Precarización laboral: a 14 años del incendio en Luis Viale existen todavía talleres clandestinos
Por Milagros Carnevale
En 2006, el incendio de un taller textil clandestino en Caballito fue noticia en todos los diarios. Cuatro menores de edad y una embarazada de 25 años murieron porque las instalaciones eléctricas no pudieron soportar tantas máquinas conectadas, ya que dado que en un establecimiento habilitado para 5 personas vivían y trabajaban 60. Quien hoy pase por Luis Viale 1269 verá un paredón blanco con cuatro figuras amarillas en homenaje a los muertos, verá el dibujo de una máquina de coser, verá la minúscula puerta que era la única vía de salida de los trabajadores esclavizados, y verá los restos del primer piso en donde dormían las familias: un par de ladrillos levantados ilegalmente todavía en pie.
Juana Vilca (25), Elías Carbajal (10), Wilfredo Mendoza (15), Rodrigo Carbajal (4), Luis Quispe (4) y Harry Rodríguez Palma (3) eran todos de nacionalidad boliviana. En estas textiles clandestinas no les interesa trabajar con argentinos, alegan que prefieren el desempeño de los inmigrantes. Este tipo de racismo que convierte en objetos a los extranjeros (no a cualquier extranjero, solamente a los que vienen de países limítrofes) se escucha todavía hoy: “las empresas contratan a los venezolanos porque trabajan sin chistar y les pueden pagar menos, en cambio los argentinos siempre están haciendo quilombo porque no quieren laburar”, o bien “los obreros paraguayos son los mejores, les pagás en negro y no dicen nada, qué sindicato ni sindicato”.
Lourdes Hidalgo vino a Argentina porque le dijeron que iba a cobrar en dólares. No cobró un peso. “Acá te pagamos cada tres meses” le dijeron, y se tuvo que instalar en el taller porque no podía pagar la pensión. Trabajaba de siete de la mañana a once de la noche. Le correspondía cincuenta centavos por prenda. Las paredes de su “pieza” eran de tela nylon. Los Rodríguez Palma también vinieron a la Argentina bajo el sueño de la tierra prometida, buscaban poder darles un futuro mejor a sus hijos y terminaron perdiendo al más chiquito.
Ni Lourdes, ni los Rodríguez Palma, ni ningún reclutado por el capataz Sillerico tenían papeles. En el juicio, Sillerico negó que sus empleados hayan estado viviendo en condiciones infrahumanas, alegando como excusa que “así viven los paisanos”.
A partir de este caso, apareció en la agenda de los medios la problemática de los talleres clandestinos, que no sólo involucra a los responsables de Protección al Trabajo (que en 2006 el director era Florencio Varela) sino también a los organismos que se ocupan de políticas migratorias y al mismo Gobierno de la Ciudad. Lourdes Hidalgo atestigua que los dueños Jaime Geiler y Daniel Fischberg tienen a una cuadra de Luis Viale 1269 otro taller en las mismas condiciones y que en la zona de Caballito hay muchos más. Los trabajadores esclavizados no pueden irse a ningún lado ni denunciar nada porque no están registrados y tienen miedo de lo que les puede pasar si se presentan ante las autoridades.
¿Cuántos derechos se ven vulnerados a lo largo de este relato? El derecho a una vivienda digna, la jornada laboral de 8 horas, el derecho a la infancia de todos los niños que vivían en esas condiciones paupérrimas, el derecho a tener un DNI. ¿Qué hace el Gobierno de la Ciudad para detener el avance de la precarización laboral que sufren los inmigrantes (y también muchos argentinos)?
Lourdes Hidalgo, una de las sobrevivientes del siniestro, convoca todos los 30 de marzo a una movilización para recordar a los muertos y reclamar la encarcelación de Jaime Geiler y Daniel Fischberg.
Así como conmemoramos el Día de la Mujer Trabajadora por la muerte de 130 obreras en el incendio de la fábrica textil Cotton, Nueva York (1909), también deberíamos conmemorar el 30 de marzo como el Día de los Trabajadores Esclavizados. Mujeres e inmigrantes: dos víctimas históricas de la explotación laboral.