China interroga al marxismo
En 1978 Deng Xiaoping comenzó el proceso de reforma económica y apertura comercial en China con la introducción de relaciones de mercado y creación de la nada de una nueva burguesía luego de 30 años de disolución de la misma. Desde ese momento, la izquierda marxista en el resto del mundo ha venido discutiendo si el resultado de estos cambios, el llamado “socialismo con características chinas” es tal socialismo y si China continúa siendo marxista. Podríamos decir que el marxismo interrogaba a China sobre su pertenencia, o no, al socialismo y al marxismo.
Una larga década después de comenzados los cambios en China se produce un impensado cambio de gran magnitud: tras 73 años de existencia implosiona, se rompe y disuelve la Unión Soviética, a fines de 1991, junto a la desaparición del campo socialista con el retorno al capitalismo de Rusia y sus ex aliados de Europa Oriental.
Hoy, tras 76 años del triunfo de la Revolución China, nos preguntamos si tiene sentido el mencionado interrogatorio. Dudamos de ello. La mayoría de los críticos “marxistas” parten de considerar, o no, marxista o socialista a China por sus diferencias con el modelo soviético de propiedad del Estado de todos los medios de producción y la eliminación de relaciones de mercado de bienes, servicios y laboral. La reincorporación de esos mercados en China sería la “demostración” de su distanciamiento del marxismo y el socialismo.
Es un craso error considerar si China es marxista o socialista comparándolo con el modelo soviético, ya que éste fue un modelo fracasado. Si el paradigma es un modelo fracasado, la “pureza” ideológica sólo se podría probar con otro fracaso semejante. No es válido argüir que la URSS implosionó por la gran presión estadounidense sobre el gasto militar soviético. El gasto militar soviético consumía entre 15 y 17% de su Producto Bruto, mientras que para la mucho más importante economía norteamericana representaba entre 6 y 7% del propio. Ese factor fue uno – y muy importante – de los dos que terminó por descalabrar a la URSS. Pero hubo otro. Fue el proceso de frenado del desarrollo económico en tiempos de paz que se evidenció en la Unión Soviética a partir de los años setenta del siglo pasado. Las razones hay que bucearlas, además de la extraordinaria presión de la carrera armamentista, en el esquema económico ideado para suplantar al capitalismo, la estatización de todos los medios de producción, y la ausencia del sistema de precios como guía indicadora de la producción o señal de y a los consumidores. En breve síntesis, la ausencia de mercado (o de la ley del valor en la terminología marxista), tanto de bienes e insumos, como laboral.
Los principios fundamentales del marxismo
Se acaba de publicar en España el libro de Xulio Ríos “Marx & China – La sinización del marxismo”. Ríos es un erudito con décadas de estudio de la realidad china. Quien esto escribe esperaba un análisis de lo que Ríos llama reiteradamente “los principios fundamentales del marxismo” seguido por una explicación de la deriva que ha llevado desde esos principios al “socialismo con características chinas”.
Cumple con creces la segunda parte – el tránsito del pensamiento marxista en sus versiones clásicas (Stalin y Mao) al socialismo cinhino que combina estado y mercado. Pero poco es lo que aparece sobre el pensamiento marxista tal como lo desarrollaron Marx y Engels en el siglo XIX, y muy poco sobre la rusificación del marxismo que dio origen al llamado pensamiento marxista-leninista y -a pocos años del triunfo de la Revolución Rusa- su posterior deriva en el período estalinista.
Los primeros tres capítulos versan sobre la recepción del marxismo en China y los cambios introducidos en el marxismo por Mao, siendo el principal el rol central de las masas de campesinos en el lugar del proletariado urbano. El cuarto es sobre Deng Xiaoping y los importantes cambios al reintroducir relaciones de mercado y el resurgimiento de la propiedad privada de medios de producción, manteniendo la hegemonía del poder bajo el Partido Comunista. Los capítulos posteriores estudian los cambios conducidos por Jiang Zemin, Hu Jintao y el período actual desde 2012 liderado por Xi Jinping, en su profundización de la sinización del marxismo que incluye la fuerte tradición de la cultura china con la adaptación al presente de los pensamientos de Confucio y otros.
