La polémica en torno a Roca encierra detrás una idea de Nación
Un 17 de julio de 1843 nacía Julio Argentino Roca. Su rol trascendental sobre la construcción de la nación significó y aún significa posiciones a favor y en contra. Hemos padecido no hace mucho burradas como “preferible un mayo francés antes que un julio argentino”, todo producto de una mala praxis histórica, un uso político malintencionado que pretende adjudicarle a una de las figuras más importantes de la historia nacional en el siglo xix todos los males de ayer y hoy. Principalmente acusándolo de genocida, en tiempos donde nadie pensaba en considerarlo así. Y esto que mencionamos no es una postura laudatoria de su labor, ni mucho menos. Se trata de contribuir a recuperar una verdadera memoria histórica que no esté intervenida por posicionamientos oportunistas.
Hace muy poco, Juan Augusto Rattenbach profundizó en algunos asuntos en el que le estuvimos dando vueltas (nosotros desde su impacto desde la cultura política): según él la idea tan desarrollada en la actualidad sobre la comunidad académica que afirma que la Argentina no es Argentina se implantó en los 90 siendo el historiador José Carlos Chiaramonte uno de los principales impulsores de dicha incoherencia. (Nota al pie: nosotros sostenemos que más bien forma parte de un cambio de paradigma que se empieza a desarrollar en Occidente promediando los 70 donde precisamente se empieza a identificar a las naciones como “comunidades imaginadas”. Incluso la famosa “querella de los historiadores” desarrollada en Alemania promediando los 80 calaría hondo sobre las ciencias sociales y dicho espíritu coincide con la lógica discursiva y formativa del posmodernismo)
Según Chiaramonte, no existía la política internacional argentina durante 1810 -1860:
“La definición de <<nación>> se aleja de Westfalia (1648) y queda atada a la organización jurídico estatal (1853) consolidándose una vez obtenido el perfil centralista de rasgos unitarios para 1880-1884”
Más adelante, nos dice que “lo que ha llevado al otro error a posteriori de ver al vínculo de los caudillos federales con los caciques también como de relaciones exteriores lo que abona la idea falsa de construcción de la <<otredad>> negando su participación en la guerra de independencia y las guerras civiles. Llevando a la interpretación errada que Argentina como país invadió la Patagonia, por lo que la campaña militar de 1879 fue una guerra de carácter internacional ajena totalmente a las guerras civiles argentinas y negando la historia de 1810-1878”.
Lo que puede ser un quizás un trabalenguas mental termina siendo claro desde la perspectiva del desarrollo de las doctrinas jurídicas en el Derecho. Lo que detecta Rattenbach fue explicada por el revisionismo histórico hace más de 70 años al distinguir la influencia de las ideas iluministas en detrimento del historicismo. Está claro que el triunfo de toda relatividad cientificista, lleva agua para el molino de los primeros. Sobre todo en estos tiempos donde referirse a la Nación suene como algo demodé y casi un peligro para las libertades individuales.
En ese sentido, Roca el constructor de aquel Estado Nación que había derrotado la oligarquía mercantil porteña y asegurado las fronteras territoriales termina siendo una figura antipática para académicos, progresistas y predicadores de distintos espacios de la izquierda abstracta.
Roca y el revisionismo histórico según Fermín Chávez
Lo cierto es que Roca resulta ser una figura incómoda también para el revisionismo histórico argentino pero por motivos diferentes: precisamente la consolidación de aquel Estado Nación favorecía la inserción de Argentina a la división internacional del trabajo donde nuestro país asumía el rol de ser proveedor de materias primas del imperio británico.
No obstante, fue la denominada Izquierda Nacional comandada por el inolvidable Jorge Abelardo Ramos quien reivindicaría al controvertido prócer tucumano. Para el ensayista, Roca procuraba la nacionalización de la Renta de la Aduana y el puerto, al mismo tiempo que la organización nacional y el impulso de las fuerzas productivas, podríamos decir el desarrollo de un “capitalismo moderno”, y el establecimiento de los elementos esenciales del Estado nacional, pilar para el establecimiento de la soberanía nacional” Dentro de la percepción marxista, la instancia que llevaba a cabo Roca fue necesaria para la modernización del Estado y preparar las condiciones materiales para la industrialización.
