La negritud y el Lulismo, por Adrián Dubinsky
Por Adrián Dubinsky
Se podría decir que el Nordeste brasileño, para aquellos que venimos del sur, comienza en Salvador da Bahia, la puerta de entrada a la región. En el pasado colonial portugués, fue la puerta de entrada de miles de africana/os esclavizada/os, quienes forjaron con su trabajo y su cultura la identidad arquitectónica y cultural de la ciudad, además de llenar las arcas de los dueños de las haciendas de caña, el oro blanco que hizo del Brasil colonial la verdadera joya de la corona. Las 365 iglesias católicas -una para cada día del año- se encuentran colmadas de guiños, señales dejadas de contrabando, imaginería simbólica que remite a un sincretismo profundo ineludible como quizás no se lo haya visto en otro lugar de América. La música, el habla, las formas del ir y del ser bahiano, también se hallan moldeadas por esa inmigración no deseada por los propios migrantes (si es que alguna vez, en el pasado, los migrantes deseaban hacerlo, o si es que se veían compelidos por las circunstancias adversas en que se hallaban sus lugares de origen).
Debido al carácter esclavista de la sociedad Bahiana hasta 1888, año en que la princesa Isabel derogó la esclavitud, no es de extrañar que las relaciones de poder durante la república se constituyeran como una pirámide en la cual el vértice más diminuto concentraba la opulencia y la riqueza, y el resto fungiera como mano de obra pauperizada. Debido a ello, aún hoy en día las luchas políticas y sociales de Salvador continúan teniendo un componente étnico, en el cual la porción explotadora de la sociedad continúa siendo blanca -a pesar de los cambios que acontecieron en el período 2003 – 2016- y el componente de lucha, resistencia y reafirmación identitaria es puesto por la negritud bahiana. Cabe destacar, que según el Movimiento Negro Unificado (MNU), negro es todo aquel que “posee en el color de la piel, en el rostro o los cabellos, señales características de esa raza” 1.
Salvador tiene aproximadamente 3 millones de habitantes, de los cuales el 80% es negro. Aquí cabe hacer una aclaración: aquí, el negro, no es afrobrasileño, y mucho menos persona de color (¿de qué color?, preguntaría una vendedora de aracajé vestida de blanco cuando le hablan de personas de color): es negro; y tampoco se usa el adjetivo “preto”, que si se utiliza para cualquier objeto: el café es preto, la gente no. En ese marco, cabe preguntarse por qué aún Salvador no ha tenido un/a candidato/a a prefecto/a (intendente) negro/a; cabe preguntarse por qué recién en 2008 se inauguró una efigie de Zumbí -el último líder del quilombo de Palmares, o República de Palmares, como prefieren llamarlo aquí, asesinado el 20 de noviembre de 1695-, sustituyendo en el centro de la Praça da Sé a la figura de Tomé de Souza, el primer gobernador general de la colonia.
Hasta hace muy poco, la conciencia negra se hallaba subsumida bajo relaciones de poder en las cuales se utilizaba el aporte africano a la ciudad solamente en términos turísticos y de estereotipación, generando una utilización rentable del carnaval, de la negritud africana. En verdad, más allá de esa operación simbólica sobre la cultura, el carnaval era el único espacio en el que los sectores populares podían mimetizarse con la clase dominante -blanca- y en dónde en verdad adquiría una superioridad ganada a fuerza de inventiva y capacidad cultural adquirida a lo largo de siglos de practicar sus danzas, tambores y ritos.
También el famoso sincretismo religioso por fin es puesto en cuestión: el sincretismo solo existió porque los negros no podían practicar libremente su religión, el candomblé o sus variantes, y era necesario que otorgasen a sus entidades una correlación con los santos cristianos. Hoy por hoy no les es necesario y hay una revalorización de las religiones en su esencia original, sin intermediaciones “toleradas” por la imposibilidad de la iglesia católica de exterminarlas, ya que exterminarlas hubiese significado terminar con una fuerza de trabajo insustituible en la Bahía productora de oro blanco, la caña dulce que amargaba la vida en la Senzala, ese lugar oculto detrás de la Casa Grande tan bien descrito por Gilberto Freyre en su obra cumbre.
Hoy por hoy, grandes cuadros políticos de la negritud participan del PT y dan la discusión al interior de un partido que se ha ido sabiendo reinventar, mudando una mirada clásica sobre la discriminación racial de Salvador desde un abordaje político, atribuyéndolo solamente a relaciones capitalistas de producción, para poder comprender que era necesario que un partido obrerista posase su mirada sobre otros factores, sobre todo teniendo en cuenta que la gran mayoría de la población negra no son obreros, sino vendedoras de aracajé en las calles, trabajadores informales, desocupados, marginalizados.
En la actualidad, el apoyo a Lula no se debe solo a los cupos para que los estudiantes negros accedan a la universidad, ni al programa Bolsa familia (algo similar a la Asignación Universal por Hijo), que alcanzó en Salvador, obviamente, a las familias negras, sino también por una construcción de sentido sobre la negritud que amplió las fronteras de los alcances logrados por la lucha de los propios negros, incluyendo en la sociedad sus experiencias, su cultura, destacando la africanidad de la conformación de la brasileñidad en todas sus dimensiones (pictórica, culinaria, musical, popular, etc.), despojada de folclorismo y con orgullo.
Es lucha que mencionamos hizo que el primer candidato a diputado federal de Salvador, Valmir, sea negro. La inclusión en lugares de discusión y decisión de las negras y negros soteropolitanos2 (acaso el mejor gentilicio que haya escuchado jamás), sumado a las manifestaciones racistas del candidato del Partido Social Liberal, hacen que el apoyo a Fernando Haddad, bendecido por Lula, sean contundentes, y que la militancia negra y la feminista estén construyendo un sendero irreversible hacia un segundo turno en el que se va afirmando, según las últimas encuestas de IBOPE3, la posibilidad de que Haddad sea el próximo presidente de Brasil.
1 - Castro Kustner, Rocío: La negritud en Salvador de Bahía: Una ciudad africana fuera de África. http://www.sodepaz.org/images/pdf/revista021/03_salvadorbahia_ciudadafricana.pdf
2 – También existe hierosopolitano para referirse a los nacidos en Jerusalén, pero este es más potente por sonoridad.
3 – En un hipotético segundo turno, Haddad se impondría al “coso” por 43% a 37%. https://politica.estadao.com.br/noticias/eleicoes,pesquisa-ibope-no-segundo-turno-bolsonaro-perde-para-haddad-ciro-e-alckmin,70002517345