Cristina: la compañera de la unidad básica
Por Sol Giles
Muchos salimos del acto en Arsenal repletos de preguntas. Maravillosamente desconcertados.
Habíamos ido con la intención de oír en vivo y en directo "la noticia lógica" que no sólo representaría un hecho político, sino que además ayudaría a afrontar los días que corren.
Pero la lógica es propia del conservadurismo; no de las sorpresivas transgresiones que anuncian las revoluciones.
Cristina nos convocó a todos y todas con nuestra mejor bandera. Y allí estuvimos, esperando el gran anuncio, ése que nos permitiera creer que existe una garantía de ganarle a este gobierno de ajuste y exclusión.
Pero nos dejó nuevamente con la boca abierta y a flor de piel apenas empezó a esbozar conceptos que indicaban que no sería ésa la ocasión para negar o afirmar lo irremediable.
El desconcierto se hizo mayor. Había algo más que nos estaba diciendo y probablemente no alcanzamos a comprender rápidamente porque el costumbrismo de la política tradicional fue cooptado también por la lógica del capitalismo; la necesidad de la satisfacción fácil, líquida, instantánea, obvia, de forma.
¿Entonces para qué convocar a miles de personas a un estadio de fútbol un frío día feriado? Para ponernos en una mano la historia y en la otra el cierre de listas. Ese punto de inflexión fue lo que nos dejó desconcertados.
Por eso nos fuimos distintos; abrazados, reflexionando y al borde del silencio. Mirando al de al lado a ver si había entendido la jugada. Y entonces empezaban a rondar hipótesis de fácil repetición: que Cristina empezó a seguir los lineamientos de Durán Barba porque el error del kirchnerismo siempre fue la comunicación, que el acto era para amenazar con dar un giro en ese sentido, algo así como una jugarreta mediática, que no habló para los militantes sino para "la gente", que no iba a ser candidata, etc.
La lista ya fue anunciada, pero pasan los días y seguimos desvelándonos, dándole vueltas a sus palabras, pensando y discutiendo con nuestros compañeros y compañeras sobre ese 'algo más' que quiso decirnos.
Seguramente lo terminemos de comprender en magnitud en mucho tiempo. Pero mientras tanto, quienes sentimos en carne propia la desigualdad y la injusticia social, tenemos la obligación de ir desglosando cada palabra pronunciada en aquel acto, que más que un acto fue uno de los mayores hechos políticos encabezados por Cristina. Probablemente esta sea la causa por la que sea mencionado en los libros de historia, pero hoy siquiera aparezca en las páginas de los editorialistas del odio.
Algunas consideraciones al respecto:
Cristina no le habla a la gente. Cristina le habla al pueblo, al cual honrosamente pertenecemos los militantes. Y ese día, como cada día, dirigió sus palabras a millones de personas, organizadas y no organizadas, para proponer una nueva forma de entender y hacer política. Poniendo en pugna viejas y rancias estructuras y lógicas de poder. Cristina se puso en la trinchera ciudadana. Nos hizo ver que nadie es imprescindible pero a la vez todos somos imprescindibles.
A quienes no participan de ningún espacio político u organización social, para que dimensionen los alcances de la política económica en los aspectos mas íntimos de la vida cotidiana. Para que luchen para volver a tener la vida organizada.
A quienes militamos, nos dio un nuevo golpe de realidad. Nos interpeló, pero no desde la cátedra, la teoría o la especulación electoral, sino desde el barrio mismo, la vida que habitamos.
Cristina fue ese día la compañera que nos recibió a todos el primer día que nos acercamos a una Unidad Básica. La que siempre nos ceba un mate, nos pregunta cómo estamos y repasa las noticias del día para no perder tiempo y salir rápido a hablar con los vecinos, la que observamos repartir folletos sin mirar el reloj, sino los ojos de la necesidad.
Podríamos decir que, si el paradigma del sistema político se enfrenta al dilema caracterizado por Gramcsi como "lo viejo que no termina de morir", Unión Ciudadana es lo nuevo que está naciendo.
Cristina no está proponiendo una unidad excluyente, elitista, de rejunte electoral o de un sector político de ricos queriendo gobernar para ricos. Sino una unidad de inclusión, dentro de la gran y democrática diversidad popular.
La unidad que propone Cristina no es unidireccional; es una bandera de lucha, un alma arrojada al viento, que vuela y vuelve en la voz de un panadero, un ama de casa, un trabajador rural, un estudiante, un jubilado, un inmigrante, un desocupado.
Y tampoco es casual el concepto de ciudadanía, que a muchos sorprendió e incomodó. Es una justa provocación a quienes durante mucho tiempo se apropiaron de éste término, asociándolo a una minoritaria clase económica e inventando la falsa dicotomía. Ciudadanos vs grasas. Del mismo modo que lo habían hecho durante el siglo pasado con el peronismo, la política, la Patria y el nacionalismo. Todo nos tenía que dar vergüenza. Nuestra propia identidad debía darnos vergüenza.
Pero cambiamos. Durante los 12 años kirchneristas cambiamos. Ya no estamos adormecidos, ya no pisamos el palito, ya no permitimos que nos arrebaten nuestra identidad.
Cristina no está haciendo marketing. Cristina vino a proponernos un sueño... y hay que hacerse cargo. Somos nosotros los ciudadanos organizados por la Patria. La Patria que es el otro, no la que Macri, Magnetto y sus marionetas de turno utilizan y descartan como sello de goma.
Las elecciones pasarán, y nuestro candidato seguirá siendo el proyecto, el mejor medio de comunicación la palabra y el único jefe de campaña el pueblo. Pero además... qué hermoso es amanecer sabiendo que es posible encontrarse a una Cristina en cada Unidad Básica.