Recuerdos de Horacio González en la Biblioteca Nacional, por Roberto Baschetti
Por Roberto Baschetti
Voy a escribir brevemente sobre un hombre fuera de serie.
Intelectual brillante, militante de las causas justas, ser humano excepcional.
Fallecido a la edad de 77 años el 22 de junio de 2021.
En tanto duró su gestión como Director en la Biblioteca Nacional (BN) entre los años 2005 y 2015, estuve a su lado al frente del Departamento de Canje y Donaciones. Puedo entonces hablar con cierta propiedad sobre su persona.
Hasta que él llegó a la BN no tenía una política clara en cuanto a la función a desarrollar y si la tenía, le era imposible llevarla a la práctica por falta de ideas o de presupuesto. La gestión cultural que llevaron adelante los gobiernos de Néstor y Cristina encarrilaron las cosas. Apareció el dinero necesario y el hombre ejecutivo para hacer de la teoría y la práctica un mismo elemento.
Lo primero que hizo fue tener charlas coloquiales con los trabajadores existentes en la BN. Solos o en grupos. Qué tarea desempeñaban, si estaban a gusto o no, qué hacía falta en su área para que esta funcionara mejor, o bien qué otra labor encontraba apta para desarrollar y nunca había sido llamado o seleccionado para la misma.
Fue una tarea ímproba y que llevaba horas y horas de su tiempo. Lo justificaba diciéndome que toda persona rinde más si está a gusto con lo que hace, con la labor que desempeña. De sus aciertos en estas investigaciones que llevaba adelante, cito al pasar dos de tantos otros. A un joven que estaba en el segundo subsuelo de la BN acarreando libros de aquí para allá, sin ton ni son, lo nombró a cargo de la editorial de la BN con excelente resultado. Otro muchachito abrumado y mal psíquicamente por un trabajo rutinario de oficina fue responsable de la revista de letras editada por la BN y de nombre “Abanico”; cambió su cara, su disposición y su ánimo inmediatamente. Quedó en claro una cualidad de Horacio de la cual nunca hizo alarde: te semblanteaba, conversaba con vos y “te sacaba la ficha al toque”.
Otro mérito de nuestro Director fue convertir a la BN. De ser una biblioteca del Barrio Norte situada en la aristocrática Recoleta donde las señoras de la zona venían a tomar el té a la confitería y a divagar sobre la inmortalidad del cangrejo o la última moda europea, pasó a ser una Biblioteca Nacional para todos los argentinos. Durante su gestión hubo un promedio de 600 (seiscientas) actividades por año, inclusive los domingos. Porque tenía claro que para muchos connacionales ese era el único y verdadero día de esparcimiento para él y su familia y poder gozar si quería de un espectáculo cultural de forma gratuita. Al respecto, nunca voy a olvidar a esa humilde joven maestra que se vino con sus alumnos en un destartalado colectivo proveniente de La Matanza para gozar todos juntos de una muestra-exposición sobre Eva Perón, la “Santa Evita” de sus abuelos y bisabuelos.
Otra tarea que Horacio tenía clara como sociólogo e investigador, era aprovechar su función de Director y mandar a reeditar en formato papel la gran mayoría de las revistas culturales y políticas que habían marcado una época en los convulsionados ’60 y ’70 y que estaban desaparecidas. Se tomó el trabajo de juntar las publicaciones dispersas hasta completar las colecciones. Esa era una tarea que solo podía hacerse desde el Estado Nacional (y así recuperar nuestro acervo), porque ninguna editorial privada iba a gastar un peso en algo que no le redituaba ganancia; así de simple. Entonces en su gestión, volvieron a nuestras manos –entre otras- las inhallables e invalorables Fichas de Investigación Económica y Social, La Rosa Blindada, Pasado y Presente, Proa, El Lagrimal Trifurca, Nuevo Hombre, Poesía Buenos Aires, Envido, Cristianismo y Revolución, Letra y Línea, El Ornitorrinco, Peronismo y Socialismo / Peronismo y Liberación, El Grillo de Papel. Impresiones a las que debe sumarse el fichaje completo de los textos de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA) y del Centro Editor de América Latina (CEAL) y los quince números de la revista La Biblioteca. Espero que alguna vez se comprenda en su justa dimensión y valor esta tarea de recuperar patrimonio cultural que se llevó a cabo en aquel momento con Horacio al frente. Es inevitable comparar eso con lo que vino después en la gestión de Macri/Avelluto/Manguel cuando no había dinero ni para comprar papel higiénico para los baños, los cuales tampoco eran aseados porque a la empresa contratista para tal fin no le pagaban.
