El efecto Mirtha Legrand
Por Cristian Secul Giusti*
A más de 35 días de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, la alianza Cambiemos recula en su discurso y trata de colocar en su agenda una política referida a la búsqueda del joven. En este sentido, y luego de los actos represivos llevados a cabo por policías uniformados y de civil en la Plaza de Mayo el pasado 1 de septiembre, la gestión macrista comprende que la instalación del tema es más intensa de lo que suponía o podía prever.
En ese acto de reconfiguración, no obstante, se advierte que Cambiemos establece su estrategia actual en función de un temor: perder votos para las elecciones de octubre y perder la iniciativa en la generación de contenidos de dispersión. Por este motivo, el relato hegemónico y mediático despliega un discurso particular de información que –ahora sí- permite cubrir en su totalidad el caso Maldonado y apelar al rigor de la “gravedad” del tema.
Sin embargo, más allá de las construcciones esperables de los cómplices mediáticos, la desaparición forzada de Maldonado –para el gobierno- no es un punto esencial, sino un aspecto secundario. La cuestión primordial y también molesta es la centralización de la noticia y de la interpretación, no sólo en los lugares mediáticos esperables, sino en otros rincones que no suelen criticar los desempeños del macrismo.
De hecho, las discusiones generadas en los Focus Group internos del gobierno permiten comprender que no se tolera que un tema determinado y crítico se ubique en zonas de discusión poco cómodas –distintos programas de televisión abierta, por ejemplo- y que, asimismo, persista en las redes sociales -Twitter, Facebook, Instagram, entre otros-.
Al respecto, la dimensión de este cambio de actitud se enlaza con los resultados de los tan mentados foros de ideas que mantiene el gobierno y también con las intervenciones de intelectuales o actores orgánicos que tienen llegada masiva a sus votantes. Desde este plano, la gestión macrista toma las opiniones de Mirtha Legrand con el mismo nivel de legitimidad que tienen sus investigaciones cualitativas o cuantitativas. En esa opinión televisiva, la alianza Cambiemos visualiza su termómetro y modifica sobre la marcha los avances discursivos.
Por su parte, el ámbito de nuevas comunicaciones –de vínculo directo con la llamada política del Siglo XXI- es el lugar de siembra y de mantención fuerte del gobierno en sectores más jóvenes y profesionales. Twitter o Facebook, actúan como sitios de contención y de debate en ese universo denominado “Círculo rojo”. Dicho concepto desarrollado por el asesor Jaime Duran Barba y acuñado fuertemente por Mauricio Macri incluye a un sector que el gobierno suele cuidar con recelo, pero también denostar.
El diagrama parece entenderse así: lo que se discute en el Círculo Rojo no impacta en el total de la sociedad porque es algo minúsculo y proveniente de gente informada, enterada de los hechos, aunque sea en cómodas cuotas. Al respecto, Durán Barba sostiene que Cambiemos ganó las elecciones presidenciales de 2015 porque supo interpretar parte de ese sector y también interpelar a aquellos que estaban en los márgenes de ese espacio de debate político, social y económico.
A pesar de esa constante tensión con el “Circulo Rojo”, el caso Maldonado parece incluir un punto de encuentro más crítico para el gobierno: teme que la discusión por la desaparición de una persona comience a ganar lugar como escena de debate general. Por consiguiente, la crisis interna que genera el tema en el gobierno refiere a un aspecto más modal, que profundo. A Cambiemos le preocupa el corrimiento del maquillaje y no las instancias de fondo. En esa línea, la figura de un Estado represivo desequilibra su posible discurso de afabilidad y transparencia, y alcanza también a otros ciudadanos, aquellos que se cree más endebles y, por tanto, impredecibles.
* Doctor en Comunicación/Docente (FPyCS-UNLP) - Twitter: @cristianseculg