Frente, sensibilidad y crítica
El 13 de abril una citación judicial se convirtió en acontecimiento político. La voz de la ex presidenta circuló, templando las almas y los entusiasmos. Los rostros de la gente que ahí estaba fueron redibujados por la alegría. ¿Nacía algo ahí o era un nuevo instante de despedida, melancólica, de lo que fue, como el 9 de diciembre o algunas plazas? ¿Abrazo colectivo en el maremoto, encuentro de compañeros, o fuerza política que sigue inscripta como tal después de la derrota electoral, con capacidad de reinventarse? Esa ambivalencia está en cada encuentro, porque la fuerza de la multitud en parte proviene del pasado inmediato, del recuerdo de la felicidad transitada, de los derechos conquistados, del liderazgo político reconocido. Son encuentros de rememoración colectiva. Por eso, se galvanizan de un modo singular ante la presencia de Cristina. Durante esas horas en Comodoro Py se vivió un paréntesis, una suerte de suspensión de la temporalidad cotidiana, la regida por un gobierno que, para los marchantes del 13, es una máquina difícil de descifrar pero activísima en producir daños. De nuevo, los propios movilizados garantizaban la seguridad y no las fuerzas policiales con las manos libres por el protocolo. De nuevo, vibraba en el aire un modo de argumentar la posición política que extrae sus fuerzas en el relato histórico y en la racionalidad enunciativa. De nuevo, las personas hacían gala del cuidado mutuo y de la escucha paciente. La multitud que se forjó en las calles del Bicentenario y que tuvo sus momentos cívicos rotundos en la apertura de las legislativas en el 2015 y el 25 de mayo de ese año, volvió a la calle pero ésta vez no convocada por un gobierno, sino sintiéndose imputada, también ella, por la citación judicial. Cambió el sentido de esa multitud al mismo tiempo que se preservaba como fuerza rememorante, deudora y aliada a la vez de la ex presidenta.
La oradora le pidió a esa multitud que fuera también una fuerza fundadora. De apertura de un nuevo tiempo. Lo llamó frente ciudadano, no kirchnerismo. Es decir, una estrategia política capaz de interpelar a los desairados por el gobierno actual, pero que aún lo valoran porque logró vencer al anterior. Hay muchos que no nos quieren, dijo. El frente ciudadano es, así, un frente antimacrista. Capaz de incluir a sujetos cuya afectividad frente al kirchnerismo es diferente. Ese frente puede tener una tonalidad republicana-liberal, o abrevar en el reencuentro con los conservadurismos populares que se presentan como peronistas, o buscar renovadas alianzas con movimientos de izquierda. O un poco de todo eso. Frente con alas, frente con sectores. El adjetivo ciudadano es prudente y amplísimo, por lo mismo no entusiasma. Me tienta más la inscripción adversativa, el que parte de la confrontación. Pero eso, implica una conversación pública extendida respecto de qué es lo que combatimos. Una tarea crítica, una composición militante, una pluralidad activista.
Esta misma sección, Relámpagos, se sitúa en ese frente imaginado y deseado –antes de que escucháramos la palabra “frente” en las escalinatas de un edificio judicial-, se fue forjando en estos meses como ágora en la que conversan hipótesis, críticas, apuestas que esculpen ese frentismo informe, implícito, futuro. Pensar en términos frentistas no puede reducirse al llamado de los sellos, más bien es una estrategia de atención, un modo de lectura: ¿qué hay en distintas situaciones o temas o combates que merezcan una confluencia de voluntades dispersas, de signos políticos distintos y también de dispar vínculo afectivo con el kirchnerismo? Una hermenéutica, dije, porque también pasa por preguntar, con insistencia, sobre qué hay en la mirada ajena que nos revela aquello para lo cual nuestra propia sensibilidad nos vuelve miopes. Es decir, el frente no puede pensarse como tal si no parte de la tensión entre afectos distintos, si no vive lo heterogéneo como tentación en lugar de molestia y si no reinventa la idea misma de la crítica.
La crítica puede ser indignación de almas bellas, denuncia y acusación desde una suerte de lugar impoluto. Incluso hay quienes festejan ese modo de la crítica como la única libre, porque no se ata las manos ante ninguna situación denunciable por compromisos de algún tipo con las fuerzas políticas existentes. No está mal ese modo de la crítica y de algún modo está asociada a la idea de autonomía de la palabra intelectual. Puede ser también crítica afirmativa, producida no a distancia del compromiso afectivo-político, sino al interior, en la trama misma de esa pertenencia y de la incomodidad ante sus vacíos. Hay frentismo si es posible este tipo de crítica: la que ejerce cada uno con respecto a su propio lugar, a su propia palabra, a sus propias afirmaciones. Hay frentismo de renovado cuño no si se acalla el nombre de kirchnerismo porque a algunos no les gusta –versión táctica del silencio-, sino porque sabemos que con ese nombre no basta para trazar el mapa de las disidencias y afirmaciones que ese frente debería conjugar. Que no basta pero sí es imprescindible en tanto fuerza multitudinaria y callejera, plebeya y democrática.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)