Reseña de Revolución: Contribución del sandinismo, de Carlos Midence

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    Revolución, de Carlos Midence

Reseña de Revolución: Contribución del sandinismo, de Carlos Midence

24 Abril 2023

El embajador nicaragüense Carlos Midence acaba de publicar "Revolución: Contribución del sandinismo al concepto y otros ensayos". Silvia Rivera, Docente Investigadora de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) y Coordinadora de la Red de Ética en Ciencia y Tecnología (RECyT) hizo una reseña del mismo en la presentación del libro.

Agradezco al Compañero Embajador Carlos Midence que me haya invitado a presentar su libro. Invitación que considero un verdadero honor, en primer lugar por la destacada trayectoria que Carlos Midence acredita como escritor, pensador e investigador. Con trece libros publicados, un doctorado honoris causa, premios internacionales entre tantos otros importantes antecedentes, el Dr. Carlos Midence enaltece tanto la labor académica como la praxis política, en un reenvío recíproco -no sólo fértil sino ante todo necesario- entre militancia y rigor intelectual. Porque a los antecedentes académicos aquí brevemente citados, Carlos Midence suma una relevante experiencia en política internacional (Representante Permanente de Nicaragua ante la OMT) y en la carrera diplomática (Embajador en España, Grecia y ahora en Argentina)

Carlos Midence, formado en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), pone de manifiesto que la Universidad hace la diferencia. En especial cuando la Universidad en cuestión honra el lema que la identifica en cada una de sus acciones cotidianas: "A la libertad por la Universidad". La UNAN es una universidad pública de excelencia, que tiene entre sus prioridades la dedicación absoluta al estudio tanto de docentes como estudiantes, jerarquizando a ambos en la dignidad de salarios justos para quienes enseñan y en la efectiva inclusión de quienes estudian, con un amplio sistema de becas y grandes sectores de residencias para alumnos. Con equipamientos tecnológicos en todas sus aulas, viviendas para profesores visitantes, tecnologías educativas avanzadas, programas de formación permanente, entre tantos otros recursos al servicio de la educación.

En segundo lugar, me honra la invitación por las características propias de la obra cuya edición hoy celebramos: el libro de Carlos Midence titulado "Revolución. Contribución del sandinismo al concepto y otros ensayos", publicado por Acercándonos Ediciones y con prólogo de Manuel Pineda. Tal como su título lo indica, el eje del libro gira en torno al concepto "revolución", del que el autor realiza una dedicada genealogía, vinculando sus aspectos tanto ético-políticos cómo epistémicos. Porque la dimensión epistémica es una y otra vez señalada por el autor en su aspecto fundante, constitutivo; la dimensión epistémica cómo productora de conceptos, articuladora de constelaciones significativas y organizadora de prácticas. Teoría-praxis, una dicotomía heredada de la cosmovisión griega, ubicada en la base misma del pensamiento occidental, logocéntrico, etnocéntrico y androcéntrico. Distinción teoría-praxis, que impone la sociedad ateniense, junto con su invento de la polis y la democracia, al tiempo que reafirma el elitismo de una sociedad dividida en clases, dónde la teoría o actividad considerada superior, era reservada para aquellos que, por un origen aristocrático estaban exentos del trabajo productivo. Este es el legado colonial que recibimos, que se expande por Europa y que el conquistador graba a fuego en nuestros cuerpos y nuestras mentes cuando nos impone no sólo su religión sino ante todo su lenguaje.

Porque de revolución se trata y precisamente uno de los aspectos centrales que definen la capacidad de romper con el poder colonial es la posibilidad de subvertir la relación teoría-praxis. No ya teoría como pensamiento puro que se aplica luego, a la manera de una teoría que "desciende" de un cielo intelectual a las rispideces del territorio, sino práctica que produce teoría, conceptos que se amasan en el hacer de la resistencia, de la lucha y que llevan en sí las huellas y marcas de su proceso de producción.

Tal como afirman Deleuze y Guattari, (Deleuze y Guattari, 2006) es el arte de inventar conceptos, de reinventar sentidos que se miden por su productividad, es decir no sólo por la comprensión que nos acercan del mundo sino por su capacidad transformadora, por su potencial para subvertir el orden hegemónico. Ahora bien, tal como nos explica Ernesto Laclau (Laclau, 2002), la operación de investir de significado a un concepto no es una tarea pacífica. Aún más, es la expresión más acabada de una lucha política que, en su base, no es por designaciones o cargos, sino por el poder de fijar el significado de conceptos que se consideran centrales en una formación discursiva dada. Tal el concepto "democracia" en teoría política, o el de "verdad", "método" y "progreso" en el campo epistemológico. En este caso, la lucha política se juega en torno al concepto de "revolución", al que Carlos Midence dedica un detallado análisis en el primer capítulo de su libro, si bien su centralidad se mantiene presente a lo largo de toda la obra.

