Vivian Luz: “Celebro pasar por esta vida bailando”
Vivian Luz es directora, coreógrafa, bailarina y maestra de danza contemporánea. Ha venido desarrollando, en forma simultánea, una labor ininterrumpida en el área de la investigación y experimentación del movimiento. Desde 1977 dirige su propio Estudio. Su primera formación fue en técnica clásica. Estudió danza contemporánea con los profesores Ana Kamien, Renate Schotellius, Ana Itelman, Bellini, Adriana Coll, Freddy Romero, Susana Ibáñez, Graciela Concado, Moira Chapman, Lía Jelín. Se formó en teatro, se aproximó a técnicas alternativas como Tai-chi chuan y swásthya yôga. Debutó como bailarina en 1969 en la compañía de Ana Kamien y desde fines de los setenta se inició como coreógrafa. Ha actuado en los principales escenarios y centros culturales de Buenos Aires dedicados a la danza no oficial. Sus obras revisten un carácter más conceptual que narrativo y tienen una fuerte intención visual. Ha incursionado en la realización de video danza (Rarae avis y 10.30 Café) y realizado coreografías para obras de teatro, participando como actriz bajo la dirección de Julio Ordano y Daniel Marcove. Actualmente es miembro de la comisión directiva de COCOA (coreógrafos contemporáneos asociados) y se dedica a la docencia en su propio estudio y en el de Julio Bocca mientras sigue desarrollando el trabajo de investigación con su compañía “Los celebrantes”, creada en 1989, apuntando a una síntesis entre el movimiento, la actuación y la propuesta plástico escénica. Son sus obras más destacadas: Desencuentros(1981), El Carro (1982), En la orilla (1985), Anatomía violenta (1998), Elipsis(2000), Redada (2002), Bifronte (2004), La metamorfosis, el cambio final (2007) , Serán otros los ruidos (2010), Dónde mejor que en casa (2014), Los Restos (2018). En el año 2022 recibió una “Distinción a la trayectoria”, Premio Argentores.
Agencia Paco Urondo la entrevistó para conversar sobre la publicación de su libro Vivian Luz Baila y del próximo estreno del documental El tiempo es un cuerpo.
Agencia Paco Urondo ¿Por qué un libro autobiográfico y un documental, ahora?
Vivian Luz: La primera idea, a mis 70 años, fue dejar material que reflejara mi camino artístico. Abordé primero la creación de una videoteca con todas mis obras coreográficas. Luego el proceso derivó en la escritura de la autobiografía con eje en el material de archivo de mi danza, desde los setenta hasta nuestros días. Me reencontré, entonces, con mi primer amor, ya que publiqué un libro a los 18 años de relatos poetizados y estudié la carrera de Letras en la UBA. Un director de cine, más tarde, se interesa en realizar un documental mediometraje con eje en el pasaje de los códigos de movimiento de generación en generación, e incluye algunos textos de aquel primer libro, Las iniciales de la memoria. La película se llama El tiempo es un cuerpo.
APU: ¿Sentís un antes y un después de esta experiencia vital de publicar el libro y lograr el documental?
V.L.: Sí, en efecto, una manera distinta de acceder a mis obras conectadas con lo corporal, me despertó cierta paz interior. Me sentí reconocida a través del libro por la comunidad de la danza, lo que reforzó mis ideas sobre la actividad que culminó con el homenaje a Danza Abierta (Abrir Danza Abierta) al que fui convocada el año pasado para reeditar una obra de los 80, en el CCK: Textos otros. Comienza una etapa en la que aflora el entrecruzamiento de la literatura y la danza en forma más visible.
APU: Hablás de tus primeros setenta años ¿Cómo ve este cuerpo de hoy a la bailarina joven y cómo ve aquella adolescente a la de hoy? ¿Hay una noción de cuerpo implícita en este recorrido de tu obra?
V.L.: Creo que sí. Cuando veo mis videos de los ochenta y noventa no lo puedo creer, porque siempre tuve la percepción de que yo no era una buena bailarina, que compensaba con otro tipo de recursos, dramáticos y emocionales...
APU: ¿...que no te percibías una buena bailarina?
