La Reacción Avanza, por Ricardo Tasquer

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La Reacción Avanza, por Ricardo Tasquer

20 Abril 2022

Por Ricardo Tasquer | @ricardo_blogger

Todo tiempo pasado fue mejor si el futuro aparece siempre como amenaza. Con seguridad lo expresó mejor el poeta castellano Jorge Manrique, en sus Coplas a la Muerte del Maese Don Rodrigo:

 

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando,

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer,

cualquiera tiempo pasado

fue mejor”.

Hemos anotado como paradoja, en alguna nota anterior, que son los liberales, los libertarios, los anarcocapitalistas haciendo promesas reaccionarias, quienes están interpelando a la rebeldía juvenil. Aquello que suele ser combustible de cambio, de progreso, deposita confianza en quienes vienen a distribuir de un modo regresivo la renta. ¿Podemos sorprendernos? Sólo si no comprendemos lo que ocurre desde los años ‘70s, que se reglamentó luego con las reaganomics, el thatcherismo y se profundizó en los años noventa luego de la caída del Muro. La globalización permitió al capital abandonar la cobija de los Estados para independizarse como fuerza supranacional, a cargo no ya de los modos de producción sino como sistema sin más. Y lógicamente busca alejar aún más el estatismo que dejó atrás. ¿Queremos decir entonces que hay que tomar los medios de producción, instaurar regimenes centralizados y decretar que el árbitro no se equivocó en el penal de Banfield-River? Nada haría más felices a los libertarios: brindarles la oportunidad de pelear no ya contra el fantasma del comunismo sino contra algo real. Y defender la abominación tecno-capitalista del VAR, claro. ¿Implica esto abandonar toda esperanza, como advirtió Dante? Tampoco. Vamos paso a paso, como dijo Fernando Gago.

El reciente crecimiento de las opciones libertarias en PBA y CABA no significa que parte de la sociedad abrazara el iusnaturalismo y propuestas como quemar el Banco Central o la Segunda Enmienda norteamericana. Sí, en cambio, que el Estado es apuntado como culpable, responsable o, en última instancia, un escollo para el crecimiento personal. ¿Creen ustedes que ahora la gente se junta en cafés a debatir sobre Milton Friedman y por las noches disfruta sueños inconfesables con von Hayek? Por ahí alguno sí, ¿quién sabe? Pero retrocedamos para analizar los motivos de la frustración y el descontento que motorizan este desplazamiento de la sociedad hacia la derecha.

¿Se trata realmente de un corrimiento a la derecha? Se lo debate desde 2012/13, coincidiendo con el declive en la entrega de resultados económicos por parte de los gobiernos progresistas de la región. Batalla cultural y derechización eran los términos dominantes. En algún momento postulamos que la primera se sostenía en gestiones económicas y sociales exitosas. Invirtiendo los factores de la ecuación, la derechización es ahora directamente proporcional a la ausencia de efectividades conducentes. Dicho de otro modo: bah, no es necesario. Ya Lula lo advirtió cuando criticaban a Dilma: es lógico que los pueblos exijan más. Cristina también en alguna cumbre, allá por 2010 o 2011, cuando dijo que si la política no respondía a las demandas de las sociedades, éstas no tardarían en darle la espalda. Es un poco la deriva de las socialdemocracias europeas, ¿no? ¿Qué las diferencia —y desde hace tiempo— de los conservadurismos? Las advertencias del Brexit, el triunfo de Trump en EE.UU., el crecimiento sostenido de las derechas, los postulados xenófobos, que los progresismos europeos estén apostando por Macron... ¡por Macron! En definitiva, podemos apelar a la politización de la sociedad, a la razón iluminista, a las consignas bienintencionadas, al empoderamiento, pero sin los votos ocurre lo que en 2015-2019: los representantes de la oligarquía no necesitan mayorías en el Congreso ni generar bienestar para llevar adelante su agenda. ¿En qué se apoyan éstos últimos entonces?

