Los somiseros y la organización sindical
Por Julia Soul | Una catarata de conquistas. La acción gremial en sus inicios y las reivindicaciones duraderas. La entrada en operaciones de las distintas unidades productivas de SOMISA, supuso la incorporación de trabajadores a operaciones y procesos inéditos en Argentina, dirigidos por técnicos e ingenieros extranjeros – empleados por las empresas proveedoras de los equipos y medios de trabajo. En este marco, la definición de puestos y tareas específicos, las condiciones de trabajo necesarias y las relaciones jerárquicas se encontraban en una zona de indefinición y generaban disputas cotidianas. En esos primeros años se demarcan tres tipos de reivindicaciones que atravesaron – y aún hoy atraviesan – la historia de los colectivos obreros: la cuestión salarial, columna vertebral de la reivindicación gremial; la carga laboral, de fuerte peso en un proceso de trabajo altamente riesgoso; y las definiciones de tareas y puestos.
Como parte de la disputa por la definición de puestos y tareas, encontramos que desde 1965 se demanda una “Tabla de Descripción de Funciones”, que finalmente se establece en 1969. En los relatos de los trabajadores, esta Tabla resultó una herramienta fundamental para combatir la arbitrariedad de jefes y capataces. El problema de la carga de trabajo disputado a través de los regímenes legalmente previstos para las tareas insalubres, riesgosas y con carga térmica siempre sería un tema de discusión de cuáles sectores o tareas cumplían tales condiciones. Como veremos, uno de los puntales de las políticas empresarias durante los gobiernos dictatoriales fue la suspensión y eliminación de dichos regímenes especiales. Finalmente, respecto de la cuestión salarial y a contrapelo de los relatos sobre los altos salarios que abonaría la siderúrgica, encontramos repetidas gestiones gremiales para la equiparación de los salarios de SOMISA con los de otras empresas siderometalúrgicas de la región. Además, se registran repetidos intentos de las gerencias para atar el salario a la productividad y para establecer ‘incentivos individuales’. Durante la gestión estatal de la Planta, se fueron generando adicionales y premios colectivos (como el presentismo) que al mismo que permitían a los trabajadores aumentar sus ingresos, permitían a las gerencias controlar el ausentismo.
Tres conflictos, tres estrategias. La forma en que esas reivindicaciones se convierten en demandas, se negocian y se conquistan se inscribe en diferentes estrategias político – sindicales. Para el caso de los somiseros podemos distinguir claramente tres tipos de estrategias dominantes, que no se dan aisladas de las estrategias que se disputaban a escala nacional.
En los inicios de la década del ‘60 se registra un proceso de construcción gremial vinculado a la movilización activa de las bases sindicales. La Comisión Interna de SOMISA y la seccional local de la UOM – en las que, según los relatos, confluían militantes de diversas tendencias políticas e ideológicas - habían organizado y participado activamente de las ocupaciones de fábrica previstas por los planes de Lucha de la CGT de 1963 y 1964, que enfrentaron la crisis de inicios de la década.
En junio de 1965, se registró un importante conflicto en la Planta con motivo de la creación del SOESA (Sindicato de Obreros y Empleados de Siderurgia Argentina), organización sindical que separaría a los somiseros de la UOM. Sin embargo luego del conflicto, la dirección empresaria reconoce a la UOM como único representante de los somiseros y la seccional local fue intervenida por un equipo de colaboradores (entre los que se encontraba José Ignacio Rucci) del Secretariado nacional. La Intervención significó disputas entre dos estrategias de construcción sindical diferentes -como se expresó en el accionar frente a la suspensión de los regímenes insalubres con al Golpe de Estado de 1966-. Mientras la Comisión Interna desplegaba una serie de acciones directas; la Intervención se reunía con la gerencia e invocando la figura del Secretario General de la UOM, Augusto Vandor, suspendía las medidas de fuerza. Esta disputa se definió hacia 1967, cuando el conjunto de la comisión interna es despedido y los delegados que se referenciaban en la Intervención quedaron al frente de la comisión interna de SOMISA.
Avalado localmente por las elecciones sindicales de 1970, J I Rucci se proyectó hacia el Secretariado Nacional de la CGT, en la apuesta por los sectores sindicales del peronismo de viabilizar la salida de la Dictadura, y el regreso del Gral. Perón con un proyecto político que sostuviera las premisas del status quo -materializadas en las políticas del Pacto Social- en un contexto político de movilización antidictatorial y de proyectos políticos emancipatorios. Este liderazgo, se proyectaba desde la legitimación que Perón otorgaba a Rucci, como interlocutor privilegiado.