V.L.: Es que los parámetros de aquella época son criterios antiguos, hoy: cuánto levantaba la pierna, cuánto giraba, qué equilibrio, qué velocidad, qué reflejos. Mi maestra en ese momento era Ana Kamien, una maestra muy exigente con la técnica y a pesar de que hacía obras experimentales, en lo experimental había técnica, había empeines, apertura, velocidad. Había prolijidad y acabado, cosas que extraño en la producción hoy, en improvisaciones donde a veces se divierten más los intérpretes y no tanto los espectadores.
Pero volviendo al cuerpo, la miro a aquella Vivian con admiración por su audacia; me metía con temas que en aquel momento eran un poco tabú. Mi obra Textos otros se basaba en la idea de que los solos de las bailarinas tenían algo de masturbatorio, algo de "si te gusta bien y si no también”. Yo creo que ni me daba cuenta de lo que hacía. Después, sentí que estos monólogos eran muy cerrados en sí mismos y empecé a trabajar con grupos.
Y en relación al paso del tiempo en el cuerpo, acabo de terminar un documental, El tiempo es un cuerpo. Lo que ocurre como proceso cuando una está conectada con el cuerpo desde muy joven, es que empieza a tener su fuerza el caudal de la experiencia, de la reflexión, de asentar algunos pensamientos que tenía a los 30, pero que se sostienen a los 70, comprobar que eso era un buen camino. Eso da un sostén, una seguridad: ya no importa tanto si una no puede con la técnica a los 70, pero hay algo de la manera en que se pisa la escena o las clases- el lugar donde se prueba el material a futuro- hay algo en la manera distinta en que se habitan estos espacios de investigación.
APU: En esta instancia, con la publicación del libro y el pronto estreno del documental, ¿qué pensás de indicadores como "éxito" o "fracaso" en el arte?
V.L.: Tanto el éxito como el fracaso son puntos de llegada y creo que el arte es un impulso primario, lo que te arrastra a, sin red. Después, puede haber una consecuencia de éxito o fracaso. En nuestro medio estamos acostumbrados a ser vanguardia, que en ningún lugar del mundo es "mucha gente". La danza, además, es como la Cenicienta de las artes, siempre relegada.
Así que hablar de éxito o de fracaso no es una de mis coordenadas. Siempre es ese impulso primario, el ver en escena alguna fantasía, sueño o delirio y eso ya es suficiente. Por supuesto, armar una obra, sostenerla en el tiempo, es mucho más difícil hoy que cuarenta o cincuenta años atrás. Esta parte, el aspecto de infraestructura y gestión que sostiene la presencia de una obra, cada vez me cuesta más y tal vez me impide hacer una obra por año, como lo hacía hasta hace un tiempo.
APU: Tu padre fue Gyula Kosice, el gran artista plástico, escritor, poeta y hablás de él en tu libro. En relación al pasaje de la experiencia artística de generación en generación ¿cómo sentís tu relación con él y cuál es su influencia en tu trabajo?
V.L.: Lo que heredé de mi padre es ser una autodidacta. También veo su influencia en mi necesidad de crear algo original, único, genuino. Que se despegue de la moda o de lo aceptado. Que sea verdadero y también de avanzada, de vanguardia, que esté un pasito más adelante. Por ejemplo, creo que fui la primera en empezar a trabajar con músicos en vivo, cantantes y músicos electroacústicos, que improvisábamos y coreografiábamos a la par. O trabajar con prótesis gigantescas que deformaban el cuerpo. Yo veía por ahí, desde muy niña, ese empuje creativo y audacia artística.
APU: ¿Algo para cerrar, Vivian, algo que nos haya quedado sin decir?
V.L.: Que celebro pasar por esta vida bailando. Podría haber sido de otras maneras. En algún momento dudé si iba a escribir (quería ser escritora, hice la carrera de Letras), pero sigue ganando el cuerpo al pensamiento puro.
APU: ¿Escribís bailando, bailás escribiendo?
V.L.: Creo que sí. Escribo algunas frases, grabo otras, pero en general sospecho que finalmente van a ser plasmadas en una obra de danza.