Tras la pesadilla neoliberal, construir un nuevo Estado
Por Alberto Ramírez*
La llegada de la alianza Cambiemos a los tres niveles centrales del Estado (municipal, provincial y nacional) puso en evidencia dos situaciones complejas. Por un lado mostró claramente el antagonismo de dos modelos de país, que a su vez contemplan modelos contrapuestos de Estado. Por otra parte también hizo visible la crisis del modelo de Estado vigente, tanto en su funcionamiento cotidiano, como en relación a su marco legislativo y a la percepción del mismo en la población.
Germán Abdala, aquel formidable cuadro político y sindical que lamentablemente falleció en 1993, planteaba que: “(…) en la esfera estatal encontramos la única herramienta en la que se puede acumular poder en forma real y planificar políticas sociales con cierta hegemonía popular por nuestra posición dentro de las reglas del intercambio que nos plantean los países desarrollados (…)”.
Es un desafío a nuestra capacidad de gestión y gobierno construir un nuevo Estado basado en la gestión democrática de los sectores sociales y trabajadores estatales involucrados en cada política pública y con presupuestos participativos en todos los niveles (municipal, provincial y nacional), con más control popular, reglas claras de derechos y obligaciones, fortaleciendo las áreas de trabajo directo con la población (más trabajadores en escuelas, hospitales, vivienda, desarrollo y trabajo, por ejemplo), eliminando la inercia y la burocracia.
En cuanto a los modelos en pugna, no es casual la referencia del Presidente a que “vivimos 70 años de fiesta”; sus palabras resuenan a la vieja demanda de la oligarquía argentina desplazada del gobierno con la llegada del Peronismo y que asistía espantada al ascenso social de los obreros y las capas medias de la población. Se está refiriendo a un modelo de Estado que interviene en la economía, promueve la industria nacional y el consumo popular, regula derechos y pone límites al capital concentrado.
Cambiemos expresa entonces la vuelta al Estado preperonista, un Estado que se pretende “mínimo”, sin hacerse cargo de la salud, la educación y el trabajo de la mayoría de la población. Este modelo de Estado se plantea un país agroexportador, hoy basado centralmente en el monocultivo de la soja, sin un equilibrio productivo y abriendo la importación de modo irresponsable, propiciando el cierre de industrias, el endeudamiento externo y la timba financiera, el achicamiento del consumo por baja de salarios y aumento de tarifas de servicios públicos en manos privadas.
La manipulación de la opinión pública y también la falta de profundidad en la discusión política hace posible que se pierda la percepción de que Cambiemos viene por la destrucción del Estado y las políticas públicas de mayor impacto social. Quienes utilizan los hospitales y escuelas públicas, o son beneficiarios de los programas sociales estatales que aún perduran, no piensan que desaparecerán la salud o la educación pública, que se tiende a la eliminación gradual de la asignación universal, las jubilaciones o los derechos laborales básicos. Hay pendiente un gigantesco trabajo de comunicación popular por todas las herramientas posibles para esclarecer y formar opinión pública en defensa de nuestro modelo de país y de sociedad.
Volviendo sobre las condiciones subjetivas en las que opera la manipulación mediática y la acción de Cambiemos, cabe también analizar en qué condiciones está nuestro Estado Nacional, resabio del otrora poderoso Estado de la primer década de los gobiernos de Perón y que tras años de neoliberalismo destructor fue parcialmente reconstruido por Néstor y Cristina.
En este sentido, muchos ministerios, oficinas de atención al público, municipios, hospitales, escuelas y otras áreas estatales reproducen y ejercen burocratización, abandono e insensibilidad hacia la población beneficiaria. Ello aleja cualquier simpatía popular por la defensa del Estado, sus trabajadores y políticas públicas. Superar las prácticas clientelares, los autoritarismos de todo tipo, sea desde funcionarios políticos y aún desde distintos niveles de empleo estatal, son condiciones necesarias para comenzar a construir un nuevo Estado, en el que también deben ser parte del problema y la solución los usuarios, beneficiarios y organizaciones sociales representativas de la población directamente vinculada con cada área estatal.
Frente a un año electoral en el que se plantea la posibilidad de frenar al neoliberalismo ganando las elecciones nacionales, la gobernación de Buenos Aires y muchas intendencias hoy gobernadas por Cambiemos, debemos volver a discutir el modelo de Estado, su rol, el lugar de los trabajadores estatales, docentes y hospitalarios en un proceso de reconstrucción que seguramente será complejo y contradictorio, y trabajar, discutir profundamente con la población qué país, qué Estado y qué políticas públicas queremos y estamos dispuestos a defender.
*Alberto Ramírez es delegado gremial, integrante de la CTA de los Trabajadores Región La Plata y del Frente Político Social Carlos Cajade.