El hombre de los grises
Hugo Moyano termino un largo mandato en la principal organización de trabajadores de la Argentina, y su figura es imprescindible para entender algo de estas últimas décadas. Pudo ser el comienzo de una renovación y encarar algún cambio importante dentro de una estructura sindical poco democrática, pero terminó eligiendo el camino conservador, sin cambiar mucho lo establecido. El hombre en cuestión ha sido un gran representante sindical para los propios, con logros materiales y derechos laborales indiscutidos. Su accionar en tanto dirigente de otros trabajadores ocupados y organizados del país parece ser menos eficaz.
En los tiempos de luchas de los años noventa fue parte de un conjunto importante de dirigentes y organizaciones sindicales que no acordaron con el proyecto neoliberal y se encontraron -en una accionar común- con parte del movimiento popular. Es para destacar que durante el gobierno de la Alianza se opuso a la ley de flexibilización laboral y en 2008, durante el conflicto del campo, se la jugó al lado del gobierno contra las corporaciones.
Estas acciones hacen imaginar que es una posibilidad cierta encontrarlo en el futuro, si se cumple cierta coyuntura particular, compartiendo la misma vereda de otras causas populares. Pero su derrotero tiene grises y ya aprendimos que buenos actos del pasado no justifican trapisondas en el presente. El hombre ha sido un buen intérprete de la escuela sindical que prioriza el acuerdismo, una acción que actúa -en muchas ocasiones- como máscara para intereses o negocios más grises aún.
El movimiento sindical argentino es fundamental para pensar cualquier proceso popular y de cambio, aunque desde hace un tiempo ha dejado de ser el único actor determinante, porque las fuerzas productivas y las formas de organización cambiaron, se transformaron, se reconvirtieron y rearticularon en otras variadas experiencias.
Y si bien la práctica de una democracia interna en muchas organizaciones es una deuda de la sociedad argentina, esa falta se profundiza en la mayoría de los sindicatos. Porque así como consideramos imprescindible la organización de las y los trabajadores y particularmente el nucleamiento sindical, esta necesidad no puede silenciar la falta concreta de democracia en muchos de ellos.
Y creo que hay que atreverse a estos debates sin miedos ni prejuicios, porque no aporta la idealización de la organización sindical en sí misma, como una suerte de espíritu naturalmente generoso, sólo por el hecho de ser trabajadores organizados. No sirve la ingenuidad que anula ver intereses mezquinos y actitudes autoritarias. Es tan cierto que nuestra historia ha visibilizado la importancia de los sindicatos en muchas luchas decisivas, como que en varias ocasiones, esas organizaciones y sus dirigencias han sido ajenos a reclamos y luchas populares de otras características. Todavía se espera algún gesto solidario desde la CGT con Milagro Sala, por citar un ejemplo urgente.
Moyano tuvo la oportunidad de poder torcer algo de esta historia negativa, en un marco de democratización y ampliación de derechos, pero en el momento de definiciones optó -en última instancia- por defender privilegios de clase dirigente y corporativos. Porque frente al encarcelamiento de un sindicalista que lucró con medicamentos oncológicos para sus propios afiliados, eligió su defensa y cuando ocurrió el asesinato de Mariano Ferreyra a manos de la patota sindical, decidió el camino del silencio. Y corporativo porque terminó encerrado sin mirar alrededor, haciendo huelgas a un gobierno popular por las necesidades de una minoría de trabajadores en blanco, en lugar de reclamar mejor distribución de la riqueza o apoyar una reforma fiscal para que paguen más, los que ganan más. Y si bien el kirchnerismo puede tener sus debes en una estrategia de contención a este sector en particular y el tema de ganancias es posiblemente una de las deudas mal resueltas, las acciones impulsadas por este dirigente en los últimos tiempos se alejan de los horizontes de una sociedad con justicia social y atención solidaria a todos los trabajadores, sean agremiados o no.
Frente al proceso político que más oportunidades dio a las clases subalternas en medio siglo, que permitió recuperar altos índices de sindicalización, derechos y capacidad adquisitiva para los trabajadores, este líder sindical optó, luego de una primera etapa oficialista, por apoyar -por acción y omisión- a un candidato presidencial que expresaba claramente un proyecto neoliberal. El mismo que hoy vemos y sufrimos en la cotidianidad. Y las explicaciones o excusas particulares son insuficientes, si de verdad se busca el bienestar de trabajadores y trabajadoras.
Hace pocos días Hugo Moyano se despidió silenciosamente -luego de más de una década- de la conducción de la CGT. Su tránsito por la central indudablemente no ha pasado inadvertido para nuestra sociedad y su figura seguirá obligando a nuevos balances. En tiempos de nubarrones y tormentas, se va un dirigente de trayectoria gris, un gris oscuro, acorde a los tiempos que quieren imponerse como clima de época.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)