Elecciones en Ecuador: “En juego la Revolución Ciudadana”
Por Mauro Benente*
Este domingo 19 de febrero las elecciones presidenciales del Ecuador estarán atravesadas por una incertidumbre que estuvo ausente en las últimas dos elecciones. Tras haber sancionado una nueva Constitución, en las elecciones del 29 de abril de 2009 Rafael Correa ganó en primera vuelta con el 51,99% de los votos, y en las del 17 de febrero de 2013 fue reelecto con el 57,17%. Para las elecciones del próximo domingo las encuestas las lidera Lenin Moreno, quien fuera vicepresidente de Correa entre 2007 y 2013, y es candidato del partido oficialista Alianza País. Si bien todo indica que será el candidato más votado la incertidumbre radica en si podrá evitar la segunda vuelta, para lo cual necesita llegar al 50% de los votos –algo muy improbable- o más de 40% y al menos 10 puntos de diferencia respecto del segundo –algo plausible-. El segundo lugar se lo disputan dos candidatos neoliberales en lo económico y conservadores en lo político: Guillermo Lasso, candidato de la alianza CREO-SUMA, y Cynthia Viteri del Partido Social Cristiano. De haber una segunda vuelta electoral la continuidad del gobierno de Alianza País, de la denominada “Revolución Ciudadana”, estará en peligro y por ello es importante revisar qué está en juego. No solamente a la luz de la propia experiencia ecuatoriana, sino teniendo en cuenta los giros a la derecha que se desplegaron en Brasil y en Argentina.
Los grandes pergaminos de la Revolución Ciudadana, que hoy atraviesa una severa crisis económica, se encuentran en las políticas que disminución de la pobreza y la redistribución de la renta: entre 2006 y 2016 alrededor de 1,5 millones de personas dejaron de ser pobres; entre 2006 y 2016 la diferencia entre los ingresos del 10% de la población más rica y del 10% más pobre descendió de 36,4 a 24,3 veces; entre 2007 y 2017 América Latina redujo la desigualdad 3 puntos del índice Gini mientras Ecuador la redujo en 8 puntos; entre el 2006 y el 2016 el analfabetismo se redujo del 8,6% al 5,7%; entre el 2006 y el 2014 se ha incrementado la matrícula en la educación universitaria en un 59%. El programa neoliberal que se encuentra en el corazón de las bases de sustentación de Lasso y Viteri arrasará con todos y cada uno de estos logros. De todas maneras, aquí no quisiera detenerme en los méritos de la Revolución Ciudadana, sino en sus debilidades. Según creo, un giro a la derecha en el Ecuador no solamente destruirá los puntos altos del gobierno de Alianza País, sino que profundizará sus puntos más débiles.
Liderazgo y populismo.
Sobre el populismo se ha escrito mucho en distintos registros, y con distintos niveles de seriedad. Aquí quisiera recuperar las dos críticas más genuinas y solventes, una más vinculada a tradiciones de izquierda y otra a enfoques liberales. Desde una mirada cercana a la izquierda, los populismos –dentro de los cuales se incluye al gobierno de Rafael Correa- logran incorporar a la política a sectores antes excluidos, pero se trata de una incorporación vertical, controlada. Es por ello que desde esta perspectiva, el populismo tiene un punto de contacto con aquello que Gramsci denominó revolución pasiva. Uno podría preguntarse si en definitiva, incluso ante la Revolución Rusa y la Revolución Cubana no estuvimos frente a procesos de incorporación controlada de las masas en la política, pero nos podemos hacer una pregunta más sencilla: ¿es posible esperar que las derechas incorporen las masas a la política? Si lo que nos interesa es la participación de los sectores populares en la política, quizás nos debería preocupar el populismo, pero de seguro deberíamos temer de las derechas.
Desde una mirada más cercana a tradiciones liberales, el populismo sería un problema porque viola las instituciones. Yo creo que los procesos denominados populistas construyen otras formas institucionales, pero si lo que nos preocupa es el respeto por las instituciones de la democracia representativa liberal, la historia de golpes de estado en Nuestra América y los gobiernos actuales de Temer y Macri son una muestra que el gran capital que sustenta los gobiernos neoliberales no tiene ningún respeto por las reglas institucionales. Según creo, quienes sientan una preocupación genuina por las reglas de las democracias liberales deberían revisar la historia y el presente de América Latina y analizar si las bases de sustentación de los proyectos políticos de las derechas –en este caso Lasso y Viteri- se han ajustado a derecho.
Extractivismo.
Otra crítica que pesa sobre el gobierno de Correa es no haber modificado la matriz productiva del Ecuador, haber profundizado los proyectos extractivos y con ello haber bastardeado el horizonte de “buen vivir” que se encuentra en la Constitución de Montecristi sancionada en 2008. Es más, avanzó con el “mal desarrollo” y reprimió las protestas que pretendían frenarlo. La represión es injustificable, pero no es patrimonio de Alianza País y suele ser la herramienta predilecta de los procesos neoliberales. Sin embargo, sobre el extractivismo se pueden plantear matices puesto que la pregunta central es ¿puede Ecuador de un día para otro cambiar de matriz productiva? ¿Lo puede hacer de modo autónomo? Hacia la década de 1970 el sociólogo brasileño Helio Jaguaribe construyó el concepto de “autonomía periférica” y sostuvo que en términos estructurales la autonomía depende de la “viabilidad nacional” y la “permisibilidad internacional.” La “viabilidad nacional” alude a los recursos humanos, tecnológicos y naturales con los que cuenta el Estado, y la “permisibilidad internacional” refiere a las condiciones que tiene un Estado neutralizar riesgos de terceros Estados –o corporaciones transnacionales le agregaría a Jaguaribe-. Bajo este paraguas conceptual: ¿Se puede pensar que un Estado históricamente pobre y empobrecido como el Ecuador tiene “viabilidad” para cambiar la matriz productiva de un día para otro? ¿Se puede creer que puede resistir a las presiones internacionales –de Estados y corporaciones- tan fácilmente? En una entrevista reciente que le realizó Pablo Iglesias, Rafael Correa decía: “a mi no me gusta la minería, pero menos me gusta la pobreza.” Es muy complejo discutir si el daño a la naturaleza se compensa con dividendos (incluso si son redistribuidos), pero es muy sencillo saber que las mineras se sentirán más a gusto con Lasso y con Viteri que con Correa o Lenin Moreno. Si tomamos el caso argentino, las mineras estaban a gusto con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pero están todavía más felices con el de Macri, quien en una de las primeras medidas de gobierno eliminó los impuestos por sus exportaciones.
En las elecciones del próximo domingo en Ecuador se ponen en juego los puntos altos de la Revolución Ciudadana, que están vinculados con la disminución de la pobreza y la distribución de la renta. Sin embargo también se ponen en juego sus puntos débiles puesto que la historia reciente de Nuestra América muestra que los procesos neoliberales en lo económico y conservadores en lo político, destruyen los méritos de los procesos populares y profundizan sus desaciertos.
*CONICET/UBA/UNPAZ