Ecoparques de Mendoza y Palermo: negocios privados y maltrato animal
Por Alejandra Juárez
Para formarnos un panorama sobre los Ecoparques creados en nuestro país, tanto el de Mendoza como el de Palermo, en Capital Federal, debemos remitirnos al proceso de los cuatro años de la gestión anterior en Argentina, en donde el común denominador fueron las improvisaciones que a su vez fracasaron, y que tuvieron como daño colateral “intencional” a la mayoría de los animales que allí vivían.
Los zoológicos argentinos, salvo muy escasas excepciones, no evolucionaron ni cambiaron el modelo de gestión como pasó en el resto del mundo, así tampoco cumplieron la función ineludible que justifica mundialmente su existencia. Este escenario fue la pretexto ideal para lo que luego se desencadenaría en nuestro país.
La concepción victoriana con la que fueron creados para mera exhibición de animales hace mucho tiempo que quedó arcaico: en el mundo, los zoológicos fueron transformándose y adaptándose a las situaciones de emergencia mundial que hoy atraviesa el planeta.
Por el contrario, en Argentina, en vez de seguir el rumbo mundial, algunas políticas los transformaron en un medio de obtener ganancias, entregando los establecimientos a manos privadas a través de privatizaciones pocos claras, las cuales utilizaron a los animales como mero negocio empresarial, terminado así de devastar lo que se les entregó. Lo común fue la connivencia funcionarios-empresa.
Es imprescindible tener muy en cuenta que ante la situación global de extinción masiva de especies y de desaparición acelerada de ambientes, hoy los zoológicos en el mundo están posesionados en un status de privilegio y de existencia indispensable. Son lugares que contribuyen a la conservación ex – situ de especies, y gracias a ellos muchas de esas especies no se han extinguido del planeta.
En nuestro país sucedió un fenómeno único de cierre de zoológicos, no visto en ninguna parte del mundo. El plan fue orquestado afinadamente con la participación de actores civiles que se autodenominaron “animalistas” y lamentablemente la filosofía de este movimiento fue utilizada de manera errónea y adaptada a los intereses que se ocultaban.
El primer paso engañoso fue estigmatizar la palabra zoológico (del griego zωο Zoo =animal y λóγος lógos= estudio) y fue reemplazada por la palabra Ecoparque (que significa un lugar de reciclado o parque industrial). La palabra Ecoparque fue “divinizada”, se la utilizó mediáticamente como una falsa salvación para los animales, aunque en el fondo se podía entre leer lo que la misma significaba y produciría. Se buscaron actores sin conocimiento o con conocimientos precarios de fauna, que respondían a un programa de eliminación y posterior recuperación de tierras valiosísimas como las de Palermo, y en nombre de la salvación de los animales literalmente se produjo un vaciamiento irracional y fenomenal como así el zoocidio de la fauna, patrimonio biológico, natural y económico de Argentina.
Esto principalmente se produjo en dos lugares. En el hoy llamado Ecoparque Palermo y el Ecoparque Mendoza, mientras que La Plata quedó a medio camino y en Córdoba la resistencia fue muy enfatizada, agregado a la mala experiencia de sus responsables, puso freno a esos intentos.
Los ecoparque tuvieron el mismo modo operandi: incorporaron gente sin conocimiento y experiencia, y la mortandad escandalosa de animales. Rápidamente se hicieron sentir las muertes de rinocerontes, jirafas, etc. en medio de obras para ceder espacios a privados en Palermo. Ambos, Mendoza y Palermo, hicieron lo mismo: cerraron al público y de esta manera nadie podía reproducir sus metodologías usadas en campaña, como era sacar fotos de animales acondicionados y denunciar mediáticamente, esto les facilito actuar impunemente porque nadie pudo ver lo que adentro pasaba.
El vaciamiento de los ecoparques consistió en enviar animales compulsivamente e irracionalmente a donde sean, principalmente a EEUU, a falsos santuarios, con la participación de una operadora argentina de esos lugares muy relacionada con el mayor comerciante de animales del país.
