Crónicas del Nordeste de Brasil: hay un proscripto político

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Crónicas del Nordeste de Brasil: hay un proscripto político

11 Septiembre 2018

Por Adrian Dubinsky - Enviado especial

Introducción

No podría comenzar a introducir al lector en esta tierra de sertón y sequía, de imágenes paradisíacas de mares verdes, azules, y playas que se imaginan sin una conchilla que pinche nuestros pies y con días siempre soleados con los cuales se impregna la retina de aquellos que el mercado intenta convertir en meros consumidores, sin dejar en claro que esta última imagen de postal comporta un porcentaje ínfimo del inmenso territorio que ocupan los nueve estados que ocupan la región del nordeste brasileño. Esa silueta de perro erguido que se dibuja sobre el mapa cuenta con uno de los litorales más hermosos del mundo, pero la franja costera, con una identidad propia y una vida cultural riquísima, es solo una orla de verde en un inmenso marrón de sequedad, de pobreza extrema, de gamonales y excoroneles que aún poseen la mayoría de las tierras que producen lo poco que permite el lugar, perjudicadas siempre por las severas sequías que desde fines del siglo XIX parece contar con ciclos constantes. Sin embargo, ese vasto territorio cuenta con una ingente cantidad de oasis que permite una variedad de frutas y verduras notables.

Pero no es la economía de un territorio, ni su paisaje (o sí, según la mirada positivista de Euclides Da Cunha1), lo que determina el espíritu del lugar, y si algo intentan transmitir estas palabras, es un poco de ese espíritu, sus cosmovisiones -heterodoxas y diversas-, su sentir el mundo y la vida, su relación con su entorno y sus posibilidades políticas, su conciencia para, cada vez más, intentar modificar su realidad, procurar la felicidad para sus familias y para sus pueblos y ciudades.
En ese espacio es donde Lula tiene una aprobación del 70% -en el sur, donde se concentran los grandes centros urbanos y políticos, es del orden del 35%- y si bien no se puede presentar a elecciones en medio de esta avanzada posmoderna que lleva como práctica económica en su interior al neoliberalismo más avariento y deshumanizado, la versión remixada de lo que vivimos en los noventa, todo indica que el desafío será transmitir su caudal electoral a Fernando Haddad. Se puede reprimir a un Pueblo y se lo puede amordazar, pero Lula seguirá estando en el fondeadero de la memoria de los pueblos que antes eran invisibles y de pronto emergieron para dar una bocanada del aire que antes solo destilaban las clases acomodadas.

La terrible y agotadora posmodernidad comunicacional y la multimedia internacional replican hasta el hartazgo una biblioteca de babel infinita como las rayas de un tigre de Borges y densa como un relato de Ferréz. Es esa misma sobreinformación la que se debe tamizar, ya que, por primera vez en la historia del mundo, el capital financiero y sus representantes en la tierra pueden prescindir de extraer plusvalía de sus explotados, ya que les alcanza con el expolio financiero de una clase media y media-baja consumidora. Por primera vez en la historia hay sectores de la población que son prescindibles, que no les son útiles ni siquiera para extraerle una ganancia de su trabajo, esa ganancia la extraen de un mundo ficticio que les vendieron a los sectores que perviven en la perversa estructura que delinea el 1% de la población para el resto de la humanidad.

Pero nada está definido; eso es lo que intentan. Y también lo intentan aquí en Brasil. Los deseos de esta crónica nordestina es poder dar cuenta tanto de la realidad de mejora tangible que experimentaron los pueblos del sertón nordestino, de una catinga inmensa que la constituye en la extensión de tierra seca más extensa del continente, durante los gobiernos del PT, pero también de la disputa actual en la cual su líder se encuentra privado de la libertad.

Esta crónica comienza por la puerta de entrada al Nordeste -aseveración no exenta de cierto etnocentrismo geográfico- que constituye la ciudad de Salvador de Bahia, primera capital del Brasil y Estado con mayor cantidad de afrobrasileños; ciudad portuaria y que cargada de “tropicalismo” de postal, pero que a su vez movimenta el escenario político de la región y tracciona gran parte de la voluntad nordestina.

