“Tenemos el deber histórico de entregar a las nuevas generaciones un país sin guerra”
Por Alfredo Molano Bravo
Usted es considerado por algunos medios un terrorista y nadie cree que un terrorista tiene mamá y papá. ¿Cómo es esa historia?
Timochenko: Nací en La Tebaida, 20 días después del triunfo de la Revolución Cubana. Mis padres eran paisas, de la ola que colonizó Quindío. Les tocó vivir la Violencia. Aprendí a leer en una Biblia que me regaló mi madre. A los 13 años me fui de la casa a rebuscarme la vida, por una diferencia con mi papá, un liberal que terminó comunista. Leía a María Cano, a Gaitán, a Torres Giraldo y oía Radio Habana Cuba. Regresé a vivir con una tía y a acabar bachillerato e ingresé a la Juventud Comunista muy muchacho.
¿Cómo llegó a la guerrilla?
T: La muerte de Allende me dejó una profunda marca: la vía democrática estaba cerrada. Leí los Cuadernos de Campaña de Marulanda y me dio por buscar la guerrilla. Un señor Londoño, dirigente político de Quindío, me hizo el contacto y llegué a las Farc en el Sumapaz a los 17 años. Un señor muy serio me hizo la hoja de vida. Después supe que se llamaba Jacobo Arenas. A Marulanda lo conocí sin saber quién era y confieso que no me cayó bien.
¿Qué fue lo que más duro le dio?
T: El frío del páramo y las llagas de unas botas que me dieron número 42 (yo calzaba 38).
¿Cómo escogió un seudónimo tan raro?
T: Uno no podía usar el seudónimo de otra persona. Ensayé varios nombres, pero todos tenían dueño, hasta que me encontré con Martín Villa, que acababa de llegar de la Unión Soviética y me dijo, pues póngase Timobich Timochenko, su profesor de marxismo. Era un nombre que nadie podía tener. Ya bautizado salí para El Pato, a un comando que había en el río Coreguaje. El comandante era Joselo, compañero de Manuel desde Marquetalia. Conocí también a otro de esos guerreros, Abanico, que me maravillaba con sus historias de combates en el sur de Tolima. A mí todo ese mundo de la selva, del páramo, de los ríos, de los nacederos de agua me fue encantando. En una de esas correrías se ahogó en el Guayabero un compañero y desde entonces le cogí miedo al agua.
¿Su primer combate?
T: No lo recuerdo bien. Pero el que se me quedó fue el asalto a una patrulla del Ejército donde quedaron 7 soldados heridos y 13 rendidos. Fue una pelea de tres horas en que combatieron muy duro. Curamos a los heridos –yo era enfermero– y después con ropa de civil los dejamos libres. Llegaron a La Uribe en calzoncillos diciendo que así los habíamos mandado. Falso. Temían que les cobraran los fusiles. Eso dio lugar a un bombardeo de la zona del Pato, de donde salió una marcha de protesta que se tomó el estadio de Neiva.
Estuve un tiempo con Jacobo Arenas. Nos hicieron una embestida feroz. La operación duro varios meses. Jacobo mostró quién era, cargaba morral como nosotros, echaba rula para abrir trocha y nunca perdió el humor. Fue una encerrona cruel, sobre todo por la falta de comida. Sin dulce, la vida es amarga y sin sal, la muerte acecha. Jacobo ordenó no tocar los cultivos de caña de los colonos. Pero la gana de dulce nos ganó y cortamos unas cañas gechas para calmar la gana. Jacobo supo y nos dio la orden de restituir el abuso sembrándole al campesino media hectárea de caña, así aprendí lo que era la reparación. Es nuestro modelo de reparación.
¿Y con Manuel anduvo?
T: Sí. Un tiempo largo. Estaba muy ocupado preparando la VII Conferencia en la época de los Acuerdos de Uribe con Belisario Betancur.
¿Cuál es la diferencia específica de esta negociación con las otras?
T: Mire: La del Caguán fue un engaño, una patraña. La FF. MM. estaban débiles. Recuerde que dijeron que no tenían para municiones ni para botas. La guerrilla estaba fuerte. Habíamos dado golpes muy duros como el de las Delicias, Patascoy, La Carpa, San Benito. El gobierno de Pastrana necesitaba ganar tiempo para hacer la reingeniería del Ejército. Lo ha dicho y lo ha escrito. Fue el Plan Colombia, financiado y diseñado por EE. UU. Nosotros no éramos bobos. Hoy parece que la clase dirigente quiere abrir la puerta para que entren a jugar nuevas fuerzas en el campo político. Si así no fuera, Santos no habría podido llegar donde está. Fue una actitud distinta desde el comienzo. Cuando llegó el primer mensaje del Presidente, su contenido y su forma nos parecieron distintas. El contexto también lo era. Hay fuerzas mundiales y regionales que son conscientes de que el mundo iba hacia el abismo y que por ese camino, nos destruiríamos todos. Han dicho que Santos ha negociado con nosotros el poder. Nada de eso. Él tiene sus objetivos y nosotros los nuestros. No le negamos réditos políticos a su proyecto, pero también sacaremos adelante el nuestro: llegar a la paz con fuerza política.
