Elogio de la militancia periodística
Cuando un texto parte de otro, encuentra necesariamente sus límites en su génesis. El desafío está en utilizar ese nacimiento como una inspiración, y en escapar de la mera respuesta inoportuna. Trataremos de hacerlo, al retomar el texto de Fernando Alfón Para volver al periodismo político.
El fondo de su planteo podríamos compartirlo, tomándolo como crítica posible a las herramientas comunicacionales que intentó esbozar el kirchnerismo. Y las que mostraron bien pronto su ineficacia, e incluso su debacle luego del 10 de diciembre. Pero discrepamos, y por mucho, con su análisis general y las propuestas que realiza.
Al hablar de “periodismo militante” necesariamente nos sentimos interpelados, como parte de una agencia de noticias que así se proclama. Algo de lo que pensamos colectivamente puede leerse en nuestra presentación, pero me interesaría puntualizar en algunos de los planteos del texto de Alfón.
En principio, es un concepto que continúa en definición, y sobre el cual operamos con nuestro accionar. Por lo tanto, vale decir que no considero “periodismo militante” a los medios que tuvieron alguna alineación con el kirchnerismo, sea comercial o ideológica. Nosotros somos militantes, en una organización, cuyo campo de acción es el periodismo. No se es militante por acordar con un gobierno o por trabajar en un medio que lo hace. No lo es 678 ni Tiempo Argentino, ni lo son Navarro o Barone, por ejemplo.
De allí que no concuerde con el planteo de un "nacimiento" del periodismo militante durante el kirchnerismo, sino que viene de una larga tradición en nuestro país. Podemos pensar en De Frente de John William Cooke, Militancia Peronista para la Liberación de Ortega Peña y Duhalde o Peronismo y Socialismo de Hernández Arregui. Con otros nombres, fueron experiencias de militancia en y desde el periodismo.
Por eso no es un planteo sobre la independencia del periodismo, sino sobre la acción militante de los trabajadores de prensa. Una batalla por el sentido, en una sociedad que sufre los embates de corporaciones hegemónicas de comunicación.
Alfón habla del verosímil, de la necesidad del Pueblo por creer, del agotamiento de esta postura “militante”. El ejemplo que utiliza es por demás interesante: “es como si los actores del teatro, en el clímax de la obra, renunciaran a sus personajes, se quitaran las máscaras y fueran a secar las lágrimas del público, advirtiéndole de que todo se trataba de una mera representación. El periodismo también cuenta con su artificio, y renunciar a él bajo la presunción de que es inauténtico es renunciar a su eficacia”.
Esto nos recuerda necesariamente a Bertolt Brecht, su teatro épico y el efecto de extrañamiento. Como militantes, no queremos construir ilusiones para el Pueblo, sino construir herramientas de análisis que le permitan intervenir por cuenta propia en la realidad. Persuadir, convencer, pero desde las arenas de la política, del conflicto que conlleva, de las identidades que nos acompañan. No disimular, no solapar.
Otro punto, que a esta altura ya debería ser menor, se relaciona con su planteo de entender que la palabra militante nos lleva directamente a concepciones belicistas, en línea con el simplismo de creer que existen dos bandos. Ciertamente, no es un simplismo cuando uno sabe que hay traidores por doquier, pero además es fundamental saber que nuestra historia se vertebra en dos bandos que han ido enfrentando sus proyectos de país, durante 200 años. Las nuevas generaciones deben poner en relación su historia militante con las pasadas, y poder identificar las líneas históricas que separan al movimiento nacional y popular, del país liberal. Eso no es belicismo ni simplificación, sino una verdad que nos impone la realidad.
Finaliza Alfón apelando a un uso del término político, para superar al de militante. El cual sería un obstáculo, un exceso, un inconveniente, creando incluso una especie de ideal de sociedad militante. Algo que en las pasadas elecciones los votantes también buscaron ponerle un fin. Nunca más en desacuerdo: lo que faltó (y sigue faltando) es más militancia. En todas las profesiones, en todos los lugares. Un accionar político organizado para enfrentar las políticas de entrega y vaciamiento que sufrimos. Una experiencia personal, profesional, que se refunda en la unión militante.
Aquí diré que lo mejor sería dentro del peronismo, o el kirchnerismo, o el FpV, o el incierto Frente Ciudadano. No obstante, también lo es en cualquier espacio que comprenda nuestra historia nacional y el lugar que debe ocupar en la defensa de nuestras conquistas. Militar no empaña ni limita ninguna profesión, más bien todo lo contrario: le permite a ese profesional independiente enraizar en un fin común los conocimientos que ha adquirido.
Estamos ingresando en una época en que la política quiere ser manejada por ceos y gerenciadores, donde las medidas responden a mandatos profesionales y no a decisiones basadas en los derechos del Pueblo. En ese marco es que la militancia viene sufriendo ataques que intentan mostrarla como violenta, ineficiente o corrupta. Es por todo esto, también, que debemos defender este concepto de periodismo militante.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)