La caducidad de las cosas
Hubo un tiempo en que las cosas parecían estar hechas para durar para siempre o mejor dicho para “casi” siempre. Y los ejemplos abundan: televisores de válvulas, radios a transistores, tocadiscos, heladeras…la lista podría seguir.
Lo cierto es que las épocas van cambiando y todo aquello que parecía haber sido hecho para durar toda la vida, hoy sólo llega a durar unos pocos años. Y otra vez los ejemplos abundan: impresoras con una limitada capacidad de impresión, baterías de celulares y notebooks que se agotan rápidamente y duran tan sólo un año, teléfonos móviles que deben actualizarse permanentemente, electrodomésticos en general y computadoras con una vida útil de dos o tres años…, nuevamente, la lista podría seguir.
Si hay cada vez más y mejores tecnologías, ¿Por qué se produce este fenómeno? Pareciera ser que en algunos aspectos la tecnología simplemente establece un límite que es intrínseco al progreso de la misma. Tal es el caso que pesa sobre las computadoras y vale la pena mencionarlo: Ya en el año 1965 el físico norteamericano Gordon Moore había predicho que "El número de componentes de un circuito integrado se duplicará cada año” y como corolario de esta afirmación la potencia de los ordenadores se duplicaría prácticamente cada 18 meses. De esta forma pasan a quedar obsoletas millones de computadoras increíblemente “nuevas”.
Sin embargo existe la llamada “obsolescencia programada”. ¿Qué es esto? Se basa en incluir una fecha de caducidad en el producto. Tal es el caso de los iPod que obligan a sus usuarios a comprar uno nuevo luego de agotada su batería o el de las impresoras que incluyen un “microchip contador” que las deja fuera de acción luego de 5000 copias o alguna otra determinada cantidad no muy lejana. También la elección de materiales de baja calidad en la confección de los productos conlleva la idea intrínseca de su corta duración.
¿A qué se debe esto?
Nuestra actual sociedad capitalista, empresarial y monopólica, cada vez más en búsqueda de mayores ganancias, obliga a los ingenieros, analistas y desarrolladores a incluir de forma encubierta una fecha de caducidad en los productos creados. De esta manera, los usuarios se ven envueltos en el vicioso circuito de comprar-usar-tirar-comprar, puesto que estos nuevos productos tecnológicos ya no son susceptibles de ser reparados.
El hecho concreto es que si los productos fabricados duraran para siempre, las ventas se verían reducidas, la producción decaería, se perderían millones de puestos de trabajos y las pérdidas de beneficios serían multimillonarias.
En resumen nuestra sociedad capitalista no resiste un paradigma diferente al de la “obsolescencia programada”. Al menos no por ahora.
¿A qué problemas nos enfrentamos?
En principio una sociedad basada en el consumismo nos plantea problemas éticos, ideológicos y económicos, incluyendo también los psicológicos. Algo realmente bastante complejo. Pero lo cierto es que el consumismo no hace a la felicidad.
Uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos es a la sobrexplotación de los recursos naturales lo que provoca el deterioro del medio ambiente y la consiguiente contaminación del mismo por la gran eliminación de residuos. A su vez la escasa duración de los productos genera toneladas de basura y materiales obsoletos que en su gran mayoría alimentan interminables basurales de chatarras electrónicas y en otros muchos casos son enviados por parte de las empresas internacionales como “tecnología de segunda mano” a lugares como África con el pretexto de acortar las brechas tecnológicas y culturales con el llamado primer mundo.
¿Qué podemos hacer?
La respuesta no es sencilla. Un cambio en la actitud de los consumidores es indispensable. Leyes que protejan a estos y a la naturaleza también son necesarias. Como así también empresas comprometidas con un medio ambiente libre de contaminación.
Pero lo que sí es necesario es un cambio en el paradigma de consumo y la forma de ver las cosas. Pensar que no todo es para hoy, sino que existe una forma de conseguir un mundo mejor libre del consumismo capitalista que genera individualismo y egoísmo bajo el afán de “tenerlo todo y tenerlo ya”, que obliga a tener siempre lo último en tecnología, olvidando y marginando muy diversos sectores sociales y llenando de chatarra tecnológica el planeta.