La Revolución de Mayo, una interpretación histórica
Por Jorge Milton Capitanich
La Revolución de Mayo se inscribe en un contexto internacional predeterminado y constituye como dijo Juan Bautista Alberdi “un detalle de la revolución española, americana y francesa”. “La historia es la política del pasado y la política es la historia del presente”. El relato histórico depende del prisma ideológico y éste determina la conciencia histórica.
Juan Domingo Perón decía que nuestra conciencia histórica arranca “desde los berroqueños, riscos y carpetovetónicos hasta nuestros días”. Para la historiografía liberal mitrista la Revolución de Mayo fue “separatista, librecambista, probritánica y antihispánica”. Para los revisionistas históricos de pensamiento nacional de derecha, la Revolución de Mayo fue eminentemente militar cuya figura emblemática es Cornelio Saavedra sin la participación del pueblo.
Desde una perspectiva nacional y popular, la Revolución de Mayo es democrática, anti-absolutista, popular y reivindicativa de los derechos del indio y de los esclavos. Esta tesis rebate la visión historiográfica liberal en virtud de los siguientes argumentos: a) no puede ser anti-hispánica porque miembros de la Primera Junta del Gobierno Patrio eran españoles (Larrea, Matheu); otros se formaron en España (Azcuénaga) y fueron funcionarios de la Corona (Belgrano). b) No es separatista porque juraron por Fernando VII, en virtud de la ocupación francesa por parte de Napoleón Bonaparte en el marco de la constitución de la Juntas en España, el reconocimiento del estatus de provincia y la equidad de trato como así también promueve la organización popular de sus colonias. c) No es independentista en virtud la inexistencia de voluntad política de declarar la misma en el contexto determinado. d) No es probritánica, pues muchos de los revolucionarios formaron parte de las milicias que rechazaron las invasiones inglesas.
La visión edulcorada de Mariano Moreno con la Representación de los Hacendados pretende minimizar el Plan de Operaciones como base de un plan de acción revolucionario que promueve un decisivo rol del Estado para la transformación del sistema económico en virtud de la inexistencia de una burguesía territorial y comercial o industrial. También promueve la expropiación de las minas en Alto Perú y la prohibición de llevarse los metales afuera. Genera el diario La Gaceta el 7 de junio como órgano de difusión de la revolución e intensifica en 10 meses estrategias para el desarrollo agrícola y maderero para la construcción de barcos sugeridos por Manuel Belgrano.
No cabe la menor duda que la visión porteña, elitista, liberal y pro- inglesa de la Revolución de Mayo ha calado hondo en el sentimiento de una gran parte de nuestro pueblo. Por eso, hoy es preciso contrarrestar estas creencias. No es cierto que se reclamaba por el libre comercio, pues en noviembre de 1809 ya lo había implementado el Virrey Cisneros. No es cierto que sólo haya participado la “gente decente”, pues los chisperos y agitadores populares tuvieron una clara visión para recuperar la participación del pueblo. “El pueblo quiere saber de qué se trata”, era la consigna.
Para la celebración del Cabildo Abierto se habían cursado aproximadamente 600 invitaciones, pero asistieron poco más de 250 personas. El clima popular no era el más adecuado para posponer ciertas decisiones que se consideraban vitales para el pueblo que desafiaba las inclemencias del tiempo.
Nuestra Patria no tuvo un proceso rápido de organización nacional. La experiencia de Estados Unidos indica que el proceso de organización institucional con constitución y forma de gobierno se resolvió en el Congreso de Filadelfia en 1787, 11 años después de la revolución del 4 de julio de 1776. En 1791 Washington era la capital.
Nosotros tuvimos un proceso largo y complejo. Desde el 25 de mayo de 1810 iniciamos un camino con la Primera Junta de Gobierno con el objetivo de incorporar a las otras provincias del Virreinato. Córdoba se sublevó con Santiago Liniers y éste fue fusilado. Paraguay con Bernardo de Velazco resistió el avance de Manuel Belgrano y dio lugar a la revolución del 14 de mayo de 1811.
Nuestros patriotas tuvieron derrotas militares y logros políticos. La derrota de Sipe-Sipe bajo el mando de Castelli. Vilcapugio y Ayohuma con Belgrano. Pero también, el éxodo jujeño, las batallas de Salta y Tucumán fueron hechos gloriosos de nuestros próceres.
Las divisiones políticas internas a lo largo de nuestra historia siempre han existido y responde a dos modelos antitéticos de país. Unitarios y Federales fueron parte de una lucha por la renta aduanera y de correos que era la principal fuente de financiamiento de las Provincias Unidas del Río de la Plata, por la libre navegabilidad de los ríos interiores y por el ejercicio de la representación de las relaciones exteriores.