La “meritocracia” fue el caballo de batalla del macrismo para justificar la “naturalización de la intemperie”, concepto acuñado por Ernesto Semán para resumir las propuestas sociales de Cambiemos. Otra manera de explicar el “reconviértanse”, “alquilen la terraza”, la “luz al final del túnel”, el “segundo semestre” y “pagar la fiesta populista”. Claro, ¿quién iba a tomarse el trabajo de seguir la evolución del salario real, del Gini, de contabilizar las ganancias empresariales? Al menos con la Teoría del Derrame intentaban justificar el egoísmo con una mirada social. La meritocracia no se toma ese laburo: es el egoísmo aynrandista por el egoísmo y chau picho.

—Ahora vas a decir que estás escribiendo La Razón Individualista.

—Cuarta reedición con prólogo de Laclau agotada, acordate.

Asistimos —globalmente, no sólo debido a Juntos por el Cambio— a una uberización de las relaciones laborales. Sos tu propio CEO —¡qué bien!— pero sin protección social y los latigazos te los tenés que pegar vos solito —¡qué mal!—. Este modelo y la necesidad que justificó su creciente instalación no fueron ni serán capaces de acortar la diferencia entre expectativas y consumo (aquello que Manrique apuntó en “cuán presto se va el placer”), lo que genera una permanente frustración. Si bien los gobiernos progresistas de la primera década de este siglo disminuyeron la pobreza y generaron clase media, no pudieron quebrar la tendencia a la precarización laboral y mucho menos las estructuras económicas sedimentadas por la historia subcontinental y dinámica global. El descontento producto de lo anterior es mundialmente transversal, no hay excepcionalidad argentina allí, y aviva las llamas para propuestas conservadoras, reaccionarias, antiestatistas con música libertaria pero, seguramente, letra neoliberal. Piensen en lo que hay que remar para instalar que se pueden imponer mayores cargas sobre los que más tienen. O el esfuerzo para explicar que desde los ‘70s, y más aún durante la pandemia, se agigantó la brecha entre ricos y pobres. O que si no tenés un yate no te va a tocar ponerte por renta inesperada.

Después de tantas vueltas podemos responder por qué La Reacción Avanza en las encuestas: si el macrismo fue un fracaso y el albertismo (o el frentedetodismo, siendo bueno o malo según la simpatía política) se encamina a no cumplir con lo prometido, el único relato que recibe la sociedad, el único mensaje distinto a “vas a estar igual o peor” proviene de los libertarios. De Javier Milei y sus incontables minutos televisivos. Esto lo sufre más el peronismo porque está en el gobierno pero, además, porque es el partido del Estado; y es éste al que los libertarios cuestionan. Si el Estado no da respuestas, el peronismo se divorcia de parte de su representación (lo que hay que remendar, como apuntábamos aquí). Cristina fue la primera en advertirlo, pero ahora una neo Liga de Gobernadores también lo señala. El recuerdo de 2016-2019 y la certeza de que el macrismo tomó algunas enseñanzas de ese periodo —para una aplicación más profunda— motorizan la unidad de concepción y acción.

Por supuesto, es Juntos quien se encuentra más preocupado por el factor Milei. El desbalance que les genera los obliga a abandonar el centro, retornar a posiciones más extremas y replanificar la ingeniería electoral. De todos modos, deberían ser la sociedad y el peronismo que quiera representarla quienes sigan más de cerca los acontecimientos. Es dable pensar hoy que Milei diga —o le digan— “ya foé, voy (andá) sólo” y arribemos a un escenario francés, con una opción de centroderecha y otra más a su derecha en segunda vuelta ¿Se imaginan un Congreso con mayoría de Juntos y LLA? Votos y una agenda ultra, ¿no les corre un frío por la espalda? Uno querría pensar que cerca de las elecciones el electorado seleccionará posiciones más racionales, pero dado el estado de cosas la taba está en el aire. Entonces, ¿le conviene a los que esponsorean a Juntos y a la Libertad Avanza? Sólo el tiempo pre electoral, la economía y la deriva de las preferencias sociales lo dirán.