Desde el lado del revisionismo histórico, sería otro imprescindible como Fermín Chávez (quien días atrás habría cumplido 101 años) quien aportaría otra reflexión que, de alguna manera, buscaba matizar la importancia de Roca para la Nación. Llevando a cabo como una tesis de la inevitabilidad producto del proceso histórico.
Con respecto a eso, bajo el seudónimo de Juan Cruz Romero en tiempos de la Resistencia peronista en 1957, explicaba para Mayoría:
“Conversando hace algunos días con un amigo nacionalista, inquieto y atento frente a figuras y hechos de nuestra historia social, me preguntaba cuál era mi opinión sobre Roca y sobre el “roquismo” y si los argentinos debíamos o no demostrar entusiasmo por esa política tan discutida pero tan mal estudiada. (…) Le debí contestar que… no se podía asumir una postura simplista y superficial… Sobre todo porque estábamos frente a un período histórico de transición…
“Hay, en primer lugar, posiciones de encendido entusiasmo por la figura del general Roca y por el “progresismo” de su primer gobierno, que bien pudieran tipificarse en la que Jorge Abelardo Ramos nos brinda en su reciente obra “Revolución y contrarrevolución en la Argentina”. (…) Esta tesis de Ramos, de un Roca en la línea nacional y popular, - tesis aceptada por Arturo Jauretche- no ofrece en verdad argumentos lo suficientemente convincentes…
“(…) Roca, durante su primera presidencia, no hace otra cosa que afianzar el mitrismo cultural y el mitrismo económico, de la misma manera que Mitre había afianzado a su hora –vaya la aparente perogrullada- el mitrismo político. Roca hace fuerzas por la capitalización y “nacionalización” de Buenos Aires, contrariando la vieja tesis federal y provinciana de capitalizar la ciudad de Rosario. Roca es “laicista” y “progresista”, sí, pero continuando la línea de la Reforma de Rivadavia y de los panfletos sarmientinos en que se argumentaba la necesidad de traer al país maestros norteamericanos y protestantes. ¿Hay algo más? Sí, Roca pudo ser todo lo provinciano que se quiera, pero su gobierno no hizo más que afianzar el espíritu pro-británico de la política argentina posterior a Caseros.
Luego de desarrollar diversas interpretaciones en torno si Roca era perteneciente a la línea de lo nacional o no, acompaña el siguiente texto con un gráfico donde ilustra “la curva de lo nacional”
“Trazando sobre un campo cualquiera las dos líneas madres de nuestra historia nacional, “la del Federalismo (caudillos, mayorías, “barbarie”) y la del Unitarismo (liberalismo, minorías, “civilización”), tendremos que la línea Federal se entrecruza con la Liberal durante la presidencia de Avellaneda (Conciliación, 1877), descendiendo la primera y ascendiendo correlativamente la segunda. La presidencia de Roca fue producto de la Conciliación y llevó su signo”
“(…) Entusiasmarse con el “laicismo” o con el “progresismo” de Roca, olvidando por completo hechos sumamente complejos, es simplificar el problema para efectuar a la postre una valoración parcial del roquismo. Y, a la inversa, escandalizarse por el “unicato”, - a la manera del romanticismo radical- por el reparto de tierras públicas, o por el ejecutivo fuerte, sin tener en cuenta para nada el período de transición que vivió el país entre 1860 y 1890, es también reducir el problema a términos poco exactos”.
El análisis del proceso histórico que Fermín Chávez abordaba en los siguientes fragmentos son muestras sintomáticas de su percepción historicista en clave vicciana (de Vicco), ya que su lectura histórica no está sostenida bajo una visión lineal según la tradicional, ni decadentista ni dialéctica sino vectorial donde la figura controvertida de Roca era resultado del corsi e ricorsi. Precisamente, era aquella visión no materialista la que disentía con la perspectiva realizada por la izquierda nacional, corriente que fue resultado del gran debate en torno a la cuestión nacional para el trotskismo argentino. Para ellos, la figura de Roca resultaba inevitable porque representaba la modernización del estado capitalista. En cambio, tanto para Chávez como para el resto del revisionismo, “lo nacional” pasaría por el sistema de representaciones, la ligazón entre el caudillo y pueblo frente a las políticas extranjerizantes.
Volver a dichas discusiones de cuño historiográfico lindantes a la época de Roca implica necesariamente manifestar una posición clara en torno a la idea de Nación. Un debate necesario que engloba todo el quehacer para volver a la pregunta madre: Historia ¿para qué?