Crisis de la educación: la vianda fantasma de Cambiemos
Por Sergio Pisani
I- Es una mañana rara, de un otoño cálido en "República del Líbano", escuela pública de la avenida Montes de Oca en el barrio de Barracas. La misma que en el pasado supo ser la lujosa mansión de los Cambaceres a principio de siglo XX. Época en la cual algunos muchachos tiraban manteca al techo mientras viajaban a Europa con la vaca atada y con el dinero que sus hacendados papis no les pagaban a sus trabajadores.
El histórico edificio, según cuentan algunos, guarda un acontecimiento que se convirtió en leyenda urbana, (sin saber realmente si es cierta, ya que el "periodismo independiente" no es invención contemporánea). Fastuosa fiesta el 31 de mayo en el que Rufina Cambaceres cumplía 19 años. Una amiga le acerca el rumor que su madre Luisa, viuda de Eugenio Modesto de las Mercedes Cambaceres Alais, aparte de ser la nueva querida de Hipolito Yrigoyen; ¡también lo era de su prometido!
La pobre cumpleañera se desvaneció, y la fiesta mutó a velorio. A los días de morar en la bóveda familiar en Recoleta, encontraron el cajón de Rufina volteado, y al abrirlo, en su interior, desarreglos producto de una muda lucha. El cadáver de la joven fallecida presentaba marcas de desesperación en su rostro, lo que hizo presumir que había tenido catalepsia. Aunque, según otros, la tumba había sido saqueada.
II- Hoy 3° tercera del turno mañana, es un curso inquieto, pero no tanto, y sus alumnos me habían hecho pisar el palito, nuevamente, haciéndome entrar en una discusión sobre el presente del país. Tema que saben me interesa mucho, a la vez que distrae mi atención tanto como para hacerme olvidar de pedirles las carpetas que sospecho, están bastante incompletas.
Solicitando permiso para hablar con sus compañeros, 4 alumnos de otros cursos ingresaron al aula y preguntaron, sin vueltas, si alguno había probado la vianda, ya que la misma parecía estar en mal estado, y algunos chicos se habían descompuesto al ingerirla. La realidad penetró en el aula y demostró que es imposible dar clases desde un ovni, sea la materia que sea.
Los chicos de tercero contestaron que “no” habían tenido el disgusto, que ninguno se animó a experimentar el sabor de la peligrosa aventura. Entonces, solicité que me alcanzaran alguna de las tristemente célebres viandas. Al instante una de las chicas -entre las burlas del resto que se abría al paso de la cosa como si fuese radioactiva- me acercó el objeto, que, según la ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, es "un refrigerio que no garantiza el almuerzo a los estudiantes". Observé con atención que el envoltorio ignoraba fecha de vencimiento del alimento. Al abrir el plástico, que envolvía la cosa, un olor a estiércol colonizó el aire y trompeó con la fuerza de Tyson las pobres narices de quienes rodeábamos al "refrigerio" de Acuña.
Arriesgando su vida, uno de los valientes alumnos separó sin guantes en sus manos, las 2 mitades del pan, desnudando a la vista un contenido inaudito: apenas 2 pedacitos de quesos mal cortados, con diferentes tonalidades amarillas: ¡queso con queso!! Pensé para mis adentros que era una cargada: pan con pan es comida de zonzos, y queso con queso ¿qué representa para este gobierno de nietos, de los que tiraban manteca al techo? Eso si, los quesos no eran iguales: uno estaba "enriquecido" con honguitos y no era roquefort, el otro, pálido como cadáver, casi gris, con algunos agujeros feos, y no era gruyere.
III- Esta escena real en una escuela pública de Buenos Aires, es una bestialidad más de un gobierno que considera a la educación un gasto, y que desprecia a los chicos que no van a un High School. Según su visión del mundo, el día de mañana los pibes de la escuela pública, si es que sigue existiendo, sólo podrán aspirar a ser con suerte, mano de obra semi-esclava para sus empresas. Y el resto, desocupados, escoria que debe ser eliminada. ¡Queso y queso podrido de hongos! ¡Un asco! ¡Una vergüenza! ¡Gobierno de quesos, de hongos venenosos!
El fantasma de Rufina percibe la vianda desde un aula que posiblemente fue su habitación, y se revuelve nuevamente de espanto.
Ahora me pregunto muy seriamente como ciudadano, docente y padre de un alumno que también va a la escuela pública, ¿Horacio Larreta, María Eugenia Vidal o Soledad Acuña dejarían que sus hijos se refrigeren con estos alimentos en mal estado? ¿Macri le daría comida podrida a Antonita? Y me respondo: Si están en campaña, ¡sí!