Ríos otorga categoría de aporte teórico a las adaptaciones de la práctica del poder del PCCh en las etapas del acelerado cambio económico y social, en especial a partir del denguismo (1978). El punto central del socialismo con características chinas es permitir el crecimiento de las relaciones de mercado sin ceder un ápice el poder político del PCCh. A diferencia de Estados Unidos y sus aliados, no es la gran burguesía la que domina el Estado en China.
No hay una explicación sintética y articulada de lo que Ríos entiende por principios fundamentales del marxismo. A ello nos abocamos a continuación.
La tradición marxista indica que la contradicción principal desde el surgimiento del capitalismo industrial a fines del siglo XVIII es entre la burguesía, representante del capital, y el proletariado industrial urbano, principal representante del trabajo asalariado de toda la sociedad. En el proceso de industrialización se irían disolviendo las otras clases sociales que, en su mayoría, pasarían a formar parte del proletariado industrial urbano, enfrentando a una ciudadela cada vez más concentrada de grandes capitalistas que controlan el Estado, incluido el monopolio de la fuerza, para ser usado en su beneficio. Es una gran visión sobre la Gran Bretaña de mediados del siglo XIX y un conjunto de países europeos en proceso de desarrollo capitalista, y creciente conquista imperialista del resto del mundo precapitalista.
La síntesis del pensamiento maduro de Marx se puede resumir en un par de carillas que forman parte del Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política, aquellos que comienzan con ““El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así:…..”. Fue escrito en 1859, varios años después del Manifiesto Comunista (1848) y algunos años antes de que viera la luz el Tomo I de El Capital (1867). Esos párrafos del Prólogo son la definición más apretada del método materialista histórico de Marx, que se concentró en el análisis del desarrollo de las contradicciones de clase a lo largo de las distintas formaciones sociales, sus resoluciones y la aparición de nuevas contradicciones a través de la historia.
Es necesario aclarar que no son “principios fundamentales del marxismo” cada una de las afirmaciones que Marx o Engels hicieron sobre la sociedad capitalista, o su evolución futura. Este concepto está muy bien resumido por Georg Lukács en las primeras páginas de “Qué es el marxismo ortodoxo” en Historia y Conciencia de Clase: “Así marxismo ortodoxo no significa reconocimiento acrítico de los resultados de la investigación marxiana, ni ‘fe’ en tal o cual tesis, ni interpretación de una escritura ‘sagrada’. En cuestiones de marxismo la ortodoxia se refiere exclusivamente al método”.Lamentablemente, el marxismo oficial –tanto el estalinismo como el trotskismo y otras variantes- estuvo permeado por el apego a la letra escrita como si fuesen palabras divinas, en una religión atea que contribuyó a la fosilización del pensamiento materialista histórico y a errores políticos mayúsculos.
Marx y Engels hicieron varias predicciones que no se cumplieron, entre ellas que el socialismo se daría en los países más avanzados y que el salario se mantendría en el nivel de subsistencia. La explotación del trabajador es explicada por Marx como la diferencia entre el valor, creado por el trabajo, y la remuneración a la fuerza del trabajo, el salario. Esa plusvalía es la base de la acumulación originaria del capitalismo. No está en la esfera de la distribución, sino en la producción, en la diferencia entre el valor generado y el valor pagado. El valor de la fuerza de trabajo se definía como los elementos de subsistencia del trabajador y su prole.
La previsión de Marx era que la revolución social sería hecha por los proletarios de los países industriales, en su conjunto, no en un solo país. Esa revolución europea acabaría con el capitalismo en el centro del sistema, el conjunto de los nuevos países socialistas “exportarían” el socialismo al resto del mundo precapitalista. Tampoco hubo muchas precisiones sobre qué características tendría el socialismo (fase intermedia antes de llegar a una supuesta fase comunista sin clases), fuera de algunas indicaciones de tipo general, que en la extensa obra de Marx y Engels suman poquísimos párrafos.
La clase obrera no siguió teniendo los mismos salarios reales de subsistencia. Casi imperceptiblemente, durante la vida de Marx mejoraban los salarios reales de la clase trabajadora inglesa, y esos obreros, aun llevando a cabo una lucha de clases a brazo partido contra sus patrones, tenían conciencia que formaban parte del Imperio Británico y se beneficiaban de ello. El salario real también comenzó a crecer en el continente europeo y en Estados Unidos. Un salario real creciente aleja el estallido de un capitalismo que se base sólo en la falta de realización de la plusvalía por imposibilidades de venta de su incrementada producción en sus países. La realidad indicaba que para el capitalismo imperialista, el mundo entero estaba a su disponibilidad.
