CGT Regional Oeste: "La enfermedad de la desigualdad se cura con participación popular"
Por CGT Regional Oeste (Merlo, Moreno, Marcos Paz)
“Las multinacionales que manejan el mundo nos están matando, nos están matando y se están matando porque fomentan el trabajo esclavo y la destrucción del medio ambiente (…) la unión de ustedes es fundamental para la Argentina y el mundo, porque ustedes, los trabajadores, son los que tienen que gobernar el mundo para salvarlo“.
Arzobispo Sánchez Sorondo.
Salón Felipe Vallese, CGT- 25 de Septiembre 2016
Pasados dos meses de la declaración de la Pandemia a causa del coronavirus, ¿a qué nos enfrentamos?
A mediados de abril, distintos organismos internacionales publicaban proyecciones económicas para este año, que sentenciaban una caída del 3,2% mientras que para América Latina y la Argentina los datos eran aún más alarmantes, llegando a estimar esa caída en un 5,2% para la región, y del 6% para nuestro país. Según el mismísimo FMI se trata “de la peor recesión económica desde la Gran Depresión” de 1929, superando los efectos desastrosos que tuviera el estallido de la crisis económica y financiera de 2008.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se eliminarán 305 millones de puestos de trabajo a tiempo completo, a lo que hay que sumarle las 1.600 millones de personas de la denominada economía informal que perderán sus fuentes de ingreso. En EEUU la cuestión laboral no es mejor: en todas las proyecciones, llegarían a más de 33 millones de desempleados, con un 14,7 por ciento actual, que sería el nivel más alto desde 1934. Dichos datos tiran por tierra los supuestos logros del rejuvenecido sueño americano bajo las loas nacionalistas del “american first” de la era Trump, que dibujaba índices históricos de empleo, pero a quien la pandemia arrancó el velo de ensueño, mostrando el verdadero rostro aterrador de esa política de empleos basura, sin ningún tipo de beneficios y salarios de miseria.
Para nuestra América, el continente más desigual del planeta, la ONG británica Oxfam proyectó que de los 569 millones de personas que aquí vivimos, 54 millones pasaremos a ser pobres este año, alcanzando la cifra de 216 millones. La extrema pobreza asolará probablemente a 91 millones de personas. Si esto se cumple, la miseria habrá crecido más que cualquier índice económico: un irritante 34% engrosando la insostenible situación de miseria de 67,5 millones de compatriotas latinoamericanos.
En nuestro país el impacto de la recesión se calcula en la liquidación de 340.000 trabajos directos con posibilidad de afectar a más de 1.800.000 con recorte de salarios y suspensiones. Según los últimos datos publicados a fines del año pasado por el INDEC, el nivel de pobreza había llegado al 35,5% de la población; sin embargo, según un informe reciente del observatorio social de la UCA esa cifra, con el trascurso de los primeros meses del año, ha llegado al 45% y en donde el 10% de los argentinos ni siquiera puede acceder a las necesidades básicas. Proyectados esos porcentajes al total de la población urbana, representan más de 14.500.000 personas pobres, 1.550.000 más que a fines de 2018.
Este terrible panorama no es más que el reflejo del mundo en que estamos, en donde el coronavirus no causó la crisis que estamos atravesando, sino que sólo desnudó la irracionalidad del mundo en que vivimos. En donde la pandemia es solo una manifestación y sus consecuencias un resultado del desenvolvimiento lógico del sistema capitalista que hoy ha entrado en una crisis irreversible en cuanto a poder garantizar las condiciones de su reproducción. Una crisis orgánica en que la creciente expulsión de mano de obra y el deterioro de las condiciones de vida del conjunto de los trabajadores y trabajadoras es la manifestación directa de la monumental concentración económica y el galopante desarrollo tecnológico que se impone a escala planetaria. La producción cada vez a mayor escala, a más velocidad, con la consecuente expulsión de mano de obra, dan como resultado mercados engordados de productos imposibles de ser consumidos, que empuja a la quiebra a todas aquellas empresas que no logran vender sus productos. Ya no sólo las inmensas mayorías trabajadoras, sino incluso pequeños, medianos y hasta algunos grandes empresarios, comerciantes, profesionales, que se desenvuelven en los marcos del mercado interno, se van quedando fuera de un mundo cada vez más concentrado en menos manos. Se calcula que el 1% más rico de la población mundial concentra más riquezas que todo el resto junto. Apenas 147 grupos económicos trasnacionales concentran la mitad de la producción y comercialización del planeta. Se acumula la riqueza cada vez en menos manos por un lado, mientras aumenta la pobreza y la miseria de grandes masas de trabajadores y sectores populares, por el otro.
