Yo conocí la Cuba de Fidel
En 2012 tuve la suerte de viajar a Cuba, recién recibida de politóloga. Fue un viaje de placer, de joda, con dos amigos de Lobos: el Ferdi y el Gringo. Llegamos el 12 de Agosto cerca de las 23 hs.
Cayo Coco de entrada, playa, ron, una alegría que te mantiene el ritmo durante toda la estadía. Dormimos y al día siguiente, en el desayuno, bajé con el mate. Un mate que, con ecoupage, tiene imágenes de Perón y Evita. Durante todos los días tuve la ilusión de conocer a alguien que pudiera hacer llegar ese mate a destino, cosa que, claramente, no pasó. La señorita que nos atendía en el desayuno se maravilló con él. “Ay que bello”, decía todos los días. Hermosa.
Del desayuno nos íbamos directamente a la playa con un vasito de algo fresco. Mis amigos, que no se caracterizan por estar quietos mucho tiempo, empezaron a buscar qué hacer. Snorkel va, snorkel viene, nos vamos a pescar en un velero mar adentro. Increíble. El azul profundo es verdaderamente indescriptible. Nos lleva un baquiano con su hijo de 13 años. Mientras los chicos pescaban yo aprovechaba. Pregunté hasta el brillo en los ojos de Fidel. El niño, de 13 años, me explicó primero la caída de la Unión Soviética, después cómo ello afectó a Cuba, y por último el bloqueo. Para mí era como meter a un niño en un pelotero. “Período especial” le dicen al tiempo en el que hasta comían raíces para sobrevivir. El razonamiento era que si los animales podían comer eso, ¿porque ellos no? Nosotros sólo sabemos de aquello porque se cortaba la luz durante largos periodos, y la libreta del supermercado que les otorgaba el gobierno para obtener sus víveres. Las porciones racionadas conocemos. Nada de lo demás.
Ahí mismo coordinamos salir al día siguiente a recorrer un poco el pueblo cubano, y llegar a nadar con delfines. Nos llevó otro baquiano. Atravesamos el pedraplen que une el Cayo con la Isla. Allí, los carteles donde Fidel dice: no miren todo lo que falta, sino todo lo que han hecho. En el camino recorrimos Santa Clara, pasamos por el Mausoleo del Che, la felicidad nos inundaba, no paraba de mirar y preguntar por qué acá, por qué allá, por qué, por qué, por qué. El gringo me preguntaba a mí por qué preguntaba tanto. Sin embargo, antes de entender que cansaba al resto, seguí. Era mi oportunidad. Ahí estaba Fidel. Ahí había ido el Che. Era imposible no continuar.
El recorrido pasaba por algunas provincias, y en algunos pueblos las casas estaban todas enrejadas. En su totalidad. Como jaulas de colores con las rejas formando imágenes, blancas, muy colonial, de repente. Las puertas de las casas estaban abiertas. Detrás de estas rejas, o a la calle. Las puertas estaban abiertas pero yo no me percaté. ¿Por qué las casas están enrejadas? pregunté, ¿hay muchos robos? -¿Robos?, me respondió el lugareño, acá no hay robos. Las armas las tiene el Gobierno. GUAI si se encuentran armas en manos que no sean del Gobierno, enfatizó. Yo seguí mirando todo lo que podía.
Llegamos a nadar con los delfines. No lo podíamos creer. En eso lo veo al hombre descansando y no me pude contener. ¿Qué pensas de la Revolución? Ya me sentía en confianza, con tantas horas compartidas. Mira, me respondió, con cualquier persona que hables de mi edad vas a escuchar la liberación del pueblo, la dignidad de Cuba. Si hablas con un adolescente quizás tenga más interés en comprar alguna cosita que saben que existe antes de hablar de política. Nosotros políticamente estamos bien, nuestro problema fue económico por el bloqueo. Pero Fidel no dejó que nos falte nada.
Mi carrera en la UBA no tiene a la economía como disciplina constitutiva de la política. Asimismo, nunca creí que la teoría política debía ser directamente consecuente con la realidad, o viceversa. Pero sí siempre creí que sin saber de economía no podría comprender del todo a nuestra política. El tipo vino y me dijo en la cara que política y economía son dos cosas distintas. ¡Y claro! Estaba en Cuba.
Siempre hay, al menos, dos formas de ver las cosas. Podés entender a la economía como constitutiva de la política, o a la política como constitutiva de la economía. No es lo mismo. Y esta distinción es de mínima, como para poder entender si mediás a favor del Pueblo, o mediás a favor de los poderosos.
Pasaron los días y llegamos a Varadero. Otro paraíso terrenal. Nosotros, los argentinos estigmatizados en el mundo, tenemos al Che y los cubanos lo saben. No sé si en algún lugar del mundo nos reciben así.
Acá se nos asomó la cola de un huracán que se dirigía a Florida pero que se encargó de mostrarnos que estaba ahí, poderoso. Nos siguió hasta La Habana. Allí nos limitó más. Solo logramos un rato recorrer e hicimos todo lo que pudimos, la bodeguita del medio, la floridita, daikiri de coco, habanos y ron. La Plaza de la Revolución la vimos desde un taxi. Debajo de un árbol tengo la foto famosa con la silueta del Che. Diluviaba.
Durante la noche en La Habana nos pusimos a hablar con un chico de 18 años. Estaba con una chica. Nos dijo que debía mantenerse junto a ella porque si la policía la veía sola después de las diez de la noche la llevaban presa por presumir prostitución. Él nos contó que trabajaba en una constructora que era de origen brasilero. Esa empresa le pagaba un montón, pero al gobierno, y que él lo distribuía para que nadie gane más que otro, para que esa diferencia no sea significativa. En el hotel nos recibió un ingeniero. El trabajo en el hotel, le permite un acceso al dinero distinto, por las propinas.
No llegamos a ver lo que todos dicen: la gente te pide jabón y lapiceras. No lo vimos. Con todos los lugareños que hablé, a favor y no de la Revolución, nadie me habló de libertad ni de dictadura. Me hablaron de dignidad y de deseos materiales.
Al volver me encontré con una pregunta de alguien que estuvo allá en el ´98: ¿viste que miseria? ¿Con qué se compara la miseria? Allí nada es miseria. Ni miserable. En Cuba todos son iguales. Acá si no perteneces, estás afuera. Allá no estás afuera de nada, sólo estas adentro. No vi a nadie durmiendo afuera. Vi felicidad y vi inocencia. Siempre pensé en que el camino hacia la apertura debía ser gradual, porque es un pueblo inocente para la voracidad del capitalismo. Un pueblo que no sabe competir, se convierte en caramelo para las hienas del libre comercio.
Podemos hablar del agotamiento de los modelos y de la competitividad del capitalismo mundial. Podemos hablar del mundo post Guerra Fría. Pero no podemos hablar de libertad o dictadura sin redefinir el concepto de Justicia Social. Cuando vences al Imperio y logras sobrevivir más de 60 años protegiendo a tu pueblo, educándolo y curándolo al punto de exportar esos modelos de alfabetización y medicina al mundo, cuando logras que ningún niño tenga hambre, solo podes hablar de dignidad. El resto del cuestionamiento queda por fuera de una pantalla en las redes sociales, cuando llegas y no ves a quien vive en la puerta de tu casa.
Fui a Cuba cuando estaba Fidel. No lo vi, y sacando el cholulaje, no lo necesité. Yo vi su Cuba.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografía: Es Fotografía