Esa fue y es la realidad de los países capitalistas desarrollados, una minoría de monopolios capitalistas industriales y financieros que se beneficia de la explotación de sus trabajadores y de su dominio imperialista del resto del mundo. Ese dominio imperial aumenta la capacidad de ceder –no sin cruentas luchas de clase– parte del incremento de la productividad a sus trabajadores nacionales en aras de una necesaria paz interior que aleje el espectro de la revolución social. Esa explotación imperialista de ultramar es la contradicción fundamental que comenzó su despliegue mundial casi tres siglos antes del desarrollo de la revolución industrial en Inglaterra, alimentada por la explotación capitalista de la nueva clase obrera industrial. Esta conclusión es coherente con el materialismo histórico -método de análisis propuesto por Marx y Engels– aunque en su contexto histórico ellos no la formularan taxativamente. Sus seguidores europeos se concentraron en la contradicción capitalista-asalariados en Europa y sacaron conclusiones de acción política basadas exclusivamente en ella. Siguiendo a Luckács vale más el método que la “escritura sagrada”.
El modelo soviético clásico
A pesar de los incontables horrores para las masas trabajadoras, la revolución socialista europea no estalló tras la finalización de la Gran Guerra 1914-1918. La revolución rusa sobrevivió –aislada- tras una cruenta guerra civil e invasión de distintos ejércitos europeos. En la primera etapa de esa guerra, el partido Bolchevique impuso el llamado “comunismo de guerra”, que resumidamente era la ausencia de empresas privadas y la requisición de los materiales para la subsistencia sin demasiadas formalidades, en especial los alimentos confiscados a los campesinos, para la subsistencia de los trabajadores urbanos y el Ejército Rojo.
Terminada la guerra civil en 1921, con el extenso país agotado y sus fuerzas productivas destruidas, Lenin entendió que había que organizar un esquema de producción y distribución más racional, sin un modelo previo a seguir. El objetivo era que las masas de millones de campesinos volviesen a producir, eliminar el caos previo y evitar las hambrunas que se estaban produciendo. Así surge la idea de la Nueva Política Económica (NEP), partiendo de una clara definición del marxismo: la socialización de los medios de producción es sólo posible cuando el desarrollo de las fuerzas productivas alcanza el estadio de producción avanzada, la generalización de la producción bajo la gran industria. No es socialismo estatizar la pequeña producción campesina o industrial.
La NEP era una vuelta al mercado –que antecede por milenios al capitalismo- a través de la eliminación de las requisas a los campesinos y su reemplazo por impuestos en productos. Los campesinos tuvieron incentivos para aumentar su producción y efectivamente vendían el mayor excedente. La NEP impulsó la producción agrícola y la industria ligera. Hubo contradicciones, en especial una diferenciación social entre campesinos pobres y acomodados (kulaks). Todo esto se desarrollaba cuando Lenin sufrió su primer ataque cerebral en 1922, que lo terminó alejando del control del PCUS en forma intermitente, pero progresiva hasta su muerte en 1924. Stalin, nombrado secretario general del PCUS por Lenin en 1922, en pocos años abandonó los cambios producidos por la NEP y en 1928 procedió a la colectivización agraria completa. Su temor era que el éxito de la pequeña producción privada en el campo daría alas a las clases burguesas en general y pondrían en peligro la existencia misma de la URSS. Así que cerró la NEP y mantuvo que se haría el socialismo en un solo país, la URSS, mientras madurasen las condiciones para la revolución socialista en Europa. En esa coyuntura se definen los elementos centrales de la economía soviética: todos los bienes de producción, gran empresa, mediana, pequeña, de industria, servicios y toda la producción campesina, era propiedad estatal. La producción sería planificada en sucesivos planes quinquenales, sin la intervención de mercados, y con precios sólo como unidad de cuenta, con énfasis en la industria pesada y en especial la de defensa para esperar la segura intervención de las potencias capitalistas, tal como ocurrió con la invasión nazi a la URSS en 1941. Esta estructura pasó a ser la forma canónica de socialismo, y se mantuvo en la URSS a pesar de los intentos de reforma hasta su disolución.