El problema no es la pobreza, ¡sino quiénes lo generan!
De acuerdo con datos de la CEPAL, el 1% más rico de la Argentina captura más del 15% del ingreso nacional, mientras que el 10% más pobre solo participa con el 1,5% del ingreso. En los 4 años de gobierno macrista, la brecha de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre escaló desde 16 a 21 veces. Entre 2015 y 2019, a fuerza de sucesivas reformas tributarias absolutamente regresivas que sacaban dinero del bolsillo de los trabajadores para acumularlos en las arcas patronales, la concentración del ingreso del 10% más pudiente se elevó de un 28% a un 32,5%, mientras que la pobreza pasó de un 29% a un 45% actual, según el informe de la UCA. El vínculo entre la acumulación de riqueza y el aumento de la pobreza es obsceno.
En este marco estructural de terrible desigualdad en la distribución de la riqueza Argentina, surge el proyecto del impuesto extraordinario a las grandes fortunas impulsado por Máximo Kirchner, Carlos Heller y un conjunto de diputados de extracción sindical entre los que se encuentran los compañeros Hugo Yasky y Walter Correa. Dicho proyecto, que cuenta con el aval explícito del Presidente Alberto Fernández, busca poder garantizar una transferencia extraordinaria de dinero de los sectores más concentrados de la economía nacional hacia las arcas del Estado para poder afrontar en parte el conjunto de medidas que vienen tomando el gobierno para paliar las consecuencias de la pandemia en virtud de los más humildes.
Dicho por el mismo Heller: “El tributo único y extraordinario alcanzaría a unas 12 mil personas, eso tomando ingresos superiores a los 3 millones de dólares. De esta manera se estarían recaudando un poco más de 3 mil millones de dólares de los más ricos de Argentina”.
Apenas trascendida la idea del proyecto original, la conducción cipaya de nuestra “burguesía nacional”, junto a sus pelotones mediáticos, se alistaron para el enfrentamiento. Héctor Magnetto del Grupo Clarín, Paolo Rocca de Techint, Luis Pagani de Arcor, Marcelo Mindlin de Pampa Energía, Miguel Acevedo de Aceitera General Deheza y el inefable fiscal estrella del PRO, Cristiano Ratazzi, heredero de Fiat, declaraban el estado de alerta y movilización. Por su parte el bloque de senadores de cambiemos presentó un proyecto propio, en el que planteaba que la contribución para las grandes fortunas sería “voluntaria”, mientras que el poderosísimo Foro de Convergencia Empresarial que agrupa a las cámaras industriales, bancarias, de salud privada, de comercio y servicios, más la cámara de comercio argentino-norteamericana, IDEA y la Sociedad Rural Argentina manifestó su oposición porque “es un antecedente sumamente negativo para recrear el clima de inversión”.
A la inversa de lo que sugieren los detractores del impuesto a las grandes fortunas, mientras los ricos pagaban cada vez menos impuestos en la argentina, la tasa de inversión cayó, pasando de un promedio de 21,1% del PBI entre 2003 y 2015, al 19% entre 2015 y 2019. El cuento del ahorro del capital privado, como palanca de inversión en capital productivo y generación de empleo es una fábula que ya ha superado la mayoría de edad en la historia del capitalismo a fuerza de la concentración y financiarización de la economía. La única realidad es que la plata que ellos se “ahorraron”, fruto de una transferencia discrecional de dinero de los sectores populares a los grupos económicos, la dolarizaron empujando deuda e inflación, la fugaron al exterior y ese “ahorro” devino en capital especulativo depositado en los grandes fondos de inversión -fondos buitres- , insuflando así la aerostática burbuja financiera que le garantizaría a estos millonarios una tasa de rentabilidad superior a la de cualquier otra rama de la industria local.
