El peronismo ante la hora de los desconocidos
Varias son las razones que llevan a diferentes tipos de votantes a elegir al actual oficialismo frente a otras opciones políticas. Una elección, como todo hecho social, suele ser pluricausal. Repasemos. Un poco de historia nos ayuda siempre a entender mejor el presente. Desde la crisis del 2001 hasta hoy pasaron 24 años, de los cuales 18 (2 de Duhalde, 4 de Néstor, 8 de Cristina y 4 de Alberto) gobernó el peronismo. Tiene enorme racionalidad que las demandas insatisfechas de la sociedad se le reclamen al peronismo y se lo vea como el principal responsable de esos déficits. El peronismo que inicia su recorrido en el siglo XXI en 2002 tiene hasta el año 2008 un camino de recuperación económica fulgurante, las famosas tasas chinas, impulsado por una mixtura entre decisión política y contexto internacional (como ocurre siempre). La crisis financiera global de 2008 fue el comienzo del fin de esos años que se bautizaron como la década ganada (en rigor de verdad fue menos de una década, pero dejemos lo detalles) aunque la bonanza siguió por cierta inercia hasta el 2010/2011. A partir de allí se fue configurando un escenario de estancamiento que lleva ya más de 15 años en proceso de profundización. A su vez, hasta el año 2008 no había una opción política articulada capaz de oponerse a la emergencia del kirchnerismo. Néstor Kirchner había sabido interpretar muy bien la pluralidad de demandas que el menemismo y la alianza habían dejado pendientes y eso se transformó en una identidad popular hegemónica (para usar los términos de Laclau, por cierto, de moda en esa época).
Como todos sabemos en el 2008 estalla el conflicto por la resolución 125 que ponía retenciones móviles a las exportaciones de soja, esa medida fue una torpe respuesta del gobierno de Cristina Fernández a uno de los problemas que planteaba la crisis financiera global. Ese conflicto marca el final de la hegemonía social del kirchnerismo y abre la puerta a una articulación seria de la oposición política que le permite ganar las elecciones de medio término en el año 2009. Siempre, se va a insistir en esto, hay una conjunción de decisión política doméstica y contexto internacional, sobre todo en los países de ingresos medios como Argentina y a su matriz productiva, que hace que su economía esté muy atada a lo que ocurre internacionalmente.
Lo cierto es que la hegemonía política del kirchnerismo encuentra por primera vez una oposición articulada que comienza a tener un discurso que ofrecer. No obstante, Cristina Fernández gana la elección presidencial del 2011 en primera vuelta en su momento más alto de apoyo electoral. Para esa elección, si bien estaba esbozada ya la oposición y articulándose alrededor de Mauricio Macri que fue reelecto alcalde porteño, aún el recuerdo de los prósperos años de 2003 a 2008 estaba fresco en la sociedad, la salida de la crisis y la recuperación económica era una realidad palpable, la pobreza había bajado de 53% en 2002 a 30 % aproximadamente en pocos años. Pero ya había un contexto internacional diferente, y en lo local el inicio de un proceso de estancamiento económico, regreso de la inflación y cuestionamientos institucionales al gobierno de Cristina. Lo cierto es que empieza configurarse un escenario político donde oficialismo y oposición entran en una suerte de bloqueo permanente en el cual el oficialismo ya no puede avanzar y la oposición tampoco. La llamada grieta provocó parálisis primero y decadencia después. En esa dinámica empieza el segundo gobierno de Cristina Fernández que fue decididamente malo en comparación con los dos anteriores, aunque mejor que los de Macri y Fernández. Pero ese empate hegemónico de bloqueos mutuos continuó. La pobreza estructural se quedó en torno al 30%, la precarización y la informalidad laboral se transformaron en un panorama creciente, la imposibilidad de ahorrar en dólares para las clases medias se volvió insoportable en los tres gobiernos que van de 2011 a 2025. En el gobierno de Macri 2015 – 2019 la pobreza subió más de 10 puntos hasta el 41% y durante la última gestión peronista 2019 -2023 subió seis puntos más hasta el 47%.
Este breve recorrido histórico es para dar cuenta que desde 2010 hasta 2025 sobreviene en la Argentina un proceso de estancamiento económico que va cristalizando la pobreza a la vez que se profundiza la pauperización social, a eso se suma el advenimiento de las nuevas tecnologías y su repercusión en el universo laboral. No sólo ya no se crea empleo registrado, sino que cada vez más trabajadores ingresan en la informalidad que pasó de ser la excepción a ser la regla en un lapso de 40 años.