¿Cuándo se dieron cuenta de que llegar a guindar hamaca en el capitolio no era posible?
T: Nosotros nunca llegamos a la conclusión de renunciar a nuestros objetivos: Todo es susceptible de cambiar. La historia es muy compleja. ¿Quién iba a pensar el derrumbe de la URSS de un día para otro y sin disparar un tiro? Hay cosas que se salen de la voluntad de las partes. Nosotros estamos convencidos de la justeza de nuestra causa y lucharemos hasta el final. Yo le decía al presidente Chávez: Nos han golpeado: mataron a Raúl Reyes, asesinaron al Mono Jojoy con toneladas de bombas, ejecutaron a Alfonso, se nos murió Marulanda, pero seguimos vivos. El enemigo creyó que estábamos en las últimas y que si nos tiraban un salvavidas nos íbamos a prender de patas y manos. Pero nosotros sabíamos que en la mitad del río, lo iban a desinflar. No en vano llevamos tantos años conociéndolos. Hemos sido flexibles en la misma medida en que el Gobierno lo ha sido. Tenemos el deber histórico de entregar a las nuevas generaciones un país sin guerra. No seríamos leales con nuestra gente si somos inferiores a nuestro deber.
¿Cuáles son las líneas rojas de las Farc?
T: Las líneas rojas de ellos y de nosotros se han ido redefiniendo. Algún comandante dijo una vez que si no había reforma agraria no había acuerdo. Lo reconsideramos y llegamos a la conclusión de que lo que se requería era crear unas condiciones que nos hicieran posibles y seguras una forma de lucha por la reforma agraria integral sin tiros. Lo mismo sucede con el tema de la justicia. Duramos casi un año en un círculo vicioso sin dar un paso. Nos venían a decir: “Acepten la cárcel, será una cárcel distinta, sin barrotes, cómoda y hasta llegaron a decir: ustedes definen quienes son los máximos responsables. Dijimos: No se trata de eso. No se trata de un acuerdo en que una parte ejerza venganza sobre la otra. ¡No! Asumimos la responsabilidad que nos toque siempre y cuando sea basada en un acuerdo que a todos obligue.
¿Cómo entienden lo del perdón?
T: ¿De qué y a quién pedimos perdón? No a nuestros enemigos, pero sí a las víctimas; no a las de un informe que anda diciendo que violamos mujeres de 4 a 70 años. Lo que más respetamos es a la mujery a la población civil. Está en el reglamento. En la guerrilla se establecen parejas y se sabe que los conflictos entre parejas no se resuelven a puños, eso lo sancionamos con toda severidad.
No vamos a pedir perdón a víctimas creadas artificialmente. Hemos bregado para que el acuerdo se construya conjuntamente. Al tribunal no vamos a ir a acusar, no somos fiscales de la causa. El Estado tiene una Fiscalía que tiene ese deber y ese derecho, como también lo tienen las víctimas. Estamos dispuestos a asumir las responsabilidades que se deduzcan del tribunal. Si hay compañeros que salen acusados, asumirán su culpa.
¿Los guerrilleros rasos piensan como los comandantes?
T: El mensaje que quiero transmitir es de esperanza. Me llegan mensajes de la guerrillerada que aplauden los avances y acuerdos. No metamos ruidos innecesarios. La guerra hace demasiado ruido para aumentarlo. Nuestros mandos no han hecho operativos para matar civiles y jugar fútbol con sus cabezas, como los paramilitares. Pero también hay que decir que actuamos en una dinámica de guerra, que es justamente lo que se trata de acabar. Nosotros formamos ideológicamente a la guerrillerada para no ser vengativa, ni dar vía libre a la rabia que sienten por el asesinato de sus familias. No somos terroristas. Jamás podría aceptar que me acusen de terrorista. Nunca hemos tratado de que nos sigan a punta de terror. Se inculca el respeto por la vida humana, pero somos humanos. Andar con un fusil en la mano y una escarapela de las Farc en el brazo da mucho poder. Nuestra lucha diaria es la de elevar el nivel de conciencia política, que es lo único que puede frenar los abusos de la fuerza. Un hombre armado y sin nada en la cabeza, decía Jacobo, es sumamente peligroso. Hay errores, lo aceptamos, pero nunca hemos hecho guerra sucia. Nos han matado familiares para doblegarnos y no sólo no han podido, sino que nosotros no hemos recurrido al mismo sistema de pelear. Una vez Fidel Castaño nos dijo: la mejor manera de acabar la guerra es echarles mano a familiares de los generales. Le contestamos: Nooo, ese es su método, no el nuestro.