A su vez, los argentinos más ricos tienen el 78% de su riqueza declarada fuera de la Argentina, sin considerar que aproximadamente 2/3 de la riqueza fugada no se encuentra declarada en el país. A esta altura, acusar a estos sectores de traición a la Patria sería un delito menor.
Esto explica por qué estos supuestos empresarios nacionales, que hasta ayer reclaman libre mercado y achicamiento del Estado, hoy frente a la recesión reclaman fondos y, sin ruborizarse, cobran subsidios de dicho Estado a la vez que presionan al gobierno para que mejore la oferta presentada a los acreedores privados por el pago de la deuda, porque mediante los fondos de inversión y el juego repugnante de los finos estudios jurídicos y contables, una parte sustancial de esa deuda del Estado nacional, los tiene a estos “Patriotas” como beneficiarios . Ahí la verdadera historia de la fuga de capitales o formación de activos en el exterior. De ahí que quienes piden mayores pagos a los acreedores externos, a pesar de ser víctimas fatales de la acción los mismos grupos extranjeros que los expulsan cada día más del control de la economía real, en la disputa por la reproducción ampliada del capital, lo hacen en defensa propia buscando apoderarse de algunas migajas de las acciones de rapiña que los buitres impulsan sobre nosotros. Así el círculo virtuoso del endeudamiento argentino, que desde la implementación del neoliberalismo con la última dictadura militar hasta la actualidad, ha hecho que la deuda no pare de crecer. Aunque esa deuda nunca fue para promover mejores condiciones de vida para la población, sino todo lo contrario, ya que el endeudamiento del país fue el principal mecanismo de estrangulamiento financiero y sometimiento económico, como herramienta de colonización política cultural con su consecuente postración productiva, hambre y miserias para el pueblo.
Los Miserables: ¿A quiénes nos enfrentamos?
Sobran últimamente las reflexiones de intelectuales y dirigentes encumbrados sobre las medidas necesarias para afrontar esta situación, en donde “a partir de ahora”, “el Estado debería corregir todas las desigualdades, ponerle límites al mercado”, “recuperarlos servicios básicos que nunca se deberían haber privatizado” y hasta “salvar a las empresas privadas del quebranto que dejaría a millones sin trabajo”. Pero si analizamos lo que está sucediendo, todas estas reflexiones no son más que expresiones de deseos y, en el mejor de los casos, un cúmulo de buenas intenciones si no tomamos cartas en el asunto.
Teniendo el antecedente reciente de la crisis de 2008, cuando todo el esfuerzo de los pueblos y el descomunal endeudamiento de los Estados nacionales fue a parar a manos de los más mezquinos intereses privados de los grandes grupos económicos y sus CEOs mundiales , dando por resultado una mayor concentración y profundizando la miseria para los pueblos del mundo, vemos ahora cómo, ante la generalización de los quebrantos, vuelven las mismas recetas por parte de los gobiernos de los EEUU y de Europa, lanzando un mega plan de salvataje del capital financiero, en donde los países imperialistas intentarán construir un respirador artificial de más de 3 billones de dólares para mantener con vida, no a los miles de infectados del coronavirus, sino a sus grandes empresas bancarias-industriales que están en un franco proceso de bancarrota a costa de emitir deuda, deuda y más deuda en sus economías súper endeudadas.
El Congreso de EEUU votó un paquete multimillonario de subsidios a trabajadores que perdieron sus empleos, mediante cheques por 1.200 dólares, pero en la mayoría de los casos esos subsidios nunca llegaron porque los grandes bancos se lo quedaron cobrando de manera compulsiva prestamos impagos, algo parecido a lo que hicieron acá los bancos privados con los subsidios a los jubilados del ANSES hasta que el gobierno lo freno.
