La venganza de los bullyineados
Desde Salvador, Bahía
Hombres, llegó la hora de que pararemos para pensar. ¿Querés un hijo asesinado por otro chico, cansado de sufrir bullying en la escuela? ¿Te imaginás el bullying que habrá sufrido Bolsonaro zezeando? Consigo imaginar las cosas que habrá pasado Milei en las escuelas argentinas. La cosa en el mundo está de tal forma que en Brasil estamos produciendo adolescentes que se organizan para salir a matar a sus compañeros. ¿Qué está haciendo la sociedad con esas criaturas, para que sientan a los quince, dieciséis años, tanto odio, para ir a matar a sus compañeros de escuela? Necesitamos parar para pensar en la lógica que impera: “tener o no tener es la cuestión”. Y quien no tiene, aparenta… “Ser el más…”. Como psicólogo hice psicodiagnósticos a aspirantes a la policía de Buenos Aires. Los jóvenes que querían ser policías eran los chicos que consiguieron continuar en la escuela y sufrían la violencia de los chicos que habían quedado afuera. Cuando les preguntaba por qué querían ser policías, la mayoría respondió: “para ser respetado”.
Nosotros, hombres, podemos entender por qué un hombre puede sentir deseos de tener un arma para ser respetado. En realidad, es para garantizarse que nunca más nadie le impondrá la fuerza. Todo hombre impuso o sufrió la imposición de la fuerza de otro hombre. Quien sufrió la imposición de la fuerza sabe la rabia, el odio que genera sufrir la violencia y no tener qué hacer: el otro es más fuerte. Freud decía que se repite activamente lo que se sufrió pasivamente. O puede hacer, resistir, oponerse. Existió Zumbi dos Palmares y capitanes del mato. El pueblo palestino resiste la colonización israelí. También en otros países nacieron organizaciones contra imperialistas que cometieron actos terroristas: ETA en España, el IRA en Irlanda del Norte. Los hombres en particular, los pueblos en general, saben de lo que se trata sufrir la imposición por la fuerza de la voluntad de algunos hombres. Europa, además de ser colonialista, tiene división de clases.
Los hombres sabemos que clasificamos por clase de hombre. Desde la escuela. Estaba el nerd, estaba el galán, que yo quería ser, estaba aquel que era tímido, estaba aquel que también lo fajaban en casa, y nos reconocíamos en la mirada. Crecemos escuchando que no tenemos que parecer débiles. “Si alguien te ve débil, mi hijo, la vas a pasar mal”, es básicamente como nos crían. Ahora, sabemos que la fortaleza no es sólo física, también hay fuerza mental. La naturaleza le dio más fuerza física a los hombres y más inteligencia a las mujeres. Y entre los hombres, algunos son más fuertes y otros más inteligentes. Y aquellos que creen que es por la fuerza que serán respetados, se pasan horas en el gimnasio para tener el cuerpo como de hombres fuertes y en general se sienten incómodos con tipos más inteligentes que ellos. Era como aquel flaquito del grado, que le daba la respuesta inteligente al grandote, nos empezábamos a reír, el grandote no se lo aguantaba y le pegaba al inteligente. Somos criados con esas formas de mierda. Gracias a Dios mi vieja me mandó a terapia con once años. Cuando pregunté por qué tenía que ir, la respuesta fue “para no ser como tu padre”.
Vos, mi querido, que crees gracioso gastar al otro, hacer sentir mal a una persona porque te querés hacer ver, sabé que no sos el más gracioso, que los hijos de los otros graciosos también pueden estar siendo criados como idiotas, y aquel nene que sufre eso todos los días, puede llegar a creer que la única manera de liberarse de ese sufrimiento sea acabar con los que lo hacen sufrir. Veo a Milei, a los seguidores de Milei, y veo a todos esos pibes que sufrieron bullying en la escuela primaria. Bolsonaro, además de cómo habla, es claro que tiene dificultades cognitivas. Es sólo oír el tono de voz de Milei. La voz expresa la tensión en que existimos. Por eso duele oír angustias. Milei muestra a las personas con una carga muy agresiva, que tiene a un culpable por su sufrimiento y hace esfuerzos para asegurar su “superioridad moral”. Los supremacistas en Estados Unidos están usando el Coeficiente Intelectual para darle valor a la palabra. “¿Quién sos para discutir con alguien que tiene un CI de 140?”, son los argumentos que se escuchan en los medios de allá.
Entonces, amigo, vos, que como yo, no somos de los que tenemos CI de 140. ¿No te parece que es mejor parar con aquella payasada de creer gracioso humillar a otro? ¿No te importa si hacés a otra persona pasarla mal, para que vos te rías? Porque pensá, aquellos pibes más inteligentes que vos en la escuela, están re caliente con nosotros, por todas las cosas que les hicimos pasar. Entonces, viendo que son ellos que avanzan para mandar en el mundo, son ellos los que están argumentando con coeficiente intelectual y que están promoviendo que la solución es andar armado por la calle ¿No te parece que es mejor parar con esas cosas para que ningún adolescente armado mate a tu hijo, por repetir los chistes que aprendió en casa? En Brasil estamos necesitando de una campaña activa contra el supremacismo y nosotros hombres tenemos que parar de imponer nuestra fuerza sobre otras personas, más débiles físicamente que nosotros.