Los sucesos políticos determinaron largas etapas de inestabilidad política. Tardamos 70 años para lograr la organización nacional tan anhelada, con una constitución aceptada por todos y la capital de la República enancada en Buenos Aires recién en 1880. Pasamos etapas de plena anarquía como junio de 1820 con la provincia de Buenos Aires gobernada por tres gobernadores.
Pasamos de la primera junta de gobierno patrio a la Junta Grande entre el 25 de mayo y el 18 de diciembre de 1810. Pasamos por el primer y segundo triunvirato, por seis directores supremos y por fallidos congresos constituyentes sin lograr plasmar un proyecto de país en una constitución aceptada por todos.
Tuvimos una Asamblea del Año XIII que abolió la esclavitud, los tormentos y logró la reivindicación de nuestros pueblos indígenas pero no logramos nuestra constitución. Dejamos afuera a José Gervasio Artigas con su proyecto de Confederación que anidaba ideas progresistas.
Tardamos seis años para declarar nuestra independencia en un contexto internacional más desfavorable aún, con Fernando VII liberado en 1814 y con una visión absolutista reaccionaria destinada a recuperar y someter a sus antiguas colonias. Tuvimos un fallido intento con las constituciones unitarias de 1819 y 1826, con los tratados del Pilar, del Cuadrilátero, del Pacto Federal de 1831 entre otros. Tuvimos Cepeda y Pavón. Tuvimos la constitución de 1853 y de 1860 y su ulterior reforma de 1868.
En fin, tuvimos guerras civiles entre unitarios y federales, guerras externas contra las potencias extranjeras en defensa de nuestra soberanía y de nuestra patria. Tenemos héroes y mártires a quienes debemos rendirles un justo y merecido homenaje pues ofrendaron su vida por nuestra Patria.
Claro que el actual gobierno del presidente Mauricio Macri no debe pensar como nosotros. Si es capaz de reemplazar los billetes emitidos por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) con la figura de nuestros próceres y referentes políticos más destacados por la flora y por la fauna autóctona lo que transmite como mensaje es algo evidente: no preservar nuestra identidad.
El concepto de patria, tiene una doble acepción decía Juan José Hernández Arregui: psicológica-individual y sociológica colectiva. Las vivencias personales forman parte de nuestra experiencia de vida, pero en sentido colectivo, Patria “es una posesión en común de una herencia de recuerdos”. Esa posesión en común de nuestros recuerdos tiene que ver con nuestra memoria colectiva, con nuestra conciencia histórica y social, en tanto experiencia colectiva de nuestro sujeto actuante de la nación que es precisamente nuestro pueblo.
Nuestra Patria es nuestra soberanía, es la defensa de nuestro territorio, es la defensa de nuestros ideales, de nuestros valores, de nuestra identidad. Hoy el mundo enfrenta un dilema de orden estructural que atentan contra los ideales de la revolución francesa de 1789: a) no hay libertad pues más del 50 por ciento de la humanidad no viven en sistemas democráticos abiertos que pregonen la libertad humana y solidaria como un principio inmanente a la dignidad humana, b) no hay igualdad pues la injusticia social a nivel planetario indica la existencia de 871 millones de hambrientos, 1200 millones de indigentes, 3000 millones de pobres, 1400 millones de personas sin electricidad, 2160 millones de personas sin conexiones sanitarias.
Un mundo desigual en donde 62 ricos tienen la misa riqueza que 3500 millones de pobres. Un mundo con 60 millones de desempleados. Un mundo esencialmente injusto: no hay fraternidad pues las guerras provocan el desencanto de miles de migrantes con una industria armamentista desbocada que cultiva una guerra permanente en donde la principal potencia del mundo posee 1000 bases militares en escala planetaria.
En un mundo sin paz, lleno de guerras y de conflictos étnicos, raciales, políticos y religiosos no es posible aplicar el principio de la fraternidad universal. En un mundo con hambre, injusticia social y falta de oportunidades no es posible la igualdad.
En un mundo con avasallamiento de derechos, sin solidaridad y sin un sentido de pertenencia universal y con sustentabilidad ambiental no es posible el libre ejercicio de la libertad.
Por eso, este 25 de mayo debe volver a flamear nuestras banderas, nuestros ideales. Debemos recuperar nuestro orgullo para exhibir nuestra escarapela erguida en nuestro pecho. Debemos abrazar a nuestro hermano para construir la patria, nuestra patria que es de todos. Debemos sentir el orgullo de ser argentinos, de ser chaqueños, de ser patriotas capaces de gritar con mucha fuerza y vigor: ¡Viva la Patria!