La casa tomada de Jorge Macri
“Tenemos que levantar un poco la vara y recuperar ese afuera para el vecino” dijo Jorge Macri, precandidato a Jefe de Gobierno por Juntos por el Cambio, refiriéndose a los hombres y mujeres en situación de calle que pasan sus noches durmiendo cerca del umbral de los hogares porteños. No solo el adentro le pertenece al vecino, no solo es soberano de su propiedad: también hay un afuera suyo que está siendo amenazado.
Estas personas en situación de calle “se apropian de algunos sectores de la ciudad”, apunta el primo del expresidente Mauricio Macri, como lo hicieran esas presencias anónimas en el cuento “Casa tomada” de Julio Cortázar. Ya no están solamente en situación de calle, el fenómeno se lee de manera inversa: están en situación de casa, y justamente no en la suya, sino demasiado cerca de una casa ajena.
Un hecho reciente nos puede ayudar a comprender un poco más esta situación. Me refiero a la licitación N° 7162-1862 LPU22, del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires, para la contratación de un servicio de relevamiento de las condiciones de higiene urbana, que incluye objetos a los cuales el gobierno los califica como “susceptibles de producir contaminación visual".
Entre estos elementos se encuentran: “Residuos domiciliarios, de comercios e industriales. Restos de podas de jardín, residuos voluminosos, materiales descartados”, entre otros. Sin embargo, en este listado cuyo objetivo sería instruir a la empresa que ganase la licitación, también se destaca: “presencia de asentamientos precarios producto de personas en situación de calle y presencia de recuperadores”.
Las organizaciones de cartoneros y desde el Frente de Todxs, denunciaron rápidamente esta asimilación de seres con residuos, de trabajadores y marginados con restos de podas, y la justicia porteña suspendió de manera temporal la licitación. Pero más allá del impacto que podría tener el financiamiento de dicho “relevamiento”, es irrevocable un punto fundamental: la derecha piensa desde la Higiene Urbana las problemáticas sociales.
Margaret Thatcher, reconocida por nuestro pueblo como la mandataria británica en los tiempos de la Guerra de Malvinas, dijo en 1987: "La sociedad no existe. Hay individuos, hombres y mujeres y hay familias”. Poniéndonos los lentes de Jorge Macri podríamos rehacer la frase: la sociedad no existe, solo hay vecinos preocupados y personas mal ubicadas ¿Cómo llegaron estas personas ahí? ¿Qué está pasando en el afuera del hogar? ¿Qué es ese afuera?
Alejandro Dolina nos da una pauta: “no se puede crear una sociedad igualitaria con quienes creen que el mundo se termina en la verja de su propiedad”. Ese espacio que constituye el afuera es el campo de las otredades; es cuestión ideológica pensar que todo eso me es externo o, en cambio, que el contexto es indisoluble de mi existencia. Que el otro, en fin, es la patria. El hombre que sueña junto a mí en el colchón que ha arrastrado a mi puerta ¿qué me está diciendo?
Una pregunta similar se habrá hecho el precandidato a presidente Juan Grabois cuando, a sus 18 años, observaba a un grupo de cartoneros que se reunían en la esquina de su casa ubicada en el límite de los barrios de Almagro y Palermo ¿Qué es ese afuera que, a pesar de estar allí, ingresa al percibirlo con mis ojos? ¿Qué tan lejos estoy de eso que veo?
El joven decidió salir de sus adentros (permítanme el plural) con mate cocido para compartir y así palpar, ahora también con los oídos, un epifenómeno de las políticas neoliberales —hombres y mujeres recolectando cartones para sobrevivir— que unos meses después llegarían a su consecuencia más crítica: diciembre del 2001.
La clase media sufriría el corralito y ya no sería cosa de desocupados el problema del país. La verja se rompería y amplios sectores se sentirían simétricamente situados con los desempleados y cartoneros desorganizados. Esas casas no podrían contener un mundo disociado y privado. El adentro y el afuera serían fuertemente borroneados.
Hoy Domingo Cavallo, ministro de Economía en aquel momento, tiene minutos en la televisión y alabanzas por parte de un aspirante a la presidencia. Hoy un número considerable de cartoneros están organizados, pero la cantidad de hombres y mujeres en situación de calle es cada vez más visible. Tantas personas salen (como los propios sujetos se refieren) a manguear por las casas, pidiendo ropa, alimento, dinero o trabajo; o venden medias, repasadores, pañuelitos, también optando por interpelar el orden hogareño.
¿No es esta cercanía, estas interacciones, un llamado a comprender que el mundo que intenta montarse en ese adentro es inescindible de un afuera azorado por la miseria? ¿Hace falta otro corralito para que se tome conciencia de que la verja es una invención para mantenernos desunidos en pos de vehiculizar una concentración económica más acusada, acompañada de una transferencia de recursos que afecta a todo el pueblo en mayor o menor medida?
Mientras el higienismo colme las percepciones, mientras a los desfavorecidos se los acuse de extraños invasores, será muy difícil luchar por una sociedad igualitaria. Creo que Jorge Macri en algo ha acertado: debemos recuperar ese afuera, pero no limpiándolo o eliminando la diferencia, sino integrándolo al propio mundo personal para luchar por la desigualdad que se hace carne en aquel hombre durmiendo en nuestro umbral.