Cristina 2019, por Juan Manuel Ciucci
Parecía que por ser este un año electoral, estaríamos ya desde enero en la danza de nombres y opciones para construir un frente que le propinara una dura derrota al macrismo. Que por ser la primera elección desde que son gobierno, era fundamental demostrar el fuerte descontento que han generado sus políticas en la mayoría de nuestro Pueblo. Pero transitando ya este caluroso Mayo, los nombres que rondan son los del pasado, que nos evocan más derrotas que esperanzas.
Y entonces aparece Ella, como la salvadora. Algo que suponíamos pasaría, y por lo que criticábamos a las compañeras/os que se escabullían del frente, poniendo en duda su conducción. Hasta las encuestas oficialistas dan cuenta de su triunfo si se presenta en la Provincia de Buenos Aires, algo que acomodaría los melones del carro panperonista, queriendo todos ligar de rebote las mieles del triunfo. El que gana conduce, dirán como buenos ortodoxos.
Pero ante esa situación, el desgaste lo recibe Cristina, y es allí donde su participación en estas elecciones legislativas debe ser puesta en duda. O en el caso de este texto, proponer que no participe. Poco interés despierta una candidatura que pueda venir a salvar a una casta política que da muestras de un envejecimiento acelerado.
Ella es la Conducción Histórica del Movimiento Nacional y Popular, hoy. De esta premisa partimos para entender que su rol no puede discutirse hoy en una elección de medio término, que le permitiría el dudoso honor de sentarse en una banca del Senado, a discurrir ante el ajuste macrista junto a lo más rancio de la política argentina.
Aún recuerdo el enero de 2016 que congregó a una gran multitud a las puertas del Congreso, ante los avances a puro decreto que Macri venía logrando. Se pedía la apertura de la sede legislativa, con la ilusión de un freno a las políticas de ajuste o los nombramientos anticonstitucionales que comenzaban a implementarse. Pero resultó que poco después abrieron sus puertas, y la fragmentación propia y los negocios de unos cuantos le permitieron al macrismo sacar todas las leyes que quiso. Hoy el Congreso no reviste mayor interés que algún cruce “picante” que pueda ser insumo televisivo. Semanas atrás se logró una ley que pusiera un freno al 2x1 a los genocidas, sin que se registren festejos (o críticas, quizá de algún lector de editoriales de “la tribuna de doctrina”)en las calles aledañas. La soledad de las vallas colocadas a modo preventivo, reforzaban la clara noción del desinterés popular por lo que allí ocurre.
¿En ese escenario queremos que pase los próximos dos años Cristina? Podríamos pensar que puede hacer “La Gran Lilita” y entonces no ir nunca a las sesiones, como hace la mejor/peor amiga de Mauricio. Que tendría fueros por si el Partido Judicial arremete una vez más contra ella. Que ordenaría la tropa con el triunfo, ante tanto filo/post/ultra massista, que ahora encuentra en Randazzo su mejor opción.
Ahí llegamos al tema de las elecciones de medio término en los últimos años en Argentina: salvo en 2005 cuando Ella le ganó a Chiche y luego fue presidenta en 2007, todos los ganadores han pasado luego al ostracismo. El caso más recordado es sin dudas el del colorado que fundió Casa Tía, que en 2009 le ganó nada más ni nada menos que a Néstor Kirchner una elección. Hoy pocos recuerdan su apellido, ni saben en qué andará en estos días donde parecía todo dado para que vuelva al triunfo su “alica-alicate”.
Massa es otro que bien baila, pero que cada día parece tener una estrella menos iluminada. Si sus socios serán una vez más Stolbizer y Donda, con un Tumini para todos y todas, es tan claro el destino que hasta Daer ya rumbeo hacia la florería. Que con esos apoyos, parece difícil pueda enamorar a muchas/os, ni aunque lo muestren corriendo trenes del pasado/futuro.
Cristina es nuestra esperanza de recuperar el Estado para reconstruir un nuevo intento de Patria Justa, Libre y Soberana, ante el desguace que el macrismo nos deja. Esta cíclica historia la reposicionará como la mejor candidata a Presidenta en 2019. Hoy, presentarse a esta devaluada elección donde todavía no están claros los nombres, parece un error. Y más si lo más rancio se arrima porque lo sabe el carro ganador. Su nombre no puede venir a reposicionar a los pichettos de la política que un segundo después del triunfo, comienzan sus negociaciones de arcaica política.
Estamos ante un tiempo de renovación, que con la palabra cambio pareció la derecha poder capitalizar. A un año y medio de gobierno, queda claro que son el pasado apenas maquillado. Pero muchos dirigentes propios obran como si nada hubiera pasado, y confían en la boleta ganadora para reposicionarse. A esos no tiene que venir Cristina a salvarlos.
Ni tampoco a los que no aparecieron en un año y medio, cuando todos le pedían conducción y le reclamaban que apareciera. Ante esa ausencia, no fueron capaces de crecer. Ya estamos grandes, mis queridos, para seguir pidiéndole todo a Ella.
Cuando el enemigo se desgasta sólo, lo mejor es no sumarse a su desgaste, sino más bien esperar que se derrumbe. Acompañando en las calles la resistencia popular, apostando y ayudando a que se forjen los nuevos cuadros dirigentes que renueven la política argentina. Que construyan un kirchnerismo superador del que hemos transitado. En ese rol sí creo que es fundamental Cristina, y entiendo que es algo de lo mejor que ha expresado en estos últimos meses. El otro rol que puede ocupar es el de Presidenta pero para eso, por desgracia, debemos esperar hasta el 2019.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).