¿Y los secuestros?
T: Las retenciones económicas no están en el acuerdo del 23 de septiembre. Es un tema difícil y complejo, que no queremos tratar a través de los medios. Jacobo era partidario de revaluar esa política económica. Fue una herramienta para sacar adelante nuestro proyecto político. El escenario jurídico esta creado.
Hablemos de la no repetición
T: Si no trabajamos este punto, no hemos hecho nada. Pero ese es el fin en que estamos comprometidos. La no repetición no se logrará metiendo a la cárcel a los máximos ni a los mínimos responsables. Si hubiéramos creído que ese era el objetivo del proceso, no le habríamos jalado. Siempre tuvimos la percepción de llegar a la no repetición por un camino distinto al punitivo.
¿Cómo se dio el paso para fijar una fecha definida?
T: Yo soy consciente de que poner una fecha es un peligro. Se puede desbaratar todo. Nosotros aceptamos porque él ha dado muestras de consecuencia en momentos muy duros. El 23 de septiembre parecía venir por las armas, pero se dio cuenta de que eso nos habría autorizado a pedir lo mismo. Quizá supimos todos ponernos en los zapatos del otro. Fue muy difícil –más para el presidente que para nosotros– cuando me dijo: Hay que ponerle fecha, porque si no ¿a qué vine? Si no vuelvo con algo, esto se derrumba. Aceptamos porque creímos, y creemos, en la voluntad política del Gobierno. Si dentro de seis meses faltan cosas por resolver, le buscamos la comba al palo. La gente es comprensiva si nos ve trabajando con disposición. Hay que ir creando esa confianza entre ambas partes.
¿Cómo reparar?
T: El tribunal debe definir como hacerlo. Nosotros hemos reconstruido pueblos donde nos ha tocado combatir. No nos sentimos humillados, ni disminuidos ni castigados por ayudar a reconstruir lo destruido en la guerra. Lo hemos hecho sin publicidad.
¿Y la restricción de la libertad como se entiende?
T: ¿De qué se trata esa limitación? ¿De no poder ir a visitar a la mamá? ¿De no poder ir a tomarnos una cerveza? El penalista mas respetado de Italia, dijo: “La cárcel nunca ha resuelto nada”. Si me dicen que pagando cárcel se arregla una pelea que comenzó cuando yo no había nacido, pues listo, me voy a pagar cana. Pero así, ¿cuántas sillas vacías quedarían? No se trata de ponernos uno al otro de rodillas. Esa no es la paz. Por ese lado nunca habría acuerdo.
Miremos como se inició esta guerra. Y no vamos tan atrás. ¿Cómo fue el ataque a Casa Verde en el 90 para impedir que participáramos en la Constituyente? ¿Para qué sirvió? ¿Cuántos millones de dólares costó y cuántas vidas de los nuestros y del Ejército ese embeleco de querer acabar la guerra en 18 meses como prometió el ministro de Defensa de entonces? Se perdió una oportunidad histórica contada en muertos. Así no se hacen acuerdos. Cuando le dijeron al ministro que ya habían pasado los 18 meses, respondió: Sí, pero los tengo durmiendo en el suelo. Nos dio risa: nosotros siempre hemos dormido en el suelo, doctor Pardo.
¿Cómo entender la dejación de armas?
T: El acuerdo sobre justicia ahí está. Eso da tranquilidad, hay que desarmar los espíritus, como se dice. Si lo logramos, las armas quedan inservibles así se tengan cerquita. La comisión con los militares trabaja en eso. Marulanda siempre pidió que los militares estuvieran en la mesa. Por eso nos dio tanta seguridad que el general Mora estuviera. Sabemos quién es él y qué poder tiene. Su presencia fue una señal de voluntad de parte del Estado y nos ha convencido su actuación en ella. Esa subcomisión ha trabajado con honradez. En el tema de cese al fuego comenzamos a una distancia de años luz y hemos ido acercando posiciones. Hacerlo público agrandaría las distancias. Por ahí se dicen bobadas de fundir las armas, enterrarlas en un hueco.
Hay que esperar. ¿Pero usted se imagina un buen anuncio en Navidad o en Año nuevo, cuando la gente está contenta? Puede que ese día, le dije al presidente, sea el día más feliz para todos.
¿Se trata del anuncio de cese el fuego para el 24 de diciembre?
T: No, eso le dije al presidente. Dejemos que eso se cocine donde se está cocinando.
¿El acuerdo sobre justicia salió ya del horno?