Nació un nuevo tipo de negocio que fueron las empresas de traslados de animales, generalmente en manos de familiares de funcionarios como la empresa Argentraider S.A , cuyo vicepresidente es Jorge Braun, primo hermano de Marcos Peña, ganando licitaciones sobre otros que ofrecían cifras inferiores.
Solamente al pseudo-santuario del privado Pat Craig, al lugar llamado Wild Animal Sanctuary, ubicado en Denver, Colorado, la operadora Geraldine Vidal, vinculada a un comerciante de animales argentino, se llevó de nuestro país 31 animales argentinos: 5 tigres de Bengala, 6 leones africanos, 15 osos, 2 pumas, y ahora los dos tigres de bengala blancos de Palermo. Solo para acrecentar la colección de animales de un privado estadounidense, los animales que serán exhibidos a un numeroso público, Craig posee más 550 leones, tigres, osos, hienas y lobos, entre otras especies. Verdadero acumulador mayorista quen en 2006 amenazó con sacrificar todos los animales si el gobierno de EEUU no cedía a sus pretensiones. En EEUU, los privados pueden poseer animales salvajes y pueden decidir matarlos cuando deseen; el sacrificio no está penado, aunque sí la forma de eutanasia.
Otros animales argentinos fueron trasladado al único país del mundo que considera a los leones y tigres eventualmente como ganado, permitiendo la crianza para cacería enlatada. Animales de La Plata y Santiago del Estero fueron trasladados al falso santuario UBUNTU que en realidad es un hotel resort para cazadores .
En esos traslados se perdieron especies de un valor biológico irrecuperable y en extinción como los leones blancos y los osos de anteojos, única especie Argentina, que vivían en Palermo.
En el caso del ecoparque de Mendoza, se transformó en un lugar de espanto, con sufrimiento de animales nunca antes visto, tráfico de animales de “guantes blancos”, participación de una ONG de Suiza (Franz Weber), que recaudó mucho dinero y no dejó nada en nuestro país. Tanto Humberto Mignorance, secretario de ambiente de la provincia, como Mariana Caram, directora del ecoparque, y Leandro Fruites, encargado de regalar los animales a privados, ellos iniciaron su plan como animalistas, en marchas, denuncias mediáticas, y cuando llegaron al poder se convirtieron con sus acciones en lo más vergonzoso para el ámbito del ambientalismo.
Una vez que asume Caram la bandera que utilizó como activista murió. Se trata del conocido oso Arturo, el mismo que si bien se encontraba en su última etapa de vida habría muerto por falta de filtros en el agua, la cual se convirtió en tóxica o contaminada. Luego de una seguidilla de animales muertos, en mayo del 2016, a los cinco meses de asumir Caram, murieron más de 50 animales en dos semanas. En diciembre de 2015, ante la continuación de muertes, decidió cerrar “herméticamente” el zoológico. Lo más grave que sucedió fue la castración en carne viva de animales con el método arcaico de elastración, algo nunca visto en la historia de los zoológicos. A pesar del hermetismo todos los medios lo cuestionaron y la sociedad lo repudió.
Posteriormente, la muerte provocada de animales continuó, como el aplastamiento de ovejas, cuando cargaban 150 para un ganadero privado o innumerables denuncias contra la directora que están cajoneados.
Hace unos días, un mono de ese lugar murió electrocutado ante los ojos espantado de la gente; esto ha hecho que comiencen las reacciones de la sociedad y por ello el próximo 28 está previsto una protesta en las puertas del ecoparque.
Mientras el mundo transformó sus zoológicos para enfrentar un futuro desalentador para la fauna, en nuestro país destruimos la posibilidad de contribuir a un mundo mejor, reboleando animales que conformaban un patrimonio vivo no solo de Argentina sino de la humanidad.
Hoy, ¿qué queda de esos lugares? ¿cuáles fueron los logros? Solo facilitación de tierras valiosas para negocios privados, ya que se dieron cuenta que era imposible vaciar totalmente el zoológico como algún interesado quiso; animales con crueles destinos en su mayoría. Y la desolación de instituciones argentinas que en cuatro años fueron vaciadas, destruidas, olvidadas y ocultadas a la sociedad.