China interroga al marxismo
Los cambios que introduce Deng Xiaoping en 1978 y su exitosa evolución económica posterior permiten invertir los roles del interrogatorio. No es el marxismo (canónico y la mayoría de sus otras versiones) el que interroga a China preguntando si eso que han ideado es socialismo o no, sino que en la práctica es China la que interroga al marxismo sobre lo correcto o incorrecto de los elementos tomados de Marx para considerar a China.
Se puede decir que Deng da continuidad en China a la NEP fenecida en la URSS en 1928 al retomar la apelación al interés unifamiliar (no personal) de los campesinos participantes de las comunas. Las comunas contenían entre pocos cientos y varios miles de familias, produciendo para consumo interno y vendiendo al Estado el excedente a un precio muy bajo, que era pagado con bienes industriales producido en fábricas estatales en las ciudades, a precios elevados (acumulación primitiva socialista). No había incentivos grupales que incrementasen la producción agrícola, ya que el esfuerzo de una familia se diluía en los variados esfuerzos del resto de la comuna. Deng permitió separar la comuna en lotes de usufructo (no propiedad) unifamiliar y que la familia que más producía ganaría más que la que no lo lograse, mientras la tierra continuaba y continúa siendo estatal. La productividad aumentó fuertemente, liberando trabajadores para las nuevas industrias comunales, que podían vender al mercado en general bienes que el Estado no hacía o no hacía bien, desde lápiz labial a zapatos de tacón para mujeres, enseres domésticos, reparación de equipos y servicios como peluquerías y tantos otros.
La siguiente etapa fue la producción en zonas especiales de productos para exportación como prendas, textiles y calzado, donde los capitalistas eran extranjeros, casi todos chinos de la diáspora (Hong-Kong, Taiwán, Singapur, y otros). El posterior desarrollo es conocido por los lectores. Desde hace 45 años existe un sistema híbrido con un centro de empresas del Estado en sectores estratégicos, que produce el 30% de la producción industrial, mientras el 70% aproximadamente es de producción privada. El crucial sector financiero es abrumadoramente estatal.
Los cambios que logró Mao Zedong en sus casi 30 años de dirección de China fueron la base que permitió que el crecimiento se acelerara a casi el 10 % anual en los siguientes 40 años, con una esperable tasa descendente en los últimos años. Ningún país logró esas tasas por períodos tan prolongados, sin años de retroceso y con esa inmensa población.
China, con su centro en la experimentación antes que en las escrituras canónicas, ha definido una etapa que no es capitalismo puro, ni socialismo versión soviética, y ese modelo ha durado 50 % más de tiempo que el maoísta original. Tiene derecho a llamarlo socialismo con características chinas. Es más, no sólo dura mucho más que la Unión Soviética, sino que se ha probado exitoso, a tal grado que Estados Unidos ha hecho de su contención en todos los órdenes su principal objetivo desde 2008, bajo todos sus gobiernos, al margen de las particularidades de sus distintos presidentes.
Estados Unidos trata de contener a China no por el “socialismo de características chinas”, sino porque éstos están superando al hegemón en la mayoría de las áreas, y de no existir una guerra directa o por poderes, China terminará por dominar la escena mundial en 30 años.
China no tiene garantías de terminar como se lo ha propuesto el PCCh a lo largo de sus distintas conducciones. Puede que una guerra incitada o protagonizada por Estados Unidos la detenga, puede que la burguesía que nació de la mano del PCCh termine por dominarlo, o puede que se eviten ambos precipicios y se consolide la etapa del socialismo chino. Existen muchos desafíos actuales y vendrán otros cuando estos se superen. Son temas sobre los que hemos publicado varios trabajos.
La inversión de los términos del interrogatorio se justifica porque lo que se entendió por marxismo o socialismo en el siglo XX estuvo dominado por la versión soviética que terminó en un fracaso total. Tener como paradigma o instrumento de medición ideológico un fracaso es garantía de derrota, y China ha estudiado profundamente los errores de la Unión Soviética. Lo hizo para no repetirlos ni abjurar del marxismo así tamizado como una de las bases de su pragmática ideología.