Ruido de blancos (Ratissage), por Rodrigo Lugones
Por Rodrigo Lugones
“Creen en la posibilidad de imprimir un impulso a la nación, cuando todavía tensan las mallas del sistema colonial. No van al encuentro de las masas. No ponen sus conocimientos teóricos al servicio del pueblo, sino que tratan de encuadrar a las masas según un esquema a priori. Desde la capital envían a las aldeas, como paracaidistas, dirigentes desconocidos o demasiado jóvenes que, investidos por la autoridad central, tratan de manejar el aduar o la aldea como una célula de empresa”
Frantz Fanon, Los Condenados de la Tierra, 1961
El golpe que Alfredo Casero le propinó al escritorio de Luis Majul tanto como su posterior monólogo de rabia, configuran un diagramado síntoma político de época. Javier Milei, entrevistado por Alejandro Fantino, manifestó que así lo entiende. No se equivoca.
La escalada de ciertos discursos que viajan y se reproducen gracias a todo tipo de medios de comunicación (y se transforman en los temas de conversación social y al mismo tiempo conforman las bases de las elecciones políticas que toman las sociedades), debe ser analizada. También confrontada en la práctica.
El tono del debate al interior del Frente de Todos hoy asume una perspectiva auspiciosa para el pueblo. Un tono que nos permite recuperar la iniciativa transformadora y mística (las únicas bases sobre las cuales puede enamorar un proyecto político que busque la transformación de la sociedad). Aquí podemos encontrar el inicio de la confrontación práctica con el “liberalismo” que “desafía” falsamente a “la clase política”.
El debate, por suerte, se ha re-direccionado para explicitar las diferencias en la mirada económica que hay al interior del espacio. También hemos podido comprobar que gran cantidad de dichas diferencias se centran en la velocidad en que deben darse éstos procesos económicos. No tanto en el contenido de dichos procesos. Al menos, así lo declaran públicamente las partes involucradas.
Es preciso entonces pelear por una perspectiva aceleracionista del proceso de desarrollo productivo nacional con inclusión social.
El nuevo programa político de todos los espacios del pueblo que quieran pelear por la soberanía nacional, la justicia social y la independencia económica debe plantearse en torno a ciertos ejes programáticos que graviten alrededor de propuestas económicas intrépidas y la afirmación del rol de los y las dirigentes que sí expresan la voluntad de su pueblo. A saber:
- Renta Básica Universal
-Aumento del Salario Mínimo Vital y Móvil
-Aceleración del proceso de desarrollo tecno-productivo y su necesario proceso de inclusión
-Reducción de la jornada laboral y creación del cuarto turno en todos los establecimientos productivos de Argentina
-Abolición de la Ley de Entidades Financieras construida por la dictadura genocida
-Creación de espacios de formación política con centralidad en la perspectiva político económica de clase y raza
-Defender el rol y la conducción de Cristina Kirchner, como la dirigente que presenta la agenda posible más radicalizada que puede favorecer a nuestro pueblo
El desborde del fascismo liberal, que denuncia y se permite romper protocolos de lo políticamente correcto (protocolos burgueses establecidos en procesos de acumulación capitalista distintos al actual), debe ser respondido con audacia política transformadora.
Con decisiones políticas que modifiquen de manera sustancial la realidad de nuestro pueblo. De forma verificable en la realidad inmediata. Es decir, tomando decisiones que puedan mostrar, rápidamente, una mejora sustancial de sus condiciones materiales de existencia.
El pueblo debe pasar a la ofensiva. Y parte de ese pasaje a la ofensiva debe estar ordenado por el abandono de la idea de “representación”, para asumir el compromiso militante de la “presentación”. No tercerizar las decisiones, los compromisos, ni tampoco los malestares, ni las demandas, sino asumirlas como propias y encontrar dirigentes emergentes que sean expresión de ese proceso de cambio que se encuentra contenido como posibilidad entre otras, dentro de nuestro presente, pero que sólo puede ser activado a partir de la estimulación de la descentralización de las acciones militantes y las decisiones, fruto de la acción política.
Se trata de re-construir un horizonte de esperanza colectiva que sea el motor de la praxis política transformadora.
La revisión minuciosa de lo actuado por dirigentes que han cumplido su etapa como tales (sin importar si con buenos o malos resultados), es condición necesaria de éste tiempo. Ningún sello tiene, por añadidura automática, la garantía de la verdad popular. En todo caso, esa capacidad de presentar un pueblo, gravitará en los logros prácticos que, en las luchas populares, consigan esos dirigentes políticos.
El pueblo necesita ser auto-representado. La negritud de la que siempre el peronismo se ufanó, debe ser expresada en sus caras visibles. En sus barricadas políticas, en los espacios de decisión, en las mesas de definiciones, etc.
Si hay algo que está agotado, es el modelo de los dirigentes que no provienen del seno del pueblo, pero se arrogan la posibilidad de conducirlo. La conspiración que desgarra intestinamente al campo nacional y popular, dentro de las filas de los espacios que ideológicamente cargan una identidad de avanzada. El premio a la alcahuetería. La ubicación estratégica de determinados actores en puestos centrales que cierran las puertas a espacios emergentes. Todas son prácticas que deben contar con el más amplio repudio popular ya que sostienen, en acto, los discursos públicos anti política. Desmoralizan a la militancia. La sumergen en el desengaño, acercándola a la claudicación. A la renuncia de la intervención política como herramienta de cambio social.
Si declamamos la igualdad, debemos practicarla en la irradiación del poder popular. No en la concentración del poder. Si queremos la igualdad, practiquémosla en la distribución de recursos, espacios, decisiones, responsabilidades, atribuciones. La coherencia y la palabra plena, lejos de la persuasión y las estratagemas de lenguaje de quienes gozan al citar a Sun Tzu, Clausewitz, cuando no al propio Príncipe de Maquiavelo, deben ser modelos de conducta política.
La militancia debe adquirir la herramienta de la Parresía foucaultiana. Que es la mayor relación de coherencia entre el acto y el dicho. El acuerdo de códigos que se verifiquen en la práctica más inmediata, así como también en el mediano y largo plazo. La palabra debe ser el valor supremo, en tanto construye el acuerdo que luego materializará el acto político que tendrá como objetivo construir un escalón más en la felicidad del pueblo argentino.
Llegó la hora de los pueblos negros. No es sólo una cuestión de piel, sino también del alma. Todxs quienes tengan un cuerpo negro o un alma negra deben estar advertidos del rol central que pueden y deben cumplir en ésta nueva etapa de la política argentina.
Debe culminar la etapa de lo que Javier Milei denomina “Ruido blanco”, que no es más que más ruido de más blancos. Los sectores populares deben presentarse con su propia voz y su propio discurso. Asumiendo las contradicciones nacionales y las prácticas que tenemos que rechazar, para construir, al mismo tiempo, aquellas que queremos afirmar.
De lo contrario toda unidad a la que convoquemos a nuestro pueblo, no será más que una unidad para sostener un sistema de relaciones políticas que sobreviva, más allá de los avatares electorales, y proteja a una “casta” que se disociará del pueblo al que pretendió expresar. Sin importar la edad de los dirigentes que la compongan.
La acción militante conspiradora, dentro del pueblo, sólo puede suministrar más materia prima para construir el edificio ideológico y práctico del liberalismo fascista racializado que encarnan los Javier Milei de turno, que rondan por siniestros platós haciendo una mala reproducción del Acertijo del Batman de Matt Reeves que, a través de sofisticados crímenes, reclama por “no más mentiras” de la clase política que pidió “La Renovación” política de Ciudad Gótica.