El Perón que no escuchamos: una entrevista de 1974 con el periodista Henry Raymont
Con el título “El Perón que no escuchamos”, en primera persona del plural, estoy haciendo una referencia literal a nuestra generación de los setenta. “La juventud maravillosa”, “La gloriosa JP”.
Y lo expreso así, porque escucho a viejos compañeros militantes decir: “Qué boludos fuimos; cómo no escuchamos lo que el “Viejo” nos estaba diciendo”.
El problema es que muchos boludos, ya viejos, han seguido sin escuchar ni leer a Perón, y lo más grave es que han inventado un relato histórico (para justificar sus “errores” juveniles) donde el último Perón es quien “traicionó a los jóvenes” y se “dedicó a perseguirlos”, y/o en una versión mas piadosa que “ya estaba lelo, y era manejado por Isabel y Lopez Rega y por eso se enfrentó con nosotros”.
La presente nota publicada el 20 de enero de 1974, en simultáneo en La Opinión y el Journal do Brasil fue realizada por el periodista Henry Raymont. Es una pequeña muestra por donde volaba la mente del mas grande líder y estadista latinoamericano del Siglo XX.
Esta entrevista forma parte del libro “Perón 1974”, editado por la Biblioteca del Congreso Nacional cuyo texto puede bajarse gratuitamente acá.
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Diario La Opinión, domingo 20 de enero de 1974
Gelbard: Le traje un periodista que ya lo conoce.
Raymont: Lo entrevisté dos días, señor presidente, en su exilio en la República Dominicana
Perón: Eso hace muchos años.
Raymont: Hace unos años me llegó un comentario que, sobre nuestra entrevista, escribió su antiguo colaborador, Américo Barrios. Él recordaba que, contestando a una pregunta mía “a boca de jarro” acerca de cuándo se proponía regresar a la Argentina, usted me contestó: “El quehacer histórico va al encuentro de nuestros objetivos”. Y se mostró optimista que algún día regresaría para volver a encabezar su Movimiento. Parece que su vaticinio fue acertado.
Perón: Bueno, mal negocio para mí.
Raymont: De verdad, luce usted muy bien.
Perón: Sí, gracias a Dios estoy bien. Pero para mí esto es un clavo de primer orden. Yo que pensaba estar fuera del gobierno… Me han frito.
Raymont: Quisiera preguntarle sobre las relaciones entre su gobierno y el de Brasil. Acaba de ser elegido (presidente) por el Parlamento el general [Ernesto] Geisel. ¿Cree usted que malentendidos del pasado podrían aplacarse y dar vía a diferencias?
Perón: Encantado. Yo creo que… nunca he pensado que el Brasil sea un problema para nosotros, es una cosa que a mí no me entra en la cabeza.
Raymont: Si no me equivoco, usted dio una conferencia en la Escuela Superior de Guerra esbozando su creencia en que la unidad argentino-brasileña era esencial para cualquier movimiento de integración latinoamericana.
Perón: Fue ante el Estado Mayor eso. Era una reunión secreta y, como todas las reuniones secretas, se publicó la versión taquigráfica.
Raymont: ¿Sigue usted en ese pensamiento?
Perón: Natural. Si el Brasil no entrase en una integración le pasaría lo que le pasó a Inglaterra allá en Europa. Frente a la integración europea, Inglaterra no podía quedar aislada. Su mercado de manufacturas era Europa. La prueba está que cuando se creó el Mercado Común ellos se quedaron colgados, la industria se hundió y detrás de la industria se hundió la libra esterlina. Si tuvo que ir a pedir incorporarse… yo esto lo conozco bien por la versión del General De Gaulle. Al Brasil le pasaría lo mismo. Yo creo más; creo que el mundo va integrarse. Una tierra desintegrada, en el siglo XXI, sucumbe, en mi modesta manera de pensar.
Raymont: Usted siempre ha tendido a pensar en grandes esquemas históricos.
Perón: Es lógico.
Raymont: Una de las grandes críticas que se hacen al esquema del secretario Kissinger —su división pentagonal del mundo en grandes potencias o grupos de potencias siendo ellas China, la URSS, Estados Unidos, Europa occidental y el Japón— es que deja afuera a los países en desarrollo y, específicamente, América Latina.
Perón: Esa es la otra tesis de la integración. Pero frente a eso hay un Tercer Mundo que también cuenta. Claro, nosotros, pequeñas naciones, no podemos tener la pretensión de ir a imponer las cosas. Eso está a resolución de los grandes. Yo creo que el universalismo, que es la futura etapa de la evolución, llegará, pero no podrá llegar impuesto por los cincos grandes. Porque tendrán el mundo en contra y nadie se ha puesto en contra del mundo, impunemente, todavía.
Raymont: Pronto se reunirán los cancilleres latinoamericanos con Kissinger, en México, para el nuevo diálogo con Estados Unidos. ¿Qué resultados espera la Argentina?
