Pedagogía del albertismo, por Ignacio Fittipaldi
Por Nacho Fittipaldi
De cara al próximo gobierno que tendrá a Alberto Fernández como jefe de Estado se abre una multiplicidad de interrogantes y desafíos verdaderamente titánicos. Los económicos y los sociales sin duda los más urgentes. Sin embargo, no intentaremos aquí referirnos a ellos, sino más bien enumerar y describir otros que no están siendo señalados y son, desde mi humilde opinión, igual de significativos que aquellos a fin de lograr el éxito de la gestión.
A partir del próximo 10 de diciembre, gobernar demandará mucha muñeca política, pero por sobre todo, deberá ser un gran acto de docencia. Y como tal, requerirá de una pedagogía adecuada. Habrá que explicar qué pasó en los cuatro años de macrismo explícito. Hacer docencia acerca de cuál es el estado de situación de las arcas estatales, sin caer en la remanida figura de la pesada herencia, por favor. Docencia sobre qué pasó y docencia sobre qué vamos a hacer; sobre el tiempo que va a llevar. Con honestidad. Hay que explicar cada cosa significativa que se haga. Hacerle saber al pueblo que las medidas que se toman son para tal, o cual cosa.
Alberto es un socialdemócrata. Sin embargo, la prensa hegemónica lo pone en el andarivel del populismo y en esa operación lo iguala a Maduro, y de ahí a Stalin hay un pasito. Entonces juguemos: en los próximos años estaremos en presencia de un populismo vegano, por así decir. Un populismo sin grandes recursos económicos, una Toyota Hilux con GNC, sin empresas para privatizar como tuvo Menem, sin boom de la soja como Néstor, con una deuda en dólares exorbitante, con el FMI adentro, con la prensa agazapada, y con gran parte del pueblo hambreado. Administrar la escasez será el tema, el ringtone, de Alberto.
Habrá que manejar las expectativas con igual prudencia que la economía y las finanzas. Que nadie se llame a engaño. El 10 de diciembre de 2019 será un día venturoso, pero ello no retrotrae la situación socio-económica-política al 9 de diciembre de 2015, ni al 25 de mayo de 2003. Durante dos o tres años no habrá bonanza económica, será sacar recursos de un lado para ponerlos en otro. Eso provocará resquemores y animadversiones. Habrá que administrarlas. Y aunque tal vez (y ojalá), se saque de los sectores de la economía más concentrada, las expectativas deberán ser adecuadamente administradas, fundamentalmente, en los sectores hacia donde se dirijan esos recursos: los sectores populares y los jubilados. La recomposición simbólica será veloz. Ya está en marcha. Pero aquellos que esperen una pronta recomposición salarial, financiera y económica tal vez estén pisando la superficie farragosa de los espejismos.
El escenario internacional es un campo minado, una trampa para osos a derecha e izquierda. La situación en Ecuador, Chile, Bolivia, Venezuela, Brasil y México ponen al presidente electo ante un desafío de enormes dimensiones. La tentación de alinearse, por la natural empatía, con los denominados populismos, podría marcar la diferencia, no ya de las consecuencias naturales de elegir con quién asociarse, sino de los términos y las condiciones de cómo se re estructurará la deuda externa. Un contexto muy distinto a la dinámica con la que se movieron Néstor y Cristina en el plano regional. De esa elección, y ese andar latino, dependerá gran parte de la suerte del próximo gobierno.
Habrá que plantear órdenes y prioridades. Los primeros años no serán los de un gobierno para todos por más que ese sea el lema partidario. Será para todos, sí, en tanto que la restitución política deberá buscar el beneficio colectivo por aquello de que ninguna sociedad se realiza en lo individual sin antes lograrlo colectivamente. La política como acto general de gobierno. Los que podemos esperar, deberemos hacerlo paciente y pacíficamente, se requerirá de una docencia efectiva y una pedagogía eficaz. Gobernar en un sentido que permita en las sucesivas elecciones impedir el regreso de los que el domingo 27 comenzaron a irse. Mientras que la fe es propia de las religiones, la esperanza es de los pueblos. En eso creemos, enormemente.