Como ya arriba describimos, tierra adentro “nuestra” híper extranjerizada “burguesía nacional”, hace golpear sus cacerolas en un intento por salvarse de la pandemia poniendo en el centro, su conocida y mezquina agenda neoliberal; pago de las deudas con los acreedores externos, reducción y eliminación de las retenciones, subsidio a sus empresas y que se baje el costo laboral. Sin lugar a dudas, dichas medidas requieren de un ajuste criminal que el gobierno no está dispuesto a aceptar y por lo cual las fuerzas de la oposición ya se han lanzado abiertamente a confrontar.
En el vademécum patronal la desocupación, las suspensiones, el subempleo, y la baja salarial, aparecen como un mal necesario causado “ahora” por el coronavirus. Pero hoy ya sin necesidad de peinar canas, y con una creciente acumulación de experiencias, cualquiera sabe que esto no es así, y que hace años que el capital financiero y sus grupos locales se desentendieron de apoyar cualquier programa que incluya algún tipo de beneficio para los humildes del mundo, actuando tal cual son acorde a sus necesidades y aplicando políticas que liquidan los derechos de los trabajadores. Así el tan mencionado Estado de Bienestar, que hoy muchos salen a enarbolar como salvación, da cuenta de su verdadero origen ya que, desaparecido el peligro de la Unión Soviética como experiencia real de los trabajadores en el poder, la gran masa de capital que el monopolio pudo resignar e invertir plan Marshall mediante para la reconstrucción de la Europa de post guerra, garantizando que una gran parte de la clase trabajadora europea viva de manera ficticia los beneficios de los patrones (a costa de hambre y guerra del tercer mundo), fue presentado a los ojos de las masas laboriosas como una conquista propia, sin darnos cuenta de que lo único que estaba pasando era que nos estaban engordando para el festín neoliberal que desde la década del 70 en adelante mostró toda su insaciable voracidad.
Los planes de Asistencia al Trabajo y la Producción –los ATP- fueron concebidos por el gobierno para que en medio de la pandemia las pequeñas y medianas empresas de hasta 200 empleados puedan darle respuesta a la recesión sin caer en la cesación de pagos y la interminable sangría de suspensiones y despidos en donde el gobierno cubriría hasta el 50% de los salarios. Pero al momento de su implementación, según lo dicta el decreto de reglamentación de dicha medida, el beneficio alcanza también a empresas de hasta 800 trabajadores (grandes empresas multinacionales).
La CGT nacional, en detrimento de los derechos de sus representados, y actuando bajo la defensa de sus más limitados intereses corporativos, firmó un acuerdo con la Unión Industrial Argentina, con homologación del ministerio de Trabajo nacional, que implica que los trabajadores cobren sólo el 75% de su salario. Con este escenario el negocio de las grandes empresas es redondo. Pagarán sólo el 25% luego de que consiguieron que el Estado se haga cargo de la mitad de los salarios a través de los ATP que, como dijimos, en un principio eran solo para las Pymes.
La amplitud de semejante beneficio para las grandes corporaciones no encuentra sentido ni razón, más que en la brutal exigencia patronal que se imponen aún bajo la crítica situación pandémica, quebrando la primaria voluntad gubernamental de solidaridad y cooperación en virtud de ayudar al más necesitado. Que esto ocurra no responde al despiste de algún funcionario o de un doble discurso del gobierno nacional, sino que los empresarios, más allá de la orientación de tal o cual gobierno se imponen, por el simple hecho de tener una posición dominante en las finanzas y la producción y, al dominar en la producción, dominan en el conjunto de las relaciones del Estado, que más allá de los cargos gubernamentales, según la propia Cristina Fernández “el gobierno no representa más que un 20% del poder real, el resto son los poderes facticos”.