Como se ve, esta realidad nos lleva directo a entender la opción racional de un electorado que, ante tamaño fracaso de las opciones políticas que gobernaron durante los últimos 15 años, elige aquello que promete venir a terminar con ese sistema político, con esa parálisis y decadencia. Porque entendamos bien, Milei no es solo una opción contra el kirchnerismo sino contra todo el sistema político imperante.
La imagen de la motosierra de Milei es entendida como metáfora por un sector del electorado no como el recorte a la obra pública o el achicamiento del estado, sino como el elemento de destrucción del status quo político que había llevado a la parálisis y la decadencia. Esa motosierra era tanto para Macri como para Cristina, para los radicales, para los gobernadores, para todos los senadores y diputados, para los periodistas y los medios de comunicación, para los sindicatos. La motosierra venía a destruir a todos ellos. Ese sentimiento que arrasó en 2023 sigue, aunque algo morigerado, en pie en 2025. Y es la razón de que no aparezcan aún opciones electorales de nuevas representaciones. El clivaje es aún Milei contra lo viejo. Y lo viejo es la decadencia, la parálisis, el estancamiento de los últimos 15 años, en los cuales mientras la política, los medios, los sindicatos, los periodistas, se peleaban escenificando la grieta que a todos parecía serles conveniente, la sociedad se quedaba sola, sin representación. A esa sociedad sola, desencantada, rota, le ofreció, y aún le ofrece, Milei la motosierra para barrer a todos aquellos protagonistas de los últimos 15 años. Para vengarse de ellos, destronarlos y bullynearlos. Ahí hay un voto de fuerte apoyo a quien viene a castigar a los que esa porción de la sociedad identifica como los culpables de su fracaso.
Ese es un componente del voto a Milei, diría identitario. Bien de representación y tal vez sea su núcleo duro. Hay otro tipo de votante de Milei cuya racionalidad en la elección es menos escabrosa, es lisa y llanamente el antiperonismo histórico, que puede votar a Macri, a Milei o a cualquiera que se oponga al peronismo. Es un voto cautivo de toda opción antiperonista. Y entre los votantes menos definidos, al menos en las elecciones del último 26 de octubre, también ha pesado el voto “miedo”, de un sector social que, endeudado, al límite de su capacidad de supervivencia, apenas llegando a fin de mes, veía como una catástrofe un posible dólar a $ 2.000.- y un traslado a precios. Ese voto también existió.
¿Por qué es necesario este repaso? Para entender que se necesita de manera urgente el surgimiento de nuevas representaciones. Porque entre el estancamiento anterior y lo desconocido que castiga a los culpables de este, la población elige lo segundo. Y esa elección es sumamente racional. Milei sigue aún representando lo nuevo, la esperanza de que algo se modifique, frente a lo que ya fracasó. Milei encanta porque castiga a los culpables del fracaso, los insulta igual que los insulta “la gente”, los desprecia de la misma manera. Y en eso reside gran parte de la empatía. Milei, el hombre que lucha solo contra todo un sistema político. En ese contenido de heroicidad se recuesta la identificación popular. No importa que denunciemos la impostación. Había un sistema de poder que nos llevó al fracaso y Milei vino a romper eso. Esa es la lectura predominante que subyace. Claro que equivocada, porque Milei es un mandatario del poder, del mayor poder actual que es el tecnofinanciero, pero no importa, porque a los ojos de su gente, de su pueblo, Milei lucha contra esa máquina de impedir que fue el sistema político argentino los últimos 15 años. Y en eso no están equivocados. Eso fue el sistema político. Eso fue el juego de suma cero entre Macri y Cristina, el Congreso, los sindicatos, los medios afines a uno y a otro.
Por eso se necesita una reconstrucción de ese sistema con el surgir de nuevos representantes que no estén anclados en el pasado. Y esto no es una cuestión etaria sino de identificación popular. Se necesitan representantes que no puedan ser identificados con el pasado reciente. No hay posibilidad para los Massa, los Macri, los Kirchner, los Carrió, etc. Todos están quedando de lado. Es la hora de los desconocidos.