Nosotros, hombres, tenemos que detenernos a pensar que la lógica de “tener o no tener es la cuestión”, no funciona. De entrada ya tenemos diferencias, hay quien tiene mucho, hay otros que tienen muy poco. Hombres esforzándose por tener la imagen “de quien posee”, sea lo que sea aquello a ser poseído. Pero viendo las fotos en Instagram es claro que la mayoría quiere tener lo mismo. Porque en la teoría la acumulación daría felicidad, pero está quedando a la vista que no. ¿Cuál es la felicidad de los bolsonaristas? ¿Cuál es la felicidad de los que siguen a Milei? Si fuesen felices no estarían apoyando aquello, que propone “exterminar a los culpables de nuestro mal”, que en ese caso somos los kirchneristas. Pero la lógica del discurso contra un enemigo es antigua, Zaffaroni ya hizo su genealogía, yendo hasta la Inquisición y el Malleus Maleficarum. Personas usando la religión para manipular la cabeza de las personas es cosa antigua.
A los hombres que estén leyendo esto, recordemos que no todo el mundo lee, pero a todo el mundo le gusta escuchar historias. Entonces es necesario hablar con otros hombres sobre el asunto, pero con calma. Con humildad. Reconociendo que aquello que necesitamos combatir, nosotros también ya lo hicimos. Son típicos los chistes entre hombres que en realidad es ver quién la tiene más larga. A los hombres les resulta gracioso colocar a otro en una posición de inferioridad, delante de otras personas. Sinceramente, es de una inteligencia asombrosa…
Cabe recordar, que ya Racionais dijo “hoy cualquier adolescente está andando armado / Apretar el gatillo sin pensar para ser respetado”. El problema de la fuerza es un problema entre los hombres. Las mujeres lo saben bien. Por eso para pensar la violencia de los hombres es bueno escuchar Mano a Mano, el podcast de Mano Brown; porque cuando escuchás a una mujer negra decir “cuando pensamos la violencia que reproduce un hombre negro, también pensamos la violencia que el hombre negro sufre de la mujer blanca”, queda claro que el problema es el supremacismo. El racismo se trata de que alguien se crea superior al otro.
El Consejo de Seguridad de los Estados Unidos considera que la mayor amenaza terrorista para la seguridad nacional es el supremacismo blanco de extrema derecha. Argentina ya tuvo un adolescente que mató a sus compañeros de escuela. En Brasil estamos viviendo varias situaciones de esas. Nadie quiere a su hijo asesinado por un compañero de grado. Y la solución no es detector de metales, saltan el muro. El mundo está viviendo un avance del supremacismo y es necesario combatirlo, porque hace sufrir a las personas. Nadie sabe cómo es que va a responder una persona que es sometida a un sufrimiento constante. Y es claro que hay personas manipulando eso. El mejor estado de combatir el Estado de Bienestar Social es promoviendo el malestar social.
Hombres, necesitamos detenernos para conversar sobre el tema, con humildad, con la guardia baja, pero necesitamos conversar. La lógica del supremacismo, de poner al otro en una posición de inferioridad, disfrutar de hacer sufrir al otro o no interesarse por el sufrimiento de otra persona, termina en eso. En pibes que no les interesan los otros, porque nadie se interesa en ellos. Estamos teniendo en las favelas chicos que no creen que su vida pueda ser larga, crecen sabiendo de la posibilidad de que un policía los mate, y ya que van a morir, “vamos a pasar un tiempo bueno, con guita en el bolsillo” y entran en el tráfico. Tenemos otros jóvenes que entran en la policía para asegurarse un ingreso, porque policía es negro y pobre. Por lo menos acá en Bahía. Pero en ningún lugar de América Latina la mayoría de la policía es blanca. Quien arriesga la vida por un salario nunca es blanco.
Creo, que viendo cómo está el mundo, cómo está Brasil, Argentina, es hora de detenerse a conversar y terminar con esa payasada de creer gracioso hacer sentir mal al otro. Sí, tenés más fuerza física, querido, todo el mundo te lo reconoce, pero si seguís así, el próximo muerto en la escuela puede ser tu hijo. La lógica de ser el winner, el triunfador, genera mucho malestar en quien no lo es. En verdad, el asunto no es ser un winner, es no ser un looser, no ser el perdedor. Una vez vi un joven estadounidense con un 2 tatuado en la espalda. Le pregunté por qué: “para que el que viene atrás sepa el lugar que ocupa”, respondió. Hombres, como psicoanalista sé del sufrimiento que produce esa lógica. Creo que es momento de detenerse a pensar, por qué es que Brasil está como está y qué tenemos que ver con eso.