En la Argentina, de un total de 750 mil empresas, sólo 500 firmas explican y se apropian más de la mitad del PBI. Y de ellas, las dos terceras partes son extranjeras. Estos grupos controlan nuestros recursos, la tierra, los minerales, el petróleo, las finanzas, el comercio, los medios de comunicación, la producción de alimentos, los productos de higiene y toda la cadena de medicamentos; en fin, controlan todos productos esenciales para la vida, no con el objetivo de satisfacerla, sino de garantizar la valorización de su capital, con lo cual la conducta que los rige nada tiene que ver con el interés del gobierno en ayudar a alivianar los estragos de esta pandemia, sino más bien, en términos objetivos, son lo contrario, por eso cuando ven que este último actúa en detrimento de sus interés salen a combatirlo, y si atendemos a su comportamiento histórico, esto es solo el comienzo.
¡Para muestra sobra un patrón!
Cuando Techint suspendió en medio de la crisis a 1.450 trabajador@s luego de haber sido beneficiario de gruesos subsidios nacionales, el gobierno, específicamente el presidente, los tildó de “miserables”, de tener un comportamiento “egoísta y miserable”. Tan miserables que, mientras que a miles de desocupados se les retrasaron sus pagos, e hicieron largas filas los jubilados –que los medios junto a las corporaciones bancarias montaron en un show mediático–, Carlos Eduardo Bacher, CEO de Techint Construcciones, cobró parte de su sueldo por parte del Estado en el marco del Programa ATP. Un MISERABLE!
Pero ahora bien, los trabajadores y las trabajadoras sabemos que estos representantes de la burguesía argenta son miserables, los conocemos, los padecemos cotidianamente a los patrones, pero también fuimos entendiendo que esa miserabilidad no es un atributo de nuestra patronal argenta, sino que el egoísmo y desprecio por la vida humana de quienes detentan el capital es una práctica coherente y responde a la reproducción del capital y a la realización de la ganancia privada a escala planetaria. Las fuerzas desatadas de la competencia del mercado, es decir, de los grandes grupos concentrados trasnacionales, nos llevan inevitablemente al caos. Ellos son ese caos y no pueden proponerle a la sociedad ninguna otra cosa.
Con lo cual no se trata de discutir con estos sectores verdades de Perogrullo o fundamentos jurídicos, tributarios, sobre la racionalidad del impuesto a las grandes riquezas y su jurisprudencia mundial, con los trillados “buenos ejemplos” de los países del primer mundo y la supuesta racionalidad de sus burguesías imperiales. No es un problema de convencerlos en lo que a la resolución del problema de la pobreza respecta, sino que lo que debemos entender es que en este debate (como en todo) lo que está en juego son problemas concretos que responden a intereses concretos y contradictorios entre sí; y que, como nos enseñara el General Perón, el problema no es de discutir sobre las verdades, sino realizarlas.
Nuestras Tareas: La enfermedad de la desigualdad se cura con participación popular
“Este mundo que concentra la riqueza en tan pocos y distribuye la pobreza entre millones no sirve para nada. Tenemos una oportunidad maravillosa de hacer un mundo más justo y más equilibrado“.
Alberto Fernández
Si dijimos que la pandemia no es la causa de la crisis general, sino tan solo un momento acelerado de la misma, cabe preguntarnos cuáles son nuestras tareas para superarla. Luego de las gestas heroicas del 17 de Octubre, en donde el pueblo trabajador cimentó los pilares de una nueva Argentina, bajo la conducción de Juan Domingo Perón, se constituyó un gobierno absolutamente industrialista, obrero y popular, institucionalizando un Estado de cosas que negaba y se oponía al Estado impuesto por la Oligarquía a partir de 1853. Ahora bien, la experiencia indica que a pesar de todo lo realizado por nuestro pueblo, y en especial por nuestra clase trabajadora, no alcanzó.