En enero de 1973 una toma de fábrica en SOMISA evidenció que había problemas en la construcción gremial que había catapultado a Rucci hacia la CGT. La toma habría estado motivada por el repudio a las agresiones patoteadas que dos referentes del STSA (Sindicato de Trabajadores de Siderurgia Argentina) habían sufrido a manos de matones de la UOM. El resultado del conflicto es contradictorio: por una parte, la UOM mantiene la representación de los somiseros. Por otro lado, la Comisión Interna y parte de la Comisión Directiva seccional deben presentar sus renuncias. La empresa, entre tanto, acomete con una ola de despidos que, según los medios periodísticos, alcanza incluso a militantes de corrientes de izquierda (como la JP) que no formaban parte de tal emprendimiento sindical.
En este momento asume la conducción de la seccional y de la Comisión Interna de SOMISA un grupo de militantes encabezados por Naldo Brunelli, actual secretario general de la seccional y miembro del Secretariado Nacional de la UOM. A partir de este momento se registra otro cambio en la estrategia sindical. Muchas de las primeras conquistas de la nueva conducción – como la mejora en el sistema de transportes del personal – remiten al programa de reivindicaciones que postulaba el STSA. Se desarrollan un conjunto de intervenciones en ámbitos como vivienda, educación y salud que proyectan hacia el ámbito social el liderazgo de la conducción sindical. El advenimiento de la Dictadura en 1976, que en SOMISA se manifiesta en un incremento del control y la vigilancia sobre los trabajadores, la suspensión de los regímenes de insalubridad y más de mil despidos entre 1976 y 1977, suspende además la vigencia de la organización gremial en los lugares de trabajo y mantiene intervenidas a las organizaciones. Hacia finales de la Dictadura, la actividad gremial se reactiva alrededor de tres reivindicaciones: la recuperación de los regímenes de insalubridad, la cuestión salarial y la reincorporación de los despedidos. Estas reivindicaciones son asumidas por un conjunto de militantes sindicales de diversas extracciones político – ideológicas (que integraban o simpatizaban con las posiciones del PC, del MAS, etc) que participan activamente de la vida sindical en este período. En términos generales, estos trabajadores proponen una estrategia sindical con participación de las bases que integre a los sindicatos en una fuerza social emancipatoria. Su presencia será importante en la vida sindical de SOMISA en la década del ’80, aunque no adquirió carácter dominante.
Negociar con participación. La estrategia sindical para el siglo XXI. Las posiciones empresarias se fortalecieron respecto de los trabajadores durante las décadas del ‘80 y del ‘90, sustentadas en la represión física y el miedo instalado por el Terrorismo de Estado. Pero además, los avances negativos producto de las nuevas formas de uso y gestión de la fuerza de trabajo desplazaron el marco reivindicativo y el accionar gremial de los trabajadores y sus organizaciones. En el caso de los somiseros, estas transformaciones se profundizaron con la privatización de la empresa, cuyo contexto específico escapa a los objetivos de esta crónica.
La estrategia sindical frente a la privatización, expresada en la consigna negociar con participación, marcaría el rumbo de las relaciones con los nuevos propietarios. A su vez, se reduciría en espacio para la confrontación y las acciones programáticas propuestas por un sector de delegados somiseros y respaldadas por las organizaciones políticas de izquierda. En los relatos de los ex – somiseros, la política de la confrontación no se visibilizaba como una línea viable en el mediano plazo.
Los resultados de dicha confrontación no escapan a las generales de la ley en este período: reducción abrupta de personal, retroceso en beneficios y conquistas históricas, intensificación del trabajo, aumento de la carga laboral mental como producto de la incorporación de nuevas tecnologías.
Una respuesta organizativa del sindicato ante la ofensiva empresaria fue incluir en la organización sindical a los trabajadores de las contratistas. Ante las políticas de flexibilidad en sus aspectos salariales y de tareas, entablaron negociaciones conjuntas para participar de los procesos de revaluación y reclasificación de puestos, así como una comisión de seguimiento salarial que integra a los representantes de las empresas contratistas.
Como resultado de las políticas empresarias, la acción gremial se ha profesionalizado y demanda cada vez más conocimientos técnicos puntuales en sus diversos ámbitos de acción. Esto redunda en la especialización y la división del trabajo en la organización, lo que puede resultar en desmedro de la construcción de una mirada de conjunto que integre los saberes colectivos y habilite las potencialidades que las organizaciones sindicales tienen para aportar en la construcción de un mundo más justo y solidario. Pero estas posibilidades son parte de la historia que los trabajadores y sus organizaciones construyen cotidianamente en su andar.
Julia Soul es Antropóloga – Docente e investigadora del Conicet – Miembro del Grupo de Antropología del Trabajo (GAT)