El Frente de Todos, ¿se dobla o se quiebra?, por Ricardo Tasquer
Por Ricardo Tasker | @Ricardo_blogger
Partamos de acuerdos mínimos: Argentina presenta un sistema político bicoalicional pero distinto al bipartidario encarnado en el pasado por el PJ y la UCR (que perdura mejor en algunos niveles provinciales). Por aquel entonces representaban, grosso modo, el “abajo” y el “arriba” en compartimentos con menor entropía. Hoy los límites son más difusos, permeando dentro de las coaliciones distintas posiciones dentro del espectro y con actores que podrían estar hoy de un lado u otro de la grieta. Es así menos claro que antaño, del mismo modo en que no está clara la razón por la cual Scaloni no le da más minutos a Julián Álvarez. Segundo punto de acuerdo: si el kircherismo es el hijo peronista del 2001, lo no-peronista tardó unos años más en ser alumbrado porque contiene a la UCR, que había explotado. No ocurrió en 2014, cuando el PRO sumó al radicalismo, sino que Cambiemos fue la traducción política tardía de una coalición social que resurgió en 2008: sí, con el lock out agroexportador, ocasión que también parió al kirchnerismo de núcleo duro.
Vamos con el tercer mínimo acuerdo: ¿qué son el Frente de Todos y Juntos por el Cambio? Coaliciones, pero con particularidades que las diferencian. Cambiemos, Juntos o como vaya a llamarse en 2023 fue una coalición electoral pero no una de gobierno. Por eso los gobernadores macristas desayunaron vía conferencia de prensa algo que el enamorado Macri deseaba: el gancho que nos colocaba nuevamente bajo la órbita del FMI. El FdT, en cambio, fue una coalición electoral armada sobre la hora y es, además, una coalición de Gobierno. Esto fue notorio desde el día uno, con loteos ministeriales, pero –ay, gobierno de coalición mío– no se agotó en ello: fue más traumático el no haber encontrado una dinámica para la toma de decisiones y dirección del Estado que permitiera contener a las diversas visiones; más aún cuando la cabeza del Poder Ejecutivo no cuenta con –ay, herencia semántica del gobierno de CEOs– la acción de oro del Frente.
–Bueno, viejo, pero yo quiero saber si el FdT se rompe o no, cortala.
Esa pregunta tiene una respuesta con un 100%... bueno, un 99% de probabilidad de acierto: "depende".
–Vos sos un vivo bárbaro, rajá de acá.
El revival alfonsinista nos habilita a recordar aquella advertencia para el centenario partido: "que se rompa pero que no se doble". De paso, es irónico que sea Alberto quien lo cite pero Máximo quien ponga límite a lo plástico o elástico; como entonces Alfonsín apelando a Leandro Alem. Cerremos la digresión. Luego de 2001 la UCR efectivamente se rompió, sin estímulo alguno para la síntesis: Moreau, Carrió, López Murphy. No olvidemos, impiadosamente, a los radicales que se reservarían para el PRO y a los cuadros técnicos que hoy tienen aspiraciones presidenciales. No se equivocaba Oberdán Rocamora. Por eso, cuando la ocasión fue propicia, el tiempo y el aroma de los salones de Balcarce 50 los reconciliaron, lo adelantamos acá en APU en 2014. Tomá mate, Malamud.
–¿Entonces? ¿En qué quedamo’?
El FdT puede efectivamente romperse pero le conviene doblarse, como parece ser el caso luego de la Carta de Cristina y la renuncia de Máximo, que tensionaron sin llegar al quiebre. De otro modo renunciaría el Frente peronista a cualquier oportunidad que aun conservara para un nuevo mandato. ¿Reelección? No son pocos los que ven a Alberto como un presidente de transición; el propio mandatario parece haber decidido (o comprendido) que debía sintetizar lo diverso y no pudo/quiso/supo crear un albertismo. Ya lo dijo Sartre: “no te pueden hacer un gol sacando del medio en una final”. Ah, no: aquello de uno y sus circunstancias; Kirchner tuvo un contexto (geo)político, económico y social que le permitió construir su ismo, con resultados de gestión que fueron base para el despliegue de anhelos y esperanzas. La situación de Alberto –y del FdT– fue y será diferente. Entonces, ¿una interna que permitiera la emergencia de una cabeza legitimada por la voluntad popular? Es una alternativa, pero falta. Por eso, que el FdT finalmente se rompa o se doble depende de cómo llegue a 2023, pero no el gobierno sino la sociedad, o lo que el gobierno pueda hacer con y para ella: la macro encaminada es una cosa, pero sin la compañía de una micro puede ser muy otra. Allí estará el incentivo para que las necesidades superen, como en 2019, a las diferencias.