Una declaración de clase
No hay muchas palabras posibles para presentar una carta de estas características. Simplemente decir, como me dice un hermano de la vida que conoce al Pitu desde hace mucho: “es toda una declaración de clase”.
Produce violencia, indignación y rabia su situación. ¿Quién dice que no vivimos en una sociedad violenta? ¿Quién se anima a afirmar eso? No somos una sociedad clasista, pero da la casualidad que la inmensa mayoría de presos del país son pobres. No somos una sociedad clasista, pero da la casualidad que la mayoría de las muertes evitables la sufren los pobres. No somos una sociedad clasista, pero da la casualidad que las mayores ilegalidades y el cercenamiento de derechos básicos siempre las viven los pobres.
Todo esto se reafirma en el cambio de gobierno y el asalto al Estado por parte de representantes directos de las corporaciones económicas-financieras internacionales.
Conozco al Pitu Salvatierra mucho antes de que sea uno de los estigmatizados por la corporación mediática. No hemos hablado mucho personalmente, simplemente nos hemos cruzado alguna vez. Pero soy un trabajador docente de ciertos barrios también estigmatizados. Y quienes allí trabajamos, convivimos cotidianamente con una infinidad de historias de vida similares.
El Pitu Salvatierra fue alumno de una escuela del barrio Piedrabuena. Allí concurre ahora su hijo y allí, al igual que en muchas otras escuelas de la ciudad (y del país), los docentes se comprometen no sólo con su trabajo, sino también con las historias de vida de sus estudiantes y el territorio que habitan. Por eso mismo, hace mucho que conocemos al Pitu.
Su historia de vida tiene similitudes con millones de desamparados y desamparadas de nuestros territorios. Pero, a la vez, él logró darle una vuelta de tuerca al destino y en el mismo momento que entendió que su futuro estaba ligado a cierta forma de la ayuda social, también se sumó a militar y a organizarse. Y ese es uno de sus pecados imperdonables. Porque una cosa es ser pobre y tener un comedor o una ONG para ayudar a los propios y otra muy diferente es ser pobre, ayudar a los propios, pero además organizarse políticamente y militar. Eso es imperdonable y se paga. Apenas haya condiciones, se paga.
Y en la actualidad muchos y muchas entienden que hay condiciones para cobrarla y no importa la veracidad de los hechos, ni la legalidad. Por eso Milagro está presa y por eso Pitu está preso.
Y por esto mismo no hay lugar a la tristeza ni a la desmoralización. Porque son tiempos que requieren altos niveles de paciencia para no caer en provocaciones cotidianas y a la vez no detenerse, ni guardarse, ni dejar más desamparados a los desamparados.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)