¿Qué significa “Pobreza cero”?
Habiendo sido una de sus principales promesas durante la campaña electoral, “pobreza cero” sigue siendo hoy uno de los enunciados más repetidos por los representantes de la alianza gobernante, tanto ante la escucha obsecuente de sus seguidores vernáculos, como frente a interlocutores extranjeros, convirtiéndolo así en un elemento fundamental del discurso oficialista. Algunos votantes ingenuos pudieron haber interpretado que con ese enunciado se hacía referencia a la pobreza estructural, entendiendo que quienes lo proferían garantizarían una mejora definitiva de las condiciones de vida de los más necesitados, aquellos que quedaron al margen de los avances realizados durante la última década. Creyeron, tal vez, que el empresario que había forjado su fortuna a expensas del Estado y que, habiendo gobernado el distrito más rico del país, no podía exhibir una sola medida que beneficiara a las clases bajas, cambiaría él ―¡Cambiemos!― para eliminar la pobreza.
Pero, ¿cómo puede seguir teniendo efectividad esa frase luego de un año en el que la pobreza no ha dejado de aumentar como resultado de las políticas públicas de sus difusores? Es cierto que la estrategia duranbarbista responsabiliza por los padecimientos presentes a la pesada herencia recibida, a la vez que posterga para un futuro lejano la realización efectiva de su promesa. Pero con quince meses de gobierno en sus espaldas, en los que todas sus iniciativas se dirigieron en el sentido opuesto de la disminución de la pobreza, resulta indispensable preguntarse a qué se refiere ese enunciado pronunciado por el macrismo, es decir, en qué medida se conecta su expresión durante la campaña con las políticas efectivas y la posibilidad de seguir repitiéndolo.
Desde una perspectiva opositora, este asunto se resuelve de manera sencilla. “Pobreza cero” era una falsa promesa de campaña que fue desmentida por el ejercicio de gobierno, mientras que sólo se puede seguir postulándola gracias al cerco informativo que mantiene en la ignorancia a gran parte de la población. No hay dudas de que esta afirmación es cierta en muchos sentidos y se aplica, sobre todo, a esos votantes ingenuos que creyeron apoyar a un gobierno que incrementaría la distribución de la riqueza. Pero un análisis más profundo exige tener en cuenta cómo se observan las cosas desde la perspectiva contraria.
La entente gobernante –que incluye a la alianza política, los sectores económicos concentrados y los grandes medios de comunicación– se propuso como meta desplegar un mecanismo de poder que revirtiera el modo en el que éste se ejerció durante los últimos años. El populismo, como lo denominan de modo peyorativo, distribuyó la riqueza, los derechos y la palabra. Como resultado de ello, los pobres se hicieron más visibles, consumiendo en donde antes les era vedado, reclamando lo que otrora estaba prohibido y pronunciándose en lugar de permanecer callados. Aquello que desde una perspectiva popular fue un triunfo, quedando, clara está, deudas pendientes, pero en la misma dirección de los logros alcanzados, para el modo de poder neoliberal es el fracaso. Para ellos, el problema de la pobreza no se plantea en términos de igualdad. Al contrario, desde su perspectiva, la pobreza aparece como problema cuando se hace visible y el modo en el que aparece es reclamando posiciones de igualdad. Gobernar, para ellos, es generar las condiciones a partir de las cuales la pobreza sea invisibilizada, logrando, por medio del establecimiento de jerarquías, la aceptación automática de las distinciones que excluyan a los pobres de los ámbitos de consumo, que les denieguen derechos y que acallen su voz.
“Pobreza cero”, entonces, significa para el macrismo una pobreza invisible, sumisa, domeñada: reducida al nivel en el que no sea percibida como un problema, su grado cero. De eso hablaban en la campaña electoral. Esa es la matriz que guía sus políticas concretas. Y en esos términos se va a definir su éxito: no se trata de que el índice de pobreza baje, sino de que, acallando a los pobres, la pobreza deje de manifestarse como un problema. Funcional a ello es el proceso de desindustrialización que incrementa la desocupación, restándole fuerza a la clase trabajadora, la drástica disminución de los programas asistenciales que libra a su suerte a los sectores marginados, la política represiva contra toda manifestación de disenso y la persecución judicial de los líderes políticos y sociales que representan a las masas.
Combatir una política orientada a desmembrar a los sectores populares para que no puedan expresar sus reclamos exige, es cierto, desarrollar mecanismos para sortear el cerco informativo. Pero, además de ello, implica afirmar que el problema de la pobreza debe ser planteado en términos de igualdad, tanto en el contenido de los enunciados como en los modos de expresarlos. Porque sólo articulando los intereses y las prácticas de los que resultan excluidos se puede resistir a los embates de un poder excluyente.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).