El teorema de Baglini y el enfoque sobre la deuda externa, por Ricardo Tasquer
Por Ricardo Tasquer | @ricardo_blogger
Corría el año 1986 y el por entonces diputado alfonsinista Raúl Baglini, mendocino, enunciaba lo que conocemos ahora como su famoso teorema, que relaciona de manera directa la cercanía de un político al poder con la moderación de sus posturas o aseveraciones. Algo así como “a mayor cercanía, mayor sensatez ”. Un canto a la responsabilidad política, si gusta.
Menos familiar es el Teorema en su versión original y el contexto en el que fue pronunciado. El diputado integraba la Comisión Bicameral por la Deuda Externa y en ese momento lo denominó “teorema de la deuda externa”. Decía: “...en la hipótesis se describen los elementos de la realidad que luego formarán parte del teorema. Entre estos (...) se halla la deuda externa, que por su significación constituye un tema de análisis diario para los argentinos. Otro elemento (...) es la existencia de múltiples partidos políticos en el país: uno en el gobierno y los demás en la oposición. Con estos elementos vamos a formular la tesis. Ella indica que la ligereza de las posturas sobre la deuda externa es inversamente proporcional a las posibilidades de acceso al gobierno de un partido político determinado. Es decir que a menor posibilidad electoral de ser gobierno, más ligereza en el planteamiento...”.
— ¡Pero Baglini era mendocino! Y Cobos también es mendocino, ahí tenés.
— Los Enanitos Verdes también...
— Buóh...
— Ojo con los Enanitos, ¿eh?
Alberto Fernández habilitó, a poco de iniciado su mandato, algunas odiosas comparaciones con el alfonsinismo; probablemente como un intento por superar la grieta, pero la realidad suele ser cruel y pronto se trazaron paralelos entre la economía alfonsinista y la albertista. Luego se evidenciaron características socialdemócratas y no tan peronistas para la toma de decisiones presidenciales. Ahora, si la economía actual puede asimiliarse a la ochentista, sería injusto no apuntar que uno de los nexos es el peso de la deuda externa y sus vencimientos. Para Alfonsín la cuestión fue estructural y para Alberto también. Para Cristina Fernández, en cambio, uno de los problemas fue el acceso al crédito internacional: junto a Kicillof atendieron ese frente (parte de la alvearización del kirchnerismo a la que por entonces hicimos referencia, y que derivó mucho después en la selección de Alberto como candidato): arreglos con Repsol, con el Club de París pero, ¡ay!, se toparon con los tenedores de bonos mejor conocidos como fondos buitres y el bueno de Griesa. Éstos últimos apostaron por un triunfo de Mauricio Macri y (lamentablemente) el resultado los favoreció: el gobierno de Cambiemos les pagó contante y sonante porque el capitalismo financiero no asume el costo del riesgo si tiene el poder. ¿Fue la deuda externa un condicionante para Macri? Aunque ahora intenten hacernos creer lo contrario, no lo fue: tuvo acceso a la deuda privada en montos récord en sus primeros dos años gracias al bajo ratio deuda/PBI que heredó de Cristina. Tanto pudo endeudarse que en 2018 los bancos evaluaron insostenible a la economía macrista; “el mundo que miraba con esperanza a la Argentina” (?) dijo hasta aquí llegamo’, muchacho’. Si la bicicleta financiera era entonces uno de los fundamentals del caputo-dujovnismo, sabemos qué ocurre cuando uno deja de pedalear: el equilibrio es imposible y el piso no espera. En virtud de ello debieron recurrir al prestamista de última instancia: el Fondo Monetario Internacional. El macrismo tomó esa deuda enorme sin debate en el Congreso, sin que conociéramos o aprobáramos el cronograma de vencimientos y todo porque estábamos perdidamente enamorados de Christine Lagarde.
Hagamos un paréntesis para retornar a nuestro tiempo: el macrismo en su conjunto se montó sobre una encuesta que mostró que alrededor del 40% de los encuestados creía que la deuda que renegocia el Frente de Todos fue contraída por Alberto. ¿Podemos renegar de ello? Sí. ¿Sirve para algo? No. A partir de entonces asistimos al desfile del macrismo por medios y redes sociales afirmando que Macri tomó menos deuda/año que Cristina y Alberto. Para ello sumaron pasivos no monetarios del Banco Central y mezclaron deuda interna con externa, deuda en pesos con deuda en dólares, deuda con organismos internacionales y deuda con organismos del mismo Estado. Para ponerlo en términos de economía hogareña, esa que tanto les gusta, es lo mismo deberle mil pesos a tu viejo que un millón de dólares al usurero afecto a romperle las rodillas a los deudores consuetudinarios.
Volvamos al Teorema de Baglini.
— ¿Y si mejor no? Acordate que es mendocino...
— Enzo Pérez y el Pity Martínez también.
— Listo, volvamos.
¿Podemos sostener que quienes se oponen al acuerdo alcanzado por Guzmán y compañía con el Fondo se encuentran lejos de la posibilidad de acceder al poder? Sí y no.
— Ah, clarísimo.
Ocurre que el tema parte aguas tanto entre gobierno y oposición como genera brechas adentro del Frente de Todos y lo que por ahora es Juntos (por el Cambio): en el oficialismo es el kirchnerismo duro quien se desmarcó con la renuncia a la jefatura de bloque de Máximo Kirchner. Esta traducción de cúpula también se verifica entre la militancia, que entiende que un acuerdo con el Fondo impediría recomponer la microeconomía para mantener esperanzas electorales. Puesto así, ¿el teorema es aplicado por quienes buscan el acuerdo o quienes se oponen? Dicho de otro modo: ¿aplica el Teorema en este contexto local y global? Son decisiones, diría Miguel Ángel Russo.
En la oposición rápidamente se levantaron voces contra el acuerdo: unos porque no implica un ajuste draconiano como el que les gustaría y otros porque —¡oh, ironía!— significa patear vencimientos para los próximos periodos presidenciales que esperan asumir. ¿Son posiciones distintas? Claro que no: ambas apuntan a que los costos y el trabajo sucio estén a cargo del actual gobierno. Cumplen así el Teorema por la inversa: a mayor cercanía con el poder, mayor irresponsabilidad social y económica. Es la posición de Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, del baglinismo heterodoxo. Quienes sí respetan la hipótesis son los gobernadores de Cambiemos, Gerardo Morales y Gustavo Sáenz; también Omar Gutiérrez, del Movimiento Popular Neuquino. Todos se pronunciaron a favor de aprobar el entendimiento bajo el argumento de la racionalidad.
Mientras un default puede ser beneficioso en términos políticos para un gobernante de la Ciudad de Buenos Aires —en vista de su presupuesto, composición demográfica, preferencias electorales históricas, reparto de responsabilidades mediáticas y posición en la pole position electoral—, para un gobernador de una provincia chica puede significar la entrega de las llaves de Casa de Gobierno. Quizá llegó el momento de reinterpretar el Teorema. Éste mantiene a la cercanía con el poder como uno de sus elementos; lo que cambia es la dirección de la responsabilidad: la interpretación ortodoxa la mira desde el Estado y su compromiso con la sociedad. Quienes lo aplican heterodoxamente, en cambio, prefieren hacer foco en sus deberes para con el propio espacio o interés político.