T: El doctor De la Calle lo firmó y al lado puso “en desarrollo”. ¿Cómo así que frente al escenario que el país vio el 23 de septiembre quedaron espacios en blanco para ser llenados después? Si a lo que firmamos se le cambia una coma, es una pedrada en la vitrina. El presidente le mandó el acuerdo a Moreno Ocampo, un jurista consumado y no un miembro de las Farc. ¿Qué dijo ese señor que ha sido fiscal de la Corte Penal? Dijo: Es una obra maestra.
Hay un antecedente muy significativo. Llevábamos casi un año dándole vuelta a la bolita y de golpe nos volvieron a salir con el cuento de que teníamos que ir a la cárcel. ¿Cómo así? ¿Perdimos el año? Entonces vino Enrique, el hermano del presidente, y conversamos con él. Acababa de pasar la muerte de esos 20 soldados en Cauca. Conversamos y llegamos a una conclusión: ¿Por qué no se nombra una comisión de expertos para encontrar una solución? Dijimos sí, perfecto, pero con una sola condición, sin vetos. Enrique se rio y preguntó: ¿El de Álvaro Leyva? Le dije: Yo no estaba pensando en nombres sino en tiempos. No podemos seguir otro año dándole vueltas a la noria. Enrique se fue y a la hora volvió a decirnos: El presidente está de acuerdo. Tenemos que avanzar. Hay que resolver las cosas y no aplazarlas. Todos tenemos temores, pero eso no puede detenernos. Aquí donde estamos sentados hoy hablé con el presidente y le dije mirándonos la cara: No tenemos cartas marcadas, estamos dispuestos a un arreglo, pero no a un sometimiento. Quedó claro. De ahí salimos a la ceremonia pública.
Una gran dificultad: los paramilitares
T: En este mismo sitio le dije al presidente: El problema más delicado es el del paramilitarismo y no es el tema de los paras que hay en Chocó sino en el de la cultura del paramilitarismo en la vida política colombiana. Debe haber voluntad de hacerlo y de pagar el precio. Hay una cultura que incentiva ese fenómeno, ese método de hacer política. El Estado colombiano tiene que revaluar esa forma de hacer política. Muy importante que el Estado asuma la responsabilidad en la masacre de la Unión Patriótica. Sería un mensaje que nos impulsaría a sacar adelante más rápido lo que nos proponemos. El presidente entiende este asunto. No podemos salir de ahora en delante de la mesa cada cual por su lado a declarar una u otra cosa. Debe haber un vocero de la mesa que le cuente al país lo que se ha ido haciendo. El Gobierno dice que bueno, que le parece muy bien y puntos suspensivos…
¿Qué papel jugaría EE UU en la liquidación del paramilitarismo?
T: Nos llenó de optimismo el nombramiento del delegado de EE UU que dejó claro que su gobierno es aliado del gobierno colombiano. Eso significa un compromiso. Si EE.UU. liquida, de una vez por todas, la doctrina de la Seguridad Nacional, la paz en el mundo habrá dado un gran salto. La garantía de sacar este proceso al otro lado está en primer lugar en manos del pueblo colombiano. Pero también en la comunidad internacional, Celac, Unasur, Naciones Unidas, la Comunidad Europea.
¿Cómo será la creación del partido futuro?
T: No vamos a desmovilizarnos –como quieren y dicen que debemos hacer–, sino a movilizarnos. Yo le adelanto una cosa: Estamos elaborando una nueva figura: Territorios de Paz y Reconciliación. Le hemos dicho al presidente: Necesitamos un presidente fuerte que garantice el cumplimiento de los acuerdos; queremos firmar con usted y desarrollar los acuerdos con usted. Un presidente que nos garantice la implementación de los acuerdos.
¿Cómo refrendar los acuerdos?
T: Es un tema que no se ha discutido, se trabajará. La posición de nosotros –o nuestra ilusión– es que se refrenden en una Asamblea Constituyente. Podríamos pensar en otra subcomisión para estudiar ese tema.
¿Uribe es necesario en la reconciliación?
T: No excluimos a nadie.
¿Recibirían a Uribe?
T: ¿Por qué no? A nadie le cerramos la puerta. Como Rodrigo Londoño Echeverri, le digo: Doctor Uribe, no pierda esta oportunidad de reconciliación.
¿Timochenko, candidato?
T: Yo asumo la comandancia de nuestras fuerzas por mandato de las Farc. Si mañana me dicen asuma la candidatura, obedezco; si me dicen váyase para el Amazonas a ayudarle a Patarroyo en sus investigaciones, allá me voy. Nosotros somos un cuerpo colectivo. Me mandaron a dar una entrevista y lo hice muerto de miedo frente a un montón de cámaras.
Fuente: El Espectador