González tampoco se llevaba bien con las multinacionales que aprovechaban la volada y se convertían en auspiciadoras o presentadoras de eventos culturales en la Biblioteca Nacional, algo que era de práctica algunas veces antes de su gestión. La Cultura a ellas les importaba un corno, pero así figuraban y descontaban impuestos. Me acuerdo –porque él me lo dijo- que no iba a permitir que la Coca&Cola apareciera como sponsor de una muestra, donde como gesto “altruista” sería la encargada de confeccionar los programas con su logo y repartir la bebida cola entre los presentes el día de la inauguración. Y su decisión la hizo cumplir a rajatabla. Si se me permite el chascarrillo fue un precursor del futbolista portugués Ronaldo.
En otra oportunidad una multinacional de las comunicaciones hizo una donación de material gráfico pictórico y de arte muy valioso. Teniendo en cuenta mi función en la BN fui el encargado de organizar el encuentro entre ambas partes para la firma del convenio. Por la Casa: Horacio González y yo; por la otra parte dos blondas señoritas que eran lo más parecidos que vi en mi vida a las muñecas Barbie. Bueno, presentación va, cafecito viene, comentarios y sonrisas de circunstancias presentes, se firman los papeles. Y una vez firmados, Horacio le pregunta a una de las señoritas, la que parecía llevar la voz cantante por el lado empresarial, por qué habían efectuado una donación tan importante. Y la dama dijo que era porque la empresa había decidido ganar espacio – los libros de arte son voluminosos y pesados en la mayoría de los casos- y volcarse al terreno virtual. Yo sabía la que se venía. Lo miré a Horacio, quien dejó de lado su aire bonachón y les brindó a las muchachas una filípica de aquellas. Ninguna virtualidad podría borrar la importancia de un libro, la sensación de tenerlo entre manos, de hojearlo, señalarlo las veces que fuera necesario, de conservarlo como hito de nuestra existencia y de la propia humanidad. Lo virtual en el tema, solamente señalaba la finitud de una civilización que se pegaba un disparo en sus propios pies.
Y dejo para el final contar sobre su persona. Sobre su ética. Sobre su honestidad. Como Director de la Biblioteca Nacional, gozaba de ciertos privilegios, esos mismos privilegios que él siempre dejó de lado. Ustedes deben creerme cuando les digo que cada vez que viajaba en avión –como Director de la BN- a un evento nacional o internacional lo hacía en clase económica nunca en primera o ejecutiva –salvo que lo invitara el anfitrión. Y cuando volvía de esa actividad, devolvía el importe de los viáticos que no había gastado en su periplo, cuando era norma que si se los quedaba nadie preguntaba nada. No quería ser llevado en la camioneta oficial de la BN con su chofer asignado a ningún lado, salvo que se hiciera tarde por algo y debía salirse del apuro. Tomaba taxis para moverse por Buenos Aires y los pagaba de su bolsillo, nunca le pasaba el ticket a nuestro departamento contable y exactamente lo mismo hacía con las comidas de todos los días. Las pagaba sin pedir reintegro. Y eran desayunos o almuerzos en tanto desempeñaba funciones en la BN. Me pregunto,¿cómo no respetar para siempre a un tipo así?
Por eso se ganó la estima de todos en la Biblioteca Nacional. Logró lo que nadie logró antes y dudo que logre alguien después ejerciendo el mismo cargo. Cuando debió irse de la BN todo el personal se juntó en la explanada y patio del piso cero, en otro lugar no cabían, y lo vitorearon, le cantaron y lo despidieron con aplausos y muestras de aprobación a su gestión. Hubo lágrimas y abrazos al por mayor. Cualquiera que trabaja o trabajó en el Estado sabe de las relaciones tirantes entre los dos gremios estatales: UPCN y ATE. Pues esta vez estaban todos juntos felices despidiendo al amigo, tal como se lo dijeron en los discursos que se improvisaron.
Permítaseme una licencia entre histórica y religiosa para cerrar esta nota. Así como en la Historia de la Humanidad para registrar hechos en el tiempo se dice que tal suceso ocurrió en el año tal, antes o después de Cristo; AC o DC; del mismo modo, es inevitable, de ahora en más, que cuando se den a conocer hechos ocurridos en la Biblioteca Nacional, deba decirse como añadidura, que ellos ocurrieron antes de González o después de González. Tal fue la revolución copernicana que este hombre produjo en nuestro pensamiento, en nuestras letras y en nuestros corazones.