Me lo mataron
La testimoniante nos habla, nos invade con su historia. Quizás no estábamos preparados, quizás no nos avisaron lo que ocurriría cuando ella empezara a hablar. Saber que este encuentro es sobre violencia institucional debería prepararnos, ¿pero cómo hacerlo para escuchar a una madre narrar el asesinato de su hijo en manos de la policía?
Incluso el rol que uno allí ocupa, periodista en este caso, debería construirnos un manto protector para poder escuchar. Y en verdad debemos hacerlo, para poder sacar de allí la información necesaria para construir el relato que pueda comunicar ese asesinato.
Pero de golpe la madre se quiebra, y emite un llanto contenido por palabras. Y uno en su silla, observando, no puede no pensar en qué mierda nos pasa cuando una madre sufre así. Y en qué es posible hacer ante este crimen, como ante tantos otros.
Una de las enormes deudas del kirchnerismo ha sido la herencia dejada en las fuerzas de seguridad. Con un manejo dubitativo, durante toda su gestión la violencia institucional no menguó. Si bien desde el Estado se construía un mensaje de seguridad democrática, muy lejos se estuvo de lograrla. Y hoy, con un gobierno de derecha, se observa un espíritu revanchista en las fuerzas. Y en los barrios crecen los testimonios de la violencia creciente, acentuada, contra los pibes, los militantes, los vecinos.
Hace unos años, Vanesa Orieta nos invitaba a uno de los actos por la memoria de Luciano Arruga diciendo que “la mejor forma para que el resto de los actores sociales entiendan de qué se está hablando cuando se habla de esta problemática, es acercarse a participar. Escuchar a los familiares, ya no vale leerla desde el librito, desde la nota periodística. Hay que empezar a escuchar cómo se desgarran familias cuando tienen que contar hechos tan dolorosos que les toca vivir, y quizás ahí, cuando nos desgarren a nosotros también el corazón, vamos a entender que esto es algo urgente y que se hace necesario que empecemos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para visibilizar esto”.
Quizás por eso no sirvan estas palabras. Y haya que poner el cuerpo, “las patas en el barro”, para entender qué ocurre detrás de un caso de “gatillo fácil”, como solían contárnoslo. O quizás no, y allí podemos ver cómo nos sirven las palabras: hoy es un caso de violencia institucional. Otro modo de narrarlo, que quita lo accidental y episódico, para remarcar las responsabilidades del Estado. Y que nos enfrenta ante el desafío de las responsabilidades compartidas por todos, para erradicar esta violencia institucionalizada. En eso estamos, en eso debemos estar.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)