Hambre: la epidemia de la que se habla poco
Por Iván Di Sábato
Una noticia ha conquistado la primera plana de la prensa en todas las latitudes: el brote de “Coronavirus”.
Al igual que el “A H1N1” en el 2009, este virus originario de la ciudad Wuhan en China, pasó en pocos días a ser la noticia destacada de todos los periódicos, telediarios, y portales del planeta. Sin embargo, existe una epidemia que ha azotado al mundo acaso desde el preciso génesis de la civilización; pero que, pese a tratarse de la más antigua y despiadadas de todas, poco protagonismo cuenta entre los grandes titulares.
El hambre se ha cargado con la vida de un sinfín de víctimas en todos los continentes; no obstante, pocos son quienes reportan semejante tragedia. En especial, teniendo en cuenta que la masacre no solo continúa, sino que se incrementa minuto a minuto cual bola de nieve rodando por la vera de una montaña.
Lo que debería llevarnos a pensar, ¿por qué nadie pone su atención en esa avalancha tan siniestra, mientras que sí lo hacemos con otras de menor arrastre?
Resulta que, en la actualidad, a la vez que nace el virus, nace para él una pócima envasada y comerciable. Pero, ¿por qué no corre la misma suerte para el hambre? Pues, por un sencillo y triste motivo: porque la pócima para la cura del hambre es la justicia social. Y vaya si ésta atenta contra un sistema mundial de acumulación y carencia, donde un puñado goza privilegios mientras que la inmensa mayoría es empujada a pelear por las sobras.
No se trata de relativizar los efectos ni de desvalorizar a las víctimas. Se trata, precisamente, de echar un manto de igualdad en al menos un aspecto tan central como lo es la muerte. Porque, mientras las luces de alerta apuntan a las víctimas del Coronavirus, las sombras de la naturalización ocultan el dolor de las niñas y niños famélicos que sufren la peor falta de todas: la de oportunidades.