Por qué nos cuesta tanto un editorial sobre Moyano
Desde la Agencia Paco Urondo siempre hemos dado una enorme relevancia a la actividad gremial. Dentro del conjunto de las fuerzas sociales de Argentina, la clase obrera organizada tiene un rol destacado, de “columna vertebral” al decir de los peronistas.
No menos cierto es que en la tradición política latinoamericana, los marcos organizativos del Pueblo trascienden al sindicalismo. Debido a su aparato productivo fragmentario, de enclave, la clase trabajadora reviste de múltiples formas, desde el asalariado formal hasta el autónomo sin patrón visible, pasando por el profesional urbano o rural.
Es así que todas las avanzadas populares latinoamericanas se han dado en frentes policlasistas, movimientistas, que son compensados con una fuerte centralización en su conducción. Tanto así es que fenómenos individuales como la muerte de los conductores han debilitado estos procesos: Allende, Torrijos, Perón, Duarte. En síntesis: en América Latina, la clase obrera formal no conduce al Pueblo sino en amplios frentes con dirigencias ajenas a su marco organizativo inmediato. Por ejemplo, ha habido más militares (Chávez, Humala) de lo que a muchos les gustaría aceptar.
Se podrá matizar sobre los reclamos puntuales de Moyano, todos muy razonables. Lo que es inaceptable es su ofensiva contra la conducción del campo popular en Argentina, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En este aspecto, nos es indiferente el infantilismo de quién comenzó. “La conducción conduce y el resto acompaña”, otro decir peronista.
Las elecciones que Moyano organizó para este jueves 12 cristaliza esta discusión. Los sectores críticos de la conducción del campo popular argentino (el moyanismo) y quienes no la cuestionan (los gordos más los “independientes”).
Ahora, toda esta complejidad se dificulta aún más al visibilizarse que el moyanismo expresa la fracción más combativa de la clase obrera organizada mientras del otro lado residen sectores de gran complicidad en los 90 con la destrucción del aparato laboral. Cada vez que uno va a un hipermercado de compras, y encuentra a una cajera demacrada, es la misma sombra de Armando Cavalieri la que se proyecta sobre esa chica.
Es cierto que Moyano tiene diferencias pero también similitudes con sus colegas. La reelección ad eternum de su dirigencia o los manejos oscuros de las obras sociales desprestigian transversalmente a la dirigencia sindical y consecuentemente, debilitan la legitimidad de sus reclamos.
Si tenemos que elegir entre Héctor Daer, secretario general de la CGT durante el menemismo, y Julio Piumato, mutilado en una represión delarruista, no tenemos dudas. Y si nos toca elegir entre Hugo Moyano y quien articula la patriada que arrancó en 2001-2003, Cristina Fernández de Kirchner, tampoco las tenemos. ¿Entonces, por qué nos cuesta tanto escribir este editorial? Porque preferiríamos no tener que hacerlo.