidad de resignificar la enfermedad, sin darle la espalda al deterioro del que fuimos testigos.
Lo que pensamos de la vejez y de la muerte está atravesado por múltiples elementos: rutinas, capacidades, historia y territorio. Las herramientas que tenemos para gestionarla también. Poder adquisitivo, disponibilidad de tiempo y acceso a distintos tipos de asistencia. ¿Asumimos el cuidado en primera persona o lo tercerizamos? ¿Somos quienes acompañan o somos los acompañados?
La observación atenta de Esteban en sus cuadernos es una descripción precisa sobre esa memoria muscular que se resiste cuando el resto de las cosas empiezan a desaparecer, cuando los recuerdos compartidos se olvidan y sólo queda un presente que se repite. Pero también es un debate presente sobre un problema social. El geriátrico como una institución donde se organiza y protocoliza la muerte. La muerte como un trámite aislado que debe ejecutarse en soledad.
Este libro me llevo tiempo. Necesité volver páginas atrás y descansar sobre sus márgenes. Es difícil enfrentarnos al deterioro y a la vejez, aunque sea en palabras. Nos obliga a invocar nuestras experiencias y nuestros muertos y eso también es una forma de duelo. Vale el tiempo hacer este recorrido que nos propone Esteban sobre temas que, muchas veces, decidimos ignorar hasta que nos atraviesan. Mi recorrido fue incómodo, doloroso y necesario. Las palabras de Esteban nos expulsan de la parálisis cotidiana, resignifican el duelo y los restos que nos quedan cuando la muerte se hace acto, cuando deja de ser una invocación y se hace verbo. Un libro que, sin dudas, tiene el peso de las despedidas.