Energía solar domiciliaria: hacia un empoderamiento energético popular
El futuro llegó, hace rato…
Carlos Solari
Por: Juan Sanchuk y Cesar Zandarin
El desarrollo e investigación sobre la generación de energía eléctrica a través de paneles fotovoltaicos en nuestro país tiene ya, más de cuarenta años. El principal impulso para el estudio de estas tecnologías estuvo dado por la“crisis del petróleo” de 1973 y el consecuente incremento, a nivel global, del costo de los combustibles fósiles, como el petróleo y el gas. Sin embargo, la percepción social corriente sobre las energías alternativas, y sobre la energía solar en particular, es que pertenecen a tecnologías del futuro, que requieren un desarrollo científico complejo y mayormente fuera del alcance de los países periféricos, como la Argentina. Esta percepción, entre varios aspectos, tiene como sustento real la escaza diversificación de la matriz de producción energética argentina, basada principalmente en fuentes de energía no renovable como el gas y el petróleo y en fuentes de energía renovable como la hidroeléctrica. La relativa abundancia de estos recursos energéticos y el fluctuante interés gubernamental en fomentar la diversificación de la matriz energética, han generado un desconocimiento de las características, potencialidades y ventajas del aprovechamiento energético de la radiación solar que recibe nuestro territorio.
Ambas formas de generación de energía, ya sea mediante combustibles fósiles o a partir del aprovechamiento de los recursos hídricos se caracterizan por la necesidad de desarrollo de grandes y complejas infraestructuras que permitan su obtención, aprovechamiento y distribución, en virtud de que se encuentran geográficamente determinadas por la localización de los yacimientos y recursos hídricos. Estas características estructurales influyen, obviamente, de forma determinante tanto en la conformación de los costos generación del MWh, como en las tarifas que debe abonar cada consumidor. Sin embargo, las características estructurales, sistémicas y geo-determinadas de la matriz energética de nuestro país tienen sobre cada uno de nosotros una consecuencia más profunda y determinante, sobre la que pocas veces se reflexiona: la imposibilidad absoluta de la intervención popular en la determinación de los distintos eslabones de la cadena productiva de la energía de consumo domiciliario, ya sea en la generación, distribución o comercialización. Langdon Winner, en su artículo “Los artefactos tienen política” [1], caracteriza a los sistemas tecnológicos estructurales, como son los de generación de energía eléctrica, como centralizados, jerárquicos y autoritarios. Según Winner, “…lasestructuras y sistemas de nuestra moderna cultura material pueden ser correctamente juzgados no sólo por sus contribuciones a la eficacia y la productividad, ni simplemente por sus efectos ambientales colaterales, sino también por el modo en que pueden encarnar ciertas formas de poder y autoridad específicas” [2]. Es en este aspecto en el que la generación renovable distribuida, es decir, el derecho de los usuarios a generar electricidad a partir de fuentes renovables, presenta una enorme potencialidad democratizadora y de empoderamiento popular con múltiples ventajas entre las que se destacan, la posibilidad de una “micro-socialización de los medios de producción”; una distribución más justa de los recursos energéticos, con la consiguiente mejora en la calidad de vida de los sectores populares;la protección del medioambiente mediante la reducción de la emanación de gases de efecto invernadero a la atmosfera; la reducción del costo final del MWh una vez amortizada la instalación fotovoltaica, y el aumento de la capacidad de generación de energía del sistema en su conjunto mediante el uso de sistemas “híbridos on grid”.
Estos sistemas utilizan los techos de las edificaciones de las ciudades, (casas, industrias, oficinas, comercios, etc.) como lugar de emplazamiento de los paneles que generan energía, actúan de aislación térmica entre el ambiente externo y el interno, aumentando la eficiencia energética global del edificio. A esta instalación se le debe destinar un pequeño lugar (de dimensiones parecidas a un tablero eléctrico), para la colocación de un aparato electrónico llamado inversor, encargado de administrar inteligentemente la energía generada en el techo. Esa energía puede ser utilizada para consumo propio del lugar o para “inyectar” a la red eléctrica pública cuando tenga un sobrante, y dando la posibilidad de conectarle un banco de baterías como respaldo, en caso de corte de energía en la red pública. De esta manera, cada uno de los usuarios se convierte en un “pequeño generador” que aporta a una gran red a la cual todos nos conectamos e “interactuamos” con ella, suministrando o consumiendo energía. Este sistema tiene la gran ventaja de ser más eficiente, debido a que la energía que genera es consumida in situ o en distancias cortas, sin trasladarse por transformadores, seccionadores, etc. para llegar al destinatario final. Además de aprovechar los techos de las edificaciones, convirtiéndolo en un lugar de emplazamiento útil, protegiendo a los materiales de la radiación ultravioleta (y en algunos casos pudiendo ser única parte estructural), y actuando de aislación térmica.
Perspectivas actuales de la “generación distribuida” y la figura del “Prosumidor”:
En una nota publicada por el diario La Nación el 13 de Febrero de 2017, Julián Tuccillo, Ingeniero. Especialista en energías renovables y miembro del Comité Argentino del Consejo Mundial de Energía, informa que “Con un proyecto de ley unificado avanzado en Diputados y varios en el Senado, es probable que este año, bautizado oficialmente "De las energías renovables", se sancione la ley que regule la generación renovable distribuida”. Esta nueva legislación abriría la puerta al surgimiento a nivel nacional del “prosumidor” de energías renovables, concepto referenciado en el acrónimo entre las palabras “productor” y “consumidor”. En la provincia de Santa Fe, existe actualmente el programa de “Prosumidores de la Provincia de Santa Fe”, mediante el cual el Estado provincial fomenta y financia la instalación de los equipamientos fotovoltaicos y los inversores en aéreas residenciales y rurales.
Cabe destacar que en la coyuntura actual, los aumentos en los valores de generación y distribución de la electricidad y el gas, autorizados por la nueva administración nacional desde Diciembre de 2015, han generado un perjuicio social directo al deprimir la capacidad de consumo de los sectores populares, frente a esta coyuntura la posibilidad de la generación distribuida constituye una herramienta de empoderamiento energético popular y un medio para generar condiciones efectivas para la justicia social.
A modo de conclusión:
Como afirmamos anteriormente, los sistemas centralizados de generación de energía, atravesados por las relaciones de poder imperantes, imponen su propia lógica a la población sin que esta tenga oportunidad alguna de modificar sus características. Como afirman Gabriel Barceló y Marina Pistorio, “Una de las características de la relación del poder con las demás variables que involucran la actividad humana (entre ellas la generación de energía) es que el poder procura, y en general consigue, diseñarlas y conducirlas de manera de asegurar la permanencia del statu quo, es decir, de su propia permanencia”. Urge por lo tanto, a quienes poseen saberes sobre estas tecnologías, asumir el compromiso ético de encarar la tarea de una divulgación más amplia y accesible respecto a las potencialidades de las energías alternativas distribuidas, no solo respecto del tema ambiental, sino y con más urgencia aún, como una herramienta preñada de posibilidades de empoderamiento popular frente a las coyunturas político-económicas que se suceden en nuestro país.
1 - Winner, Langdon: "Do Artifacts Have Politics?" (1983), en: D. MacKenzie et al. (eds.), The Social Shaping of Technology, Philadelphia: Open University Press, 1985.
2 - Op. Cit.