Perón: No creo que salga mucho o algo muy interesante de esa reunión. Para mí son procesos de acercamiento con intento de integración, pero esto no se arregla con discursos ni conversando. Decía Disraeli que “los pueblos no tienen ni amigos ni enemigos permanentes: tienen intereses permanentes”.
Esto se arregla con una comunidad económica que una intereses. Unidos los intereses, después vendrán los discursos que no unen nada, a mi manera de pensar. Porque claro, uno ya tiene en la vida la suficiente experiencia como para darse cuenta de que se hacen todas esas maniobras de acercamiento, pero todo queda pegado con saliva. Nosotros hicimos un tratado en 1949 o 1950 con Chile de complementación económica. Eso estaba destinado a ser la comunidad económica de Latinoamérica.
Es natural que nosotros busquemos una integración latinoamericana con un fondo económico. Porque los problemas que se van presentando de ahora en más para nosotros, van a ser estrictamente económicos, como lo veo yo. Pienso que se ha iniciado recién en el mundo una crisis, crisis que responde nada más ni nada menos que a los graves errores cometidos en el mundo tecnológico del siglo XX.
Han destruido la tierra, están convirtiendo la tierra en basurales, en cloacas los ríos, no hay agua potable, el oxígeno se va también enrareciendo porque han cubierto el mar, que es liberador de oxígeno, en una capa de aceite, y han destruido los bosques. Eso no se puede hacer impunemente.
Ahora tenemos 3500 millones de habitantes; la mitad está hambrienta; las zonas de producción de alimentos se han reducido enormemente en los últimos tiempos, las tierras están cansadas, ya la producción no puede ser la misma de antes. Y pensamos que, dentro de 26 años, en el 2000, seremos siete u ocho mil millones que comerán. Porque la gente parece que no quiere ponerle un límite a la procreación —que será indispensable—, no parece que haya perspectivas de disminución. Y el tiempo va pasando y seguimos conversando de todas estas cosas. Si llegamos al año 2000 en esas condiciones, la catástrofe es irremediable. ¿Cuál sería la solución?
Raymont: Se necesita planificación…
Perón: Pero es natural. Ponernos de acuerdo ya y dejarnos de discursos. Hay que formar ya institutos de estudios ecológicos y ponerse a resolver ya, no solo a estudiar. Ya es suficientemente conocido el fenómeno. Eso es lo que yo veo: la lentitud con que se hacen estas cosas.
Raymont: En nuestro continente tenemos este fenómeno: una vasta área que es Estados Unidos, altamente industrializada, y el sur del continente, que todavía tiene un enorme potencial de desarrollo.
Perón: Nosotros somos los ricos del futuro. Los ricos del pasado ya están terminando.
Raymont: Pero, a su juicio, siendo Estados Unidos un país superdesarrollado con grandes capitales para la inversión, ¿cómo puede ejercer una fuerza más positiva para que se acelere el desarrollo de la América Latina?
Perón: Lo primero que hay que hacer es acordar universalmente un proceso ecológico; es decir, impedir la destrucción que sigue y, cada día, en mayor medida. Lo que se trata ahora es de impedir la destrucción. Nos estamos quedando sin materias primas. Usted sabe que, en el mundo, hoy, no hay cobre. El cobre que hay es insignificante frente a las necesidades, y petróleo, no digamos.
Gelbard: Nosotros todavía tenemos cobre.
Perón: Sí, claro. Lo primero que tenemos que hacer es llegar a un acuerdo universal para la preservación ecológica de la tierra. Si no hacemos eso, seguiremos destruyendo. Es decir, ya no se puede lanzar un proceso tecnológico que no esté revisado. Ahora, si se sigue destruyendo, la solución del año 2000, bueno, serán diez o doce bombas de 100 megatones. Es otra solución: va a dejar la mitad de la población que puede seguir viviendo.
Raymont: La responsabilidad, en ese sentido, reside esencialmente en los países desarrollados, y ya hay conciencia del problema en ellos.
Perón: Son los grandes, es natural. Porque son ellos los que se van a quedar sin materia prima. Ahora están pagando tres veces el valor del petróleo. Dentro de poco van a pagar tres o cincos veces el valor del cobre, que ya no hay. Y a la comida, esa la van a tener que pagar diez veces. Por eso lo digo, hasta ahora nos pagaban a vil precio la materia prima y nos daban la manufactura sobrevalorada. Desde ahora empieza el proceso inverso; ahora vale más la materia prima que la manufactura. Pero no sigamos destruyendo, porque entonces nada valdrá nada. Ahora el peligro es que los fuertes, como ha pasado siempre en la historia, cuando necesiten materia prima, necesiten comida, la vengan a tomar por las buenas o por las malas, como ya han anunciado en los Estados Unidos que quieren hacer con el petróleo.