Frente al concepto eurocéntrico de revolución, emergen las revoluciones del sur, revoluciones populares que se alzan contra la miseria, la opresión y la violencia del poder colonial. Revoluciones que el conquistador debía aplastar no sólo en la práctica, sino muy especialmente desactivarlas en el concepto, en un proceso tendiente a la descalificación o  "desleimiento" cómo lo denomina Carlos Midence, que o asocia revolución a golpe de estado en oposición a democracia por una parte, o al empobrecimiento y banalización de su potencial, por la otra. Banalización que llega al extremo, por ejemplo, de proponer una “revolución de la alegría”. Frente a tales intentos, son las “revoluciones del sur”, iniciadas en Haití por un pueblo de esclavos que tiene el coraje de disputar el concepto de revolución a la nación que se proclama ni más ni menos que garante de su sentido, las que recuperan el potencial del concepto, y es en esta tarea que brilla la figura de Augusto Sandino.

Precisamente, la contundencia de la práctica revolucionaria de Sandino se sustenta en la capacidad que manifiesta para recrear el concepto. Concepto que, resignificado, fortalece la efectividad de la praxis. La dimensión epistémica y política muestran entonces su dependencia recíproca (Varsavsky, 1975). La epistemología es política, en tanto proceso de lucha por la creación y recreación de conceptos. La política, por su parte, supone una epistemología que articula la praxis revolucionaria en un plexo significativo. Queda claro entonces que la revolución tiene una dimensión epistémica constitutiva y esto es algo que debe manifestarse en la Universidad, como lugar privilegiado de producción de saberes (Sabater, Layna y Rivera, 2020). Los poderes coloniales lo saben y no es casual que el intento de golpe que en 2018 atentó contra la soberanía del pueblo nicaragüense, haya apuntado directamente a la Universidad. El colonialismo académico es la manifestación contemporánea más insidiosa del sometimiento y la dominación.


Está claro entonces que la potencia que adquiere el reenvío recíproco entre prácticas y conceptos es lo que define hasta el día de hoy a la revolución sandinista, al punto de convertirla en la única revolución que se mantiene viva y en expansión. Una revolución que ya no se presenta como contrapuesta a la democracia, sino que refunda la democracia desde sus bases. Revolución que tampoco se asocia acríticamente a la resistencia canónica, esto es la universalidad de la revolución proletaria, sino que recupera la particularidad de su pueblo, sus tradiciones, sus creencias. Sí, la revolución sandinista nutrida por la gesta teórica y militar del General de Hombres Libres Augusto César Sandino, que logra tomar el poder en 1979 y recuperarlo después de tres períodos de gobiernos liberales en virtud de la capacidad del Comandante Daniel Ortega para escuchar a su pueblo y ajustar el programa revolucionario sin traicionar en absoluto lo realizado, sino armonizándolo con la voluntad popular, se encuentra hoy un momento de crecimiento y madurez, que por supuesto incluye también resistencia.

La etapa de la revolución sandinista que se inicia con el regreso del Comandante Daniel Ortega a la presidencia, refuerza valores que definen la identidad nicaragüense, esos valores que enarbolaron Augusto César Sandino y también Rubén Darío, otro inmenso referente intelectual de Nicaragua. De este modo, la revolución sandinista promueve una lectura del concepto que trasciende universalismos abstractos para arraigar profundamente en los valores indentitarios de un pueblo cristiano y solidario. La revolución en Nicaragua se manifiesta participativa, colaborativa, resiliente a la hora de resistir los embates y traiciones de enemigos externos e internos, que no perdonan el éxito de un modelo otro, que confronta la matriz geopolítica y epistémica eurocéntrica con una propuesta soberana, antiimperialista, decolonial. 

Nicaragua defiende su revolución, es decir su soberanía, en todos los planos. En el territorio propio y en los espacios globales de la política internacional. En la militancia permanente de todos los ciudadanos que hacen de la educación su bandera, y de la universidad uno de los lugares privilegiados de la acción política, pero nunca bajo el signo mezquino de rencillas internas o egoísmo viles de grupúsculos mediocres, sino apostando en todo momento a la rigurosidad de un trabajo intelectual de excelencia. El libro del Dr. Carlos Midence representa una importante contribución a esa tarea.