Podría continuar con esta introducción, pero la misma ya no fungiría como tal. A lo largo de las diferentes entregas, cual folletín periodístico del siglo XIX, iré colmando los múltiples hiatos que existen en estas palabras que prologan un intento de comprender, dar cuenta e informar sobre un país y una región que se erigen como puntal para comenzar a revertir el proceso dictatorial que se abate sobre Nuestra América.

Estado de situación

Como es sabido, luego del golpe parlamentario de 2016 que derrocó a Dilma Rousseff, el gobierno de Temer comenzó un desmantelamiento de las políticas inclusivas de los gobiernos del PT y una persecución política contra sus dirigentes, sus aliados y sus militantes, lo que le acarreó una impopularidad rayana al absurdo. Imagínense un presidente con menos del 4% de aceptación. La clave de por qué sigue en el gobierno, la da el entramado del golpe que mencionamos.

Subidos al vacuo discurso de la corrupción -el discurso unívoco, apolítico, es vacuo, lo cual no significa que no se deba discutir la financiación de la política- se encuentran una serie de actores que mantienen la fachada de la democracia pero que se encaminan a legalizar -no legitimar- la proscripción del favorito del pueblo. El Poder Judicial, el Poder financiero, el establishment político y una clase media acunada por la red O Globo a diario, han decidido mantener la farsa de un Estado de derecho inexistente. Todos esos grupos, comandados por el cruzado Sérgio Moro, quien además es propuesto para el Supremo Tribunal Federal -máxima instancia del poder judicial- por Bolsonaro el impresentable, se han empeñado en acabar con el propio “hecho maldito” del Brasil, con todo lo que tenga que ver con Lula.

En ese contexto, el Comité de Derechos Humanos de la ONU ordenó que se le garantizasen los derechos políticos a Lula. Como respuesta, el Estado brasileño no solo desconoció la resolución, sino que el máximo responsable de las Fuerzas Armadas, el Gral. Eduardo Villas Bôas, salió a cuestionar la futura legitimidad del próximo gobierno, tendiendo un manto de arcaicas voluntades castrenses por sobre las aspiraciones populares.

El 11 de septiembre ante la amenaza del Tribunal Supremo Electoral de quedar fuera de la compulsa, Lula decidió que era momento de bajar su candidatura y que ya había acumulado lo suficiente como para nombrar un sucesor. Como estaba previsto, su candidato a vicepresidente -exPrefecto de São Paulo y exMinistro de Educación durante el primer gobierno de Lula-, Fernando Haddad, irá en las boletas de la lista 13, acompañado por la presidenta del PC do Brasil, Manuela D´Avila.

Las cartas están hechadas. En esta nueva instancia histórica, con una hiperconectividad inusitada en la cual cerca de 100 millones de brasileña/os de los 147 millones empadronada/os tienen acceso a internet y disfrutan/sufren su influencia, solo falta saber cuál es el poder de transferencia de votos que tiene Lula desde su prisión de Curitiba. Hasta ahora cuenta con una intención de voto del 40% mientras que según IBOPE (consultora afín la red O Globo), Haddad se ubica quinto con un escaso 9 %.

En un escenario sin Lula, el recientemente intervenido por una certera cuchillada, Jair Bolsonaro -machista recalcitrante, racista confeso, homofóbico orgulloso y propagador de la mano dura-, cuenta con un preocupante 24%, aunque el espanto pueda nuclear al resto de la sociedad brasileña tras la candidatura de cualquier otro político que llegue a la segunda vuelta (por ahora es impensable un ganador en el primer turno). El pelotón los siguen Ciro Gomes (13 %), la ecologista Marina Silva (11 %) y el socialdemócrata Geraldo Alckmin (10 %). El próximo 7 de octubre se definirá esta elección de final incierto en el que repito, por si no quedo claro, hay un proscripto político.

1 - Autor de Los Sertones, una obra que cuenta la Guerra de Canudos, a fines del siglo XIX, en el Estado de Bahía; Historia retomada por Vargas Llosa en su novela La guerra del fin del mundo.