Diez años de gobierno terminaron con un golpe oligárquico militar, bombardeo y fusilamientos mediante. Esto reinició el ciclo de gobiernos pro-oligárquicos e imperiales que destruyeron todas las conquistas que parecían haberse alcanzado para siempre. La derrota nos permitió sacar conclusiones. Tomamos conciencia de que con la sola idea de redistribuir una parte de la renta, a la larga no se puede, si no se modifican las bases estructurales del mecanismo de dominación, ya que a pesar de todos los posibles avances, los problemas del pueblo, el hambre y la miseria vuelven a brotar de la mano de la derrota de nuestras fuerzas. Vimos que no alcanzó con ocupar las instituciones del régimen. Que, si bien estando en ellas se había avanzado en la legalización de una cantidad de demandas elementales del pueblo, todavía no se habían llegado a poner en cuestión los fundamentos más profundos del poder de la oligarquía y del capital financiero.
Como dijimos arriba, Cristina Kirchner hace muy poco planteó que por más que se alcance el gobierno del Estado y se ocupen todos sus cargos, desde ahí no se controla más que un 20% del poder. Porque cuando se quiere avanzar en transformaciones profundas, que revoquen intereses del poder económico concentrado para conquistar nuevos niveles de justicia social, éste poder, el poder económico concentrado, impide y bloquea ese avance.
El accionar que arriba describimos de las patronales argentas frente a las medidas del gobierno nacional solo ratifican lo dicho por Cristina. Al respecto Alberto Fernández, en una reciente entrevista, decía: “la actitud que tienen en esta grave situación y su accionar con respecto a la negociación de la deuda, es un problema de una perversa cultura del empresariado argentino. Hay una parte que están colaborando. Pero leo cosas con esa dependencia intelectual que tienen con los centros de podery no puedo entenderlos”.
Tanto Néstor como Cristina hablaron de los poderes fácticos, esos que quizás no se ven tanto, pero que son los que todo el tiempo organizan y desorganizan a la nación y a la sociedad, y que rebasan los límites gubernamentales.
¿Esto quiere decir, entonces, que no es importante que nuestro frente de Todos popular y democrático haya ganado las elecciones? Desde luego que no: el haber ganado las últimas elecciones, y la asunción de Alberto como presidente y Cristina como vice, fue de una trascendencia que superó las barreras nacionales cambiando el mapa de la región y el mundo. Un Gobierno Popular, que ocupe el Estado, actúa como muralla de la avanzada de la oligarquía financiera, en la medida que se gana tiempo para que podamos construir las herramientas de un nuevo Estado que contenga la realización del interés más profundo de l@s trabajador@s y el pueblo. Ese orden más justo es otro estado, no el que como ya vimos ellos construyeron a imagen y semejanza de su interés y dominio. Son pequeñas llamas que brotan y comienzan a calentar desde abajo, como en cada olla popular, que se van gestando y desarrollando bien en la base del pueblo trabajador. No puede venir “desde arriba”, desde el Estado de ellos.
El estímulo de la participación política en cada territorio, la superación de la caduca democracia representativa, en pos de una democracia participativa, con sus correspondientes órganos de participación en consejos barriales y su organización, manzana por manzana, para llegar con la información, el debate y la acción educativa, cultural, sanitaria, laboral, en cada rincón de nuestra barriadas, es una acción necesaria para desplazar el dominio hegemónico que ha desplegado nuestro enemigo histórico sobre nosotros, y es la raíz de un proyecto profundamente democrática sin la cual no se puede vencer la pandemia oligárquica de la desigualdad. 18 años de resistencia peronista nos dieron una vasta experiencia en la organización de comisiones internas en los lugares de trabajo, de unidades básicas en nuestros barrios, en la creación y desarrollo de escuelas, bibliotecas populares, centros culturales, etc. etc. Una vez más es la hora del pueblo, de que asumamos esas luchas parciales como una única lucha, de una cohesionada Comunidad Organizada.
Si el gobierno del mundo actual está en manos de los CEOs y dueños de las grandes corporaciones, a la vista están los resultados. Es momento de que los trabajadores y trabajadoras humildes del mundo nos hagamos cargo de esta situación.
¡Solo el Pueblo Salvará al Pueblo!