Lo que dejó la lucha de Mariano Ferreyra, por Horacio Bustingorry
La cobertura inicial realizada por la Paco apuntó todos sus cañones a Duhalde. Partimos de entender el hecho como un ataque al gobierno nacional y un intento desestabilizador por parte de la derecha. Si bien todo el arco mediático opositor utilizó lo sucedido para deslegitimar a Cristina y ligar a Moyano con el hecho, la sola denuncia de estas operaciones no bastaban para entender la complejidad de lo sucedido y las implicaciones derivadas. Una cobertura de ese tipo es comprensible en un programa como 678 donde la defensa del gobierno tiene los límites de todo negocio empresarial y la necesaria reivindicación de la gestión nunca incorpora los elementos conflictivos de las sociedades capitalistas periféricas. En cambio para una Agencia del campo popular el error fue grave ya que los espacios militantes siempre debemos tener un oído puesto en los reclamos del pueblo. En esta nota intentaremos profundizar la mirada y descartar el enfoque conspirativo inicial.
El asesinato de Ferreyra mantiene vigente el reclamo por juicio y castigo a todos los culpables al cual adherimos y apoyamos. Actualmente son diez los procesados en la causa incluido el sindicalista-empresario José Pedraza. En ese aspecto los avances han sido esperanzadores. Sin embargo, las implicancias del homicidio no se agotan en ese punto y nos introducen en cuestiones más estructurales relacionadas con las condiciones laborales existentes en el país.
Lo que la muerte de Mariano expuso de manera trágica es un elemento del modelo kirchnerista que está pendiente de solución: la precarización laboral en sus diferentes variantes. Si bien se han dado algunos avances en este sentido el problema sigue vigente. La política económica del kirchnerismo logró algo admirable que constituye una contratendencia del capital a nivel mundial tanto en momentos de recesión como de crecimiento económico: disminuir la desocupación en varios puntos. Pese a ello, los altos índices de actividad económica y el fuerte ascenso del empleo agravaron el problema de la informalidad en algunas áreas económicas.
Desde que asumieron los gobiernos kirchneristas supieron pararse sobre el conflicto social y direccionar las demandas populares para que tengan una resolución favorable al campo popular. El repertorio de luchas y reclamos de los 90 llegaron a buen puerto gracias a la intervención de Néstor y Cristina. Sin embargo actualmente existen algunas demandas que plantean nuevos desafíos y renovadas formas de conflictividad social. En el caso ferroviario las dificultades planteadas al kirchnerismo por este nuevo tipo de conflictos generaron un lugar vacío que fue ocupado por diferentes organizaciones de izquierda las cuales se pusieron a la cabeza del reclamo de los tercerizados. Nunca está demás recordar que en un capitalismo periférico como el nuestro, gran parte de las transformaciones sociales se materializan luego de arduas disputas.
El intento de frenar las demandas de los tercerizados provino de la propia dirección de la Unión Ferroviaria. La conducción del sindicato actuó con una lógica empresarial y divisionista de los trabajadores con el objetivo de mantener los negocios del gremio en las empresas de servicios ferroviarios al estilo de Cooperativa del Mercosur y en la propia administración de la UGOFE. La lista verde de José Pedraza logró legitimidad entre algunos trabajadores de la línea Roca al instalar la idea de que el ingreso a planta del personal precarizado ponía en riesgo sus conquistas.
Luego de la privatización de los ferrocarriles la Unión Ferroviaria se quedó con nueve mil afiliados y una caja mucho más chica para repartir entre sus seguidores. De esa manera la posible incorporación de los tercerizados fue vista como una amenaza ante ciertos beneficios otorgados por el gremio. En ese sentido el accionar de la verde tuvo un típico componente fascista donde un grupo de trabajadores cuyos ingresos los ubican en la clase media, atacó a un sector de laburantes que vive en condiciones más duras.
Una vez desatado el conflicto el gobierno debía darle una resolución política y así lo hizo. Luego de algunas vacilaciones, el Ministerio de Trabajo incorporó a planta a más de tres mil quinientos trabajadores ferroviarios dando un nuevo paso en la profundización del modelo kirchnerista. Sin embargo el problema de los tercerizados no ha sido puesto en el debate público de manera sistemática.
El asesinato de Mariano debe poner en discusión esa asignatura pendiente. Las condiciones de trabajo precario no sólo existen en el ámbito ferroviario sino en otros rubros como el automotriz, sector que ha sido clave en estos años para el crecimiento de la economía, el incremento del empleo y el fortalecimiento del Mercosur además de generar un record histórico en la producción de automóviles. Pero que también mantiene altas tasas de trabajo informal. Por eso, para que el homicidio de Mariano no quede impune y la justicia no pase solamente por el castigo de los autores de su crimen será necesario romper con esta modalidad de capitalismo que genera empleo y que sacó a muchos compañeros de la miseria de los 90 pero que es insuficiente para generar trabajo digno como tradicionalmente lo ha hecho el peronismo. Si el kirchnerismo lo logra la lucha de